martes, 28 de junio de 2011

CAPITULO 47

Alberto estaba en la cama. Estaba mirando el techo. Llevaba horas así. No podía dormir. Seguía dándole vueltas al asunto.



- ¿Debería…?,- se preguntaba a sí mismo -. Ángel no se acuerda de nada, y Gloria no lo sabe. ¿Debería entonces…? La amo de veras, pero no quiero que acabemos con Ángel y Fátima. No. Debería decírselo, pero… ¡Ay, qué dilema!,- mira a su lado. Gloria dormía plácidamente. Su angelical rostro mostraba una serenidad total en su sueño. Hasta casi se diría que estaba sonriendo. Y así lo veía Alberto -. Qué tranquila duerme. Y, sin embargo, si ella supiera…,- la aparta un mechón de su rostro. Gloria se revuelve imperceptiblemente -. Gloria. Me gustaría saber qué estas soñando en este momento. Y cómo consigues dormir,- Alberto suspira y vuelve a mirar el techo, intentando encontrar la respuesta a su pregunta.



- Un euro por tus pensamientos.



Aquel murmullo le hace volverse.



- ¡Gloria! ¿Estabas despierta?



- No. Dime, Alber, ¿en qué piensas? ¿No me digas que llevas toda la noche despierto?



- Pues sí.



- ¿Por…?



- Por nada, cariño. Por nada,- vuelve a mirar el techo.



Gloria le acaricia el rostro.



- ¿Qué tal está Fátima?,- pregunta Alberto, sin apartar la mirada del techo.



- Mejor. Aún la duele, pero ya se va reponiendo poco a poco.



- Gloria…,- Vamos, Alberto. Tienes que decírselo -. Tengo que decirte una cosa…



- Dime.



- Sé por qué Ángel dejó a Fátima.



- ¿Sí?,- Gloria se incorpora y mira fijamente a Alberto, con los ojos abiertos de par en par.



- Sí…,- Alberto tartamudeaba -. Hay otra persona…



- ¿Otra persona? Pero, ¿con Ángel o con Fátima?



- Con Ángel… Con Ángel…,- Alberto ya no se atrevía a mirarla a los ojos.



- ¿Quién?,- Gloria le miraba excitada.



- No puedo decírtelo…



- ¿Por qué? ¿Le conozco?,- Alberto no la miraba -. ¿Es del programa? ¡Espera! ¡No me lo digas! ¿Es Patricia? ¡Es Patricia!,- el rostro de Gloria dudaba entre mostrar pena o alegría. Alberto seguía sin poder mirarla. A pesar de que Alberto no tenía voluntad para responderla, su rostro lo decía todo -. ¿No es Patricia? ¿Entonces…?,- Gloria se lleva la mano a la boca, como tratando de retener un grito. Sus ojos abiertos como platos parecían a punto de salirse de sus cuencas -. ¡No! ¡No me digas que…!

sábado, 25 de junio de 2011

CAPITULO 46



- ¡Alber!,- la sorpresa de Ángel fue mayúscula -. ¿Qué haces aquí?



Alberto consigue encontrar un poco de voluntad y entra en el despacho.



- Ángel. Tenemos que hablar.



- ¿Sobre qué?



- Sobre…,- le miraba a los ojos. No se atrevía -. Mis vacaciones. ¿No se suponía que este año no me correspondían? Además, nadie me avisó.



- Sí, tienes razón…,- Ángel cierra la puerta, cabizbajo. Indica a Alberto que se siente. Él hace lo mismo -. Perdona que no te avisara con tiempo. ¿No oíste el mensaje que te dejé?



Una bombilla se encendió dentro de la cabeza de Alberto.



- ¿Qué… qué mensaje?



- Uno que te dejé en el móvil la otra noche… No me acuerdo muy bien, pero juraría que te dejé un mensaje. Ay…, acabé tan borracho… Lo mismo lo soñé y todo. Perdona entonces, es que no sé cómo me llegó aquello a la cabeza, creí que lo hice de verdad y avisé a todo el equipo, y al no recibir respuesta tuya…



- Podrías haberme llamado de nuevo…



- Sí, tienes razón. Podría…



- Entonces, lo de la otra noche, ¿no te acuerdas de nada?



