martes, 31 de mayo de 2011

CAPITULO 34

- ¿De dónde viene eso?,- pregunta Alberto, mirando hacia la ventana. Gloria se levanta. Cuando se asoma, llama excitada a su amiga para que se acerque.



- ¡Tamara! ¡Tamara! ¡Corre, ven! ¡Tienes que ver esto!



- No tengo ganas de nada.



Alberto, mediante señas de Gloria, la levanta y la lleva junto a la ventana. A pesar de que ya era de noche y apenas se veía la calle, una de las farolas, debajo de la casa, iluminaba una sombra. Tamara mira sin ganas, pero al reconocer la sombra la sonrisa vuelve a invadir su rostro y la alegría conquista su alma.



- ¡Es él!,- exclama Tamara.



Efectivamente, debajo de la luz generada por aquella farola, aquella sombra, guitarra en mano, le estaba dedicando una serenata. Alberto y Gloria miraban asomados sonriendo. Tamara se esconde para tapar su rubor.



- Pero, Tamara. ¡Mira!,- le dice Gloria. Tamara niega -. ¿Por qué?



- Está ahí… En la calle… Cantando a pleno pulmón… Los vecinos…



- ¡A los vecinos que les den!,- Gloria obliga a su amiga a asomarse. Aquel segundo bastó para que Tamara olvidara su vergüenza y admirara la serenata de su amante. No veía a la gente que rodeaba a David, no oía las quejas de los vecinos. Tan sólo le veía a él. Tras varios minutos de concierto, David deja de tocar y declama:



- Tamara Martinez. Te amo desde el primer día que nos conocimos. Hasta ahora has sido la única chica que más tiempo ha estado a mi lado, soportando mis tonterías y aguantando semanas enteras sin mí. Por eso quiero preguntarte una cosa.- David abre los brazos en cruz y exclama con toda su fuerza -: ¿Quieres casarte conmigo?



Alberto y Gloria la miran atónitos y contentos. Tamara está ojiplática, con una enorme sonrisa en sus labios, pero la mente totalmente en blanco. No reacciona, porque no sabe qué decir, qué hacer. David está en la calle, mirándola con los ojos brillantes y los brazos extendidos.



- Contesta... Contesta…,- piensan todos los allí presentes. Incluso la mente de Tamara se lo repite sin cesar, pero no le sale la voz.



- ¿Tamara?,- pregunta David, algo desalentado, bajando los brazos.



- David…,- susurra Tamara -. ¡David!



- ¿Qué me respondes?



- Pues…,- Tamara se queda pensativa durante unos segundos, pero cuando va a contestar, se sorprende, al igual de los presentes, de ver a David, de repente, empapado.

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