- Hasta cierto punto.



- ¿Hasta cierto punto?,- el corazón de Alberto dio un vuelco.



- Lo último que recuerdo es un pequeño grupo de fans que no nos dejaban a los tres solos ni echándoles aceite hirviendo,- hace una pequeña mueca sonriente. Alberto respira aliviado. Aquello fue mucho antes de… bueno, de “eso” -. El resto de la noche está muy confuso. Lo siguiente que recuerdo nítido es despertarme a la mañana siguiente en mi casa, con un dolor de cabeza enorme. Eso sí que lo recuerdo, que estuve tres horas largas en la cama, sin poder levantarme,- otra medio sonrisa.



- Pero, ¿cómo recuerdas el mensaje…?



- Ya te he dicho que el resto de la noche está muy confuso. Y que creo que lo soñé, pero veo que no. De todas maneras, cuando me emborracho, digo y hago muchas tonterías. No hagas caso. Ya lo sabes para la próxima. Pero, mira,- Ángel se adelanta hasta Alberto, le rodea con su brazo por los hombros y lo lleva hasta la puerta -, aprovecho para avisarte con tiempo. Cógete las vacaciones la semana que viene, ¿vale? Vete a la playa, a la montaña, ¡a donde quieras! Y llévate a Gloria contigo.



- Pero, ¿no te acuerdas de nada más de anoche?



Ángel niega.



- ¿Hice algo que deba acordarme?



Alberto se le queda mirando. El terror que describían los ojos del joven contrastaban con la inocencia de los del catalán.



- ¡No, no! No… Nada…



- Seguro que hice alguna tontada. Perdóname, pero tengo un mal vino,- se disculpa -. Ya te he dicho que cuando bebo mucho, hago muchas tonterías. Espero que no acabáramos en comisaría,- sonríe.



Ángel se despide de Alberto, volviendo al despacho. Alberto vuelve a su mesa, pensativo y sombrío.



- No fuimos a comisaría,- piensa -. Pero casi.

martes, 21 de junio de 2011

CAPITULO 45

Alberto había estado pensando en aquello todo el fin de semana. Sobre todo, el beso. Trató de que no le afectara en su relación con Gloria, pero cada vez que la veía, no podía evitar recordar el beso de Ángel. Pero ya había pasado el fin de semana y llegó el lunes. Y no sabía qué le ponía más nervioso, porque ese mismo día se iba a encontrar con Ángel cara a cara, y no sabría cómo reaccionar. Es verdad que Ángel estaba borracho cuando le besó, y seguro que no recordaría gran parte de la noche, incluido… Pero cuando aparcó el coche no se atrevió a salir. Recordó el mensaje que le dejó Ángel en el móvil. Que no fuera el lunes a trabajar. ¿Lo dijo de verdad o seguía siendo el alcohol el que lo dijo? Alberto se convenció a sí mismo de que Ángel no sabía lo que decía, entre el alcohol y los remordimientos… Pudo haberle llamado durante el fin de semana, pero no se atrevió. Era mejor hablarlo en persona. Así que bajó del coche, llegó hasta la puerta, se paró, tomó aire y abre la puerta.

- ¡Alberto!,- una voz le llama a su espalda. Alberto se vuelve -. ¿Qué haces aquí?

El rostro de Galindo expresaba una enorme sorpresa. Alberto deja sus bártulos en la mesa.

- Pues… trabajar.

- Pero, ¿tú no…?,- Alberto vio por detrás de su compañero pasar a Ángel. Alberto le sigue, sin despedirse de su amigo.

Quiso llamarle, pero sin saber por qué, su voz no salía, se quedaba atascada en su garganta. Era mejor llegar hasta él. Justo cuando estaba a su lado, que podía tocarle el hombro tan sólo estirando el brazo, algo le toca a él el hombro.

- ¡Alberto! ¿Cómo tú por aquí?

Alberto se da la vuelta un segundo para ver a su interlocutor, cuando vuelve a buscar a Ángel, pero ya ha desaparecido.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- ¿Por qué todos me decís lo mismo hoy?,- el tono de Alberto denotaba una palpable irascibilidad.

- ¡Bueno, chico! No tienes por qué ponerte así…

- Perdona Dani… Es que… No es nada.

- ¿Estás bien?

- ¿Yo?,- por un segundo se vuelve de nuevo a buscar a Ángel, como esperando que en ese momento apareciera, pero no fue así -. Sí. Estoy bien.

- Te decía que qué haces aquí. ¿No te habían dado vacaciones?

- ¿Vacaciones? ¿Yo? Si este año no me corresponden.

- Pues Ángel nos ha dicho que…

Alberto no le deja terminar. Más bien, deja de escucharle en ese momento. Recuerda el mensaje. Era verdad. Ángel le dio vacaciones. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Era la forma que tenía Ángel de enfrentarse a las cosas: huyendo? Siempre se ha dicho que los problemas se solucionan hablándolo con alguien, y es lo que necesitaba Alberto: hablarlo con Ángel. Era un tema delicado, pero no podían estar toda la vida rehuyéndolo. Pero, si Ángel recordaba el mensaje, ¿también se acordaría de…?

- Dani,- responde Alberto -. ¿Dónde está Ángel?

- Creo que en el despacho.

Alberto comienza a caminar, decidido y con paso firme, en dirección al despacho de Ángel. Tenían que hablarlo sea como sea. En su mente comenzaba a representarse la conversación, pero, a la hora de la verdad… Tenía el despacho a pocos metros delante suyo. Podía ver claramente a través de la cristalera a Ángel delante del ordenador. Llega hasta la puerta. Ya sólo quedaba llamar, pero no se podía mover. Le temblaba el pulso. Las palpitaciones le mareaban. El corazón le latía con tanta fuerza que pareciera salírsele del pecho. El sudor comenzaba a adherir la ropa a su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, buscando un pequeño ápice de acción. Entonces, la puerta se abre y se encuentra con Ángel cara a cara.

sábado, 18 de junio de 2011

CAPITULO 44

No sabía cómo, pero ya estaba en casa. Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que sus pasos le llevaron hasta el lugar donde no quería ir. Abrió la puerta con duda. Estaba todo oscuro. No encendió la luz, para que no notaran su presencia. Y por eso se tropezó un par de veces con el mobiliario. Llegó hasta el dormitorio. Ahí estaba ella, durmiendo. Alberto se acercó hasta ella. Se arrodilló a su lado y se quedó mirándola, como si de una visión angelical se tratase. A pesar de que estaba de espaldas a él, Alberto imaginó su rostro sereno, durmiendo. Lo vio tantas veces al despertar… Y no pudo evitarlo más.



- ¿Alberto?,- preguntó Gloria, adormilada, tras el beso que él le dio en la sien.



- Perdona si te he despertado…



- ¿Qué hora es?,- Gloria se vuelve para ver el reloj de la mesilla.



- Es muy tarde, lo sé. Y lo siento,- Alberto comienza a desnudarse.



- ¿Qué haces?



- Pues… cambiarme para meterme en la cama.



- Hoy no,- Gloria vuelve a acomodarse en la cama para volver a dormir.



- ¿Hoy no?,- Alberto sonríe, sonrojado -. Tranquila, que a mí hoy tampoco me apetece…



- No, no es eso. Es mejor que duermas hoy en el otro cuarto, o en el salón. Tenemos visita.



- ¿Visita?,- Alberto mira el otro lado de la cama -. ¿Qué hace aquí?



- No la despiertes. Fátima necesita que sepa que no está sola, así que esta noche duerme conmigo. Mañana ya veremos cómo se levanta. Por cierto, ¿qué tal con Ángel? ¿Has descubierto algo? ¿El por qué lo han dejado? Fátima no ha soltado prenda en toda la tarde.



- No… No ha dicho nada tampoco…



- Bueno, mañana hablamos. Buenas noches, cariño,- Gloria acabó siendo conquistada por el sueño.



Alberto la mira durante unos instantes en silencio. Si ella supiera… Si las dos supieran… Alberto toma su chaqueta y su camisa y sale del cuarto, en silencio. Al llegar al salón, deja la ropa sobre una silla y se sienta en el sofá. Tenía el móvil entre las manos. Había recibido un mensaje mientras volvía a casa, pero no se atrevió a abrirlo. Al ver el remitente le dio miedo descubrir cualquier cosa, aunque ya se imaginaba lo que era. Pero tenía que asegurarse.



- Alberto,- la voz de Ángel sonaba triste -. Esto… per… perdona por lo de antes… No era yo, ¿vale? Es el alcohol, que me… me… pues eso…,- era la primera vez que Ángel no sabía excusarse como sólo él sabía: con ironía -. Es que cuando el alcohol se me sube, pues… ya sabes… me vuelvo muy tonto… y…,- durante unos segundos, Alberto pudo oir a Ángel tomar aire y respirar jadeante, como si tratara de calmarse por algo -. Mira Alber, el lunes no vengas a trabajar, ¿vale?



La voz del contestador recordándole que no tenía más mensajes le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué no fuera el lunes a trabajar? ¿Por qué? ¿Ángel le ha despedido así, sin más? ¿Por que no le correspondió? ¿O es que Ángel se siente tan mal por el beso que si se ven se va a incomodar? Para salir de la duda lo mejor es hablar con Ángel y que se explique, pero entre que era ya muy tarde, y que estaba muy reciente aún el incidente, Alberto prefiere dejarlo para más tarde. ¿Mañana? Mañana sigue siendo muy pronto, pero el tiempo ya dirá.

miércoles, 15 de junio de 2011

CAPITULO 43

- Per… perdona… No era mi intención, Alber… Yo… yo…



Ángel, nervioso, sin saber qué decir, termina por huir corriendo calle arriba. Alberto estaba parado en la calle. No sabía cómo reaccionar. Su amigo (y jefe) le acababa de besar. En plena calle. En la boca. ¿Se podría considerar aquello acoso?



- El alcohol. Todo es por el alcohol,- trataba de consolarse -. Pero… Todo lo que ha pasado esta noche… Lo de que Ángel y Fátima… Esa tercera persona… ¿Soy yo? ¡Oh, Dios! ¿Ángel ha dejado a Fátima por mí?,- Alberto, al tomar conciencia de aquello, se dejó hacer en el suelo. Seguía con los ojos abiertos de par en par, tratando de asimilarlo todo -. Esto… esto no me puede estar pasando a mí. No. ¿Y ahora cómo le voy a mirar a los ojos a Ángel a partir del lunes? ¿Cómo podré mirar a Fátima a los ojos? No podré… ¡Cielos! ¡Gloria! Como se entere se muere. Pero yo no… Yo la amo profundamente. Estoy muy bien con ella. Este beso no ha significado nada para mí. Nada,- sonreía nervioso, tratando de convencerse a sí mismo.



- ¡Alberto!



Aquel grito le hizo levantarse del suelo como accionado por un resorte. David le llamaba desde la puerta.



- Alberto, ¿qué hacías en el suelo?,- sonreía sin comprender -. ¿Tanto se te sube la cerveza?,- ríe. Se acerca -. Oye, ¿y Ángel?,- Alberto comenzó a notar cómo un sudor frío le calaba la camisa -. ¿Se ha ido a casa?



- Em… Sí… sí…



- ¿Por qué?



Alberto se quedó en blanco de nuevo. David le mirada fijamente. Comenzó a tener la sensación de que aquella escena se le quedó grabada en la mirada y cualquiera podría verlo en sus ojos.



- Sigue pensando en Fátima, ¿verdad?



- Sí… sí… Es eso… Sí…



- ¡En fin! Pues entonces seguiremos sin él…,- David se da la vuelta para volver al bar.



- David…,- David se da la vuelta -. Esto… Que yo… Yo también me voy a casa…



- ¿Tú también? No me hagas esto…



- Lo siento. Me siento algo cansado ya…



- Bueno, pues entonces ya no tiene sentido seguir de fiesta, ¿no? Pedimos un taxi y…



- Yo mejor me voy andando. Necesito que me dé un poco el aire…



- ¿Cómo? Bueno, como tú quieras,- David llama toma su móvil y llama a un taxi para que le recoja. Alberto se pone en camino hacia su casa. Necesitaba estar solo en esos momentos para poder pensar en el beso de Ángel. Pero su móvil le saca de sus pensamientos.

lunes, 13 de junio de 2011

CAPITULO 42

La noche seguía su curso. Y los tres amigos seguían el suyo. Yendo de bar en bar y de discoteca en discoteca, viviendo esa noche como si fuese la última, no pensando en otra cosa que no fuera divertirse. Alguna gente les reconocía, y ellos, halagados, se dejaban sacar fotos. Hasta algunas muchachas intentaron cortejarles, pero los tres respetaban sus propios compromisos, aunque a alguno de ellos se le olvidase por un instante.



Ya pasaban de las cuatro de la madrugada y Alberto volvía de la barra.



- ¿Y Ángel?,- pregunta sorprendido a David, sentado en la mesa -. No me digas que ya se ha ido.



- Pues no sé. Me dijo que se iba un momento fuera, que necesitaba tomar el aire. Lo mismo se ha ido ya a casa.



Alberto deja las cervezas en la mesa y sale fuera de aquel bar. Al salir a la calle, se fijó en una figura sentada en un banco, a la luz de una farola. Alberto se acerca hasta ella, sentándose a su lado.



- ¿Seguro que estás bien?,- le pregunta, sin mirarle. Ángel asiente con la cabeza -. Si estás cansado, puedes irte a casa. No tienes por qué quedarte toda la noche con nosotros. Es comprensible. A tu edad el cuerpo ya no aguanta tanto y…



- Oye chaval, que sólo soy seis años mayor que tú,- responde Ángel, ofendido. Con la mirada parece matar a su compañero.



- Era una broma,- Alberto ríe. Pero despúes le pregunta, más serio -. ¿Qué te pasa? ¿Sigues pensando en si hiciste bien en dejar a Fátima?



- Déjalo,- responde secamente Ángel, dándole la espalda.



- Sé que es un momento difícil para vosotros dos, y que estás destrozado por ello, ya que hacíais muy buena pareja. Pero es mejor que lo hables con alguien. Parece que no, pero te aseguro que te sentirás mejor.- Silencio -. ¿Quién es esa otra persona? Porque nos dijiste que fue por una tercera persona. ¿Conociste a alguien en vacaciones?



- Alberto, no quiero hablar de ello, ¿vale?,- Ángel se levanta, enfadado.



- Ahora no, lo sé, pero mañana piénsatelo. Hazme caso. Si no lo haces, ¿cómo podrás divertirse las próximas veces?,- se adelanta hasta su amigo, poniénole la mano sobre el hombro -. Dime al menos que esta noche lo consultarás con la almohada.- Ángel avanza hasta la entrada del bar, sin decir nada. Alberto le detiene -. Ángel…



Alberto le hace darse la vuelta. Ve a su amigo llorar. De repente, siente cómo la sangre se le congela, cómo el corazón le da un vuelco. Jamás le había visto llorar. Alberto le mira a los ojos, tratando de saber el por qué de esas lágrimas, aunque ya lo sabía. Esa tercera persona… El dejar a Fátima, a quien tanto amaba… Era un dolor insoportable. Seguía inmerso en su mirada. Quería responderle, quería calmarle con la mirada. De repente, en un segundo, Ángel se abraza fuertemente a Alberto, desahogándose en su camisa. Alberto, al principio descolocado, termina por abrazarlo igualmente, pero más tímido. Así quedan durante unos instantes hasta que Ángel se separa.



- ¿Mejor?,- le pregunta Alberto, buscando su mirada.



Ángel se separa de su amigo, avergonzado.

- Perdona...,- tartamudea -. Yo no soy así... El alcohol...

Avanza hasta la puerta del bar. Justo al llegar al vado, se para, se da la vuelta y corre hasta su amigo, a quien besa profundamente en los labios.

sábado, 11 de junio de 2011

CAPITULO 41

- Ya era hora de que vinierais,- ríe Alberto.



Los chicos habían ido a un bar esa noche para celebrar la llegada de Ángel. Alberto y David se estaban divirtiendo, pero Ángel estaba más serio.



- ¿Por qué lo dices?,- Ángel no apartaba la mirada de su botella de cerveza. Estaba apoyado en la barra, jugueteando sin ganas con la botella.



- Hombre, porque ahora me toca a mí cogerme vacaciones,- ríe Alberto. Al notar a su amigo apático, le pone una mano en el hombro -. Ángel, ¿y esa cara? ¿Te pasa algo?



- No, nada…



- Fátima, que te conozco como si fueses mi hermana.



Gloria, Fátima y Tamara estaban en casa. Así lo quiso Gloria. Sabía que a su amiga la pasaba algo y cuando los chicos decidieron salir esa noche, llegó su oportunidad de hablar con su amiga.



- De verdad, no me pasa nada,- la falsa alegría con la que trataba de disimular la tristeza de sus ojos la delató.



- ¿Es por Ángel?,- la mira a los ojos -. ¿No lo arreglásteis?



- Sí. Sí lo arreglamos,- una lágrima a punto estuvo de salir de sus ojos.



- Pero veo que no como lo esperabais…



Fátima hace una mueca que vagamente recordaba a una sonrisa.



- Pero, ¿qué me dices?,- David no se creía lo que su amigo le estaba contando.



- Que sí, que Fátima y yo lo hemos dejado,- Ángel seguía sin poder apartar la mirada de la cerveza, porque no soportaba mirar a sus amigos a los ojos. Se sentía sucio y despreciable.



- ¿Por qué?



- Es… una larga historia,- Ángel les da la espalda para que sus amigos no lo vean llorar.



- Cuéntanosla,- Alberto puso su mano sobre el hombro de Ángel. Éste notaba la comprensión de aquel gesto y, limpiándose la lágrima que recorría su rostro, se vuelve.



- Veréis…,- Fátima toma aire, más para no sufrir un ataque de ansiedad que para armarse de valor -. ¿Te acuerdas cuando hablamos por teléfono de cuando Tamara y David se iban a casar?,- Gloria afirma con la cabeza, todavía con el asombro en su mirada -. Te dije que Ángel llevaba tiempo sin tocarme… Bueno, pues a los pocos días volvió a ser él,- Fátima sonríe, sonrojada -. Pero seguía sintiéndole raro. Entonces se lo pregunté. Le dije que qué le pasaba, que llevaba todas las vacaciones raro, como ausente…



- La dije que era por el estrés del programa y eso,- Ángel se explicaba, pero con la mirada al suelo -. Que en unos días volvería a ser el de siempre, pero era mentira. Ella lo sabía, pero nunca me preguntó directamente. Y yo no quería decirla la verdad. No quería romperla el corazón. Es una chica muy guapa, simpática… Si ella llegara a sufrir por mi culpa, jamás me lo perdonaré. Pero al final se lo tuve que decir. Era mejor que supiera la verdad a tener que engañarla a ella… y a mí.



- Ángel me confesó que estaba enamorado de otra persona…,- una lágrima asoma por los vidriosos ojos de la sevillana.



- ¿Cómo?,- Gloria y Tamara no salían de su asombro.



- Como pille al enano ese…,- Tamara se volvió, enfurecida.



- Tamara, tranquila,- Fátima la calma -. Lo hablamos los dos y decidimos darnos un tiempo. Eso sí, Ángel fue muy tierno conmigo en ese momento…,- sonríe.



- La dije que era la chica más guapa que conocí y que, si no íbamos a ser pareja, que podríamos ser amigos. Y que si algo o alguien la tratara igual o peor que yo ahora, que me lo dijera, que se iban a enterar.



- Pero, ¿quién es la otra persona?,- Alberto le pregunta, curioso. Ángel le mira fijamente a los ojos.



- No es el momento,- susurra Ángel.



- Bueno,- David les interrumpe -. Olvidemos esto, por ahora. ¿No habíamos salido para divertirnos? ¡Pues hagámoslo! Mañana podemos seguir hablando más tranquilamente, que este no el sitio y el momento. ¡Jefe, otras tres cervezas más!



Alberto le rodea por los hombros.



- Ángel, quiero que sepas que nosotros estaremos siempre aquí, y si quieres hablar, nos puedes llamar cuando quieras, sean las diez de la mañana, las cinco de la tarde o las tres de la madrugada. Nosotros estamos abiertos 24 horas para ti,- Ángel contesta con una amarga sonrisa.



- Gracias, Alberto.

viernes, 10 de junio de 2011

CAPITULO 40

- ¿Dónde están?



Alberto y Gloria trataban de buscar algo, pero entre tanta gente era imposible.



- Ya verás cómo al final han llegado antes,- el tono recriminatorio de Alberto la hizo volverse.



- Encima eso, tú échame la culpa.



- Hace más de una hora que yo ya estaba listo, pero como aquí la señorita tarda tres horas en arreglarse… Bueno, y eso que sólo es para venir aquí, que si se tratara de una cena o algo elegante…



- Déjame,- Gloria vuelve a su búsqueda.



- ¿Ya han llegado?



Aquella voz les hizo volverse. Támara y David llegaban junto a ellos, jadeantes.



- Perdonad el retraso,- la falta de aire hacía hablar a David a trompicones -, pero nos ha surgido algo a última hora que…



- No pongáis excusas,- responde Alberto -. Si ya sabemos que aún sois como recién casados.



Tamara y David se miran, sonrojados y avergonzados.



- ¡Ahí! ¡Ahí están!,- exclamaba Gloria, excitada, mientras agita su brazo por encima de su cabeza. De entre toda aquella muchedumbre, aparece Fátima, corriendo, para fusionarse en un gran abrazo con sus amigas. Igualmente, Ángel saluda a Alberto y a David, al cual saluda más afectuosamente.



- Que ya me han contado que tú y Tamara…,- sonríe maliciosamente. David agacha la cabeza, tímido.



- Sí… Bueno…,- trata de explicarse -. Fue un arrebato… Por cierto, a ver si vosotros me imitáis, ¿eh?,- ahora son los otros dos los que se sonrojan.



- Yo es que soy muy joven para pensar en ello,- se excusa Alberto.



- Y yo muy viejo,- ríe Ángel.



- ¡Bueno…!,- exclama Gloria -. Y dinos, Fati, ¿qué tal las vacaciones?



- ¡Muy bien!



- ¿De verdad?,- la pregunta de Gloria dejaba entrever otros asuntos.



- Sí, de verdad.



Pero Gloria no estaba contenta con esa respuesta. El tono de voz y el gesto de la cara de su amiga no concordaban.

miércoles, 8 de junio de 2011

CAPITULO 39

Le temblaba la mano. No sabía si por las lágrimas o por el miedo. El reflejo del espejo seguía sin gustarla. El pintalabios coloreaba su boca, saliendo de sus límites. La sombra de ojos caía gota a gota de sus llorosos ojos. El hipo comenzó a hacer mella en ella. Entonces, cambia el pintalabios por la maquinilla de Ángel. Con mano temblorosa la mira fijamente, luego se vuelve a su reflejo en el espejo y, con una mezcla de pánico y desesperación, comienza a pasar, fuerte pero lentamente, el filo por su rostro, dejando tras de sí un rastro de gotas de sangre. La tristeza se apoderó definitivamente de ella. Y seguía sin gustarla el reflejo del espejo.



Fátima abre los ojos sobresaltada. Se incorpora y se palpa en rostro, asustada. Al ver su imagen reflejada en el espejo del dormitorio respira aliviada.



- Fue sólo una pesadilla,- murmura.



Pero nota el otro lado de la cama vacío. La angustia comienza a acosarla de nuevo. Se pellizca en el brazo, pensando que sigue soñando, pero el dolor es demasiado real. Quiere llamarle, pero teme que no le responda. Teme que no esté con ella.



- Ángel…,- la voz sale tímida de su garganta. No obtiene respuesta -. Ángel…,- las lágrimas apenas la dejan hablar. Fátima se tumba, desconsolada.



- ¿Te pasa algo, cielo?



Aquella voz la hace volverse hacia la puerta. Ahí estaba él, en el vano de la puerta, limpiándose las manos con un trapo. Fátima le ve, como si de un sueño se tratara. Estaba tan guapo en camiseta… Al verla llorar, Ángel se asusta y corre hacia ella. La abraza fuertemente.



- ¿Qué te pasa, cariño?,- le pregunta, angustiado -. ¿Por qué lloras?



Fátima no contesta, tan sólo le abraza. Ángel se separa y la mira a los ojos.



- Dime qué te pasa, cielo.



- No es nada, Ángel…,- solloza Fátima, algo más tranquila. No sabe por qué, pero los ojos de Ángel siempre la calmaban mágicamente -. Pensé que…



- ¿Qué no estaba contigo?,- Ángel sonríe tiernamente -. ¿Sigues con lo de ayer? Fátima, yo te quiero y nunca en la vida me separaré de ti.



- Pero…



- Ya te dije anoche que todo esto que nos ha pasado… bueno, que me ha pasado, es porque tengo muchas cosas en la cabeza, y por el estrés del programa, pero tú no te preocupes, ¿vale?,- y la besa en la frente.



- ¿Dónde estabas?



- En la cocina, preparándote el desayuno… Ups… Era una sorpresa,- y Ángel forma una mueca en su rostro que hace sonreír a Fátima. Ángel la ve y sonríe -. ¿Mejor?,- Fátima afirma con la cabeza -. Pues ahora lo vas a estar más,- y, entre besos y caricias, la tumba en la cama mientras él se pone encima de ella.

lunes, 6 de junio de 2011

CAPITULO 38

- ¿No te gusto?



Aquella pregunta le hirió en lo más profundo. Ángel no sabía el por qué de esa pregunta, por qué Fátima de repente se puso a llorar esa noche y a lanzarle aquella pregunta. Fátima era realmente bella, quizá, si no la más hermosa, si una de las chicas más guapas que él jamás conoció. ¿Por qué, entonces, una chica tan espectacular le hizo esa pregunta?



- ¿No te gusto?



Las lágrimas y la aspereza de su voz hicieron más amarga la pregunta. Ángel trataba de responderla con la mirada, una mirada de compasión, pero Fátima no sabía leer en los ojos.



- Fátima,- dijo al fin -. Eres sin duda la chica más guapa del mundo. Eres hermosa, eres simpática, lista… Eres todo lo que un hombre busca en una mujer. ¿Cómo es que me haces esa pregunta?



- Ángel, llevamos todas estas vacaciones juntos, y apenas me has tocado. ¿Es que ya no te atraigo? ¿Ya no soy guapa para ti?



- Fátima,- le susurra mientras le coloca el cabello tras la oreja -. Te acabo de decir que eres la chica más guapa del mundo. ¿Cómo piensas ahora si eres fea?



- Pero no me has tocado apenas desde que empezaste tus vacaciones…



- ¿Es por eso?,- Ángel se sorprendió -. Tranquila, es que tengo muchas cosas en la cabeza… Pero si estás triste por eso…,- Ángel termina la frase poniéndose encima de Fátima, pero ella se aparta, dándole la espalda, sumida en su tristeza.



- No hace falta que lo hagas si no te apetece…



Ángel la abraza nuevamente por la cintura, pero Fátima le aparta la mano.



- No te enfades, cariño,- responde Ángel -. Ya te he dicho que es que tengo muchas cosas en la cabeza. Perdona si estas no eran las vacaciones que esperabas, pero te prometo que te compensaré. Te lo juro,- la besa en la mejilla para después acostarse, dándole la espalda. Fátima llora en silencio.



- Te lo juro,- repite Ángel, esta vez para sí.


domingo, 5 de junio de 2011

CAPITULO 37

Ángel estaba tumbado en la cama. Fingía dormir. En realidad, llevaba toda la noche en vela. No conseguía coger el sueño. Había oído a Fátima sollozar a su lado. También la notó levantarse e irse de la habitación.



- Ángel,- se decía a sí mismo -. Eres un capullo, un gilipollas. No tienes perdón de Dios. ¿Cómo se te ocurre hacerle eso a Fátima? ¿Por qué la haces llorar? Una chica tan guapa y tan simpática no se merece pasar por esto. ¿Por qué lo haces?



Una musiquilla le hace volver a la realidad. Proviene del baño. Era el móvil de Fátima. Se lo había llevado al baño con ella. Seguro que ahora se lo estará contando a alguna de sus amigas. Y no la culpa. Él también lo habría hecho.



Mientras seguía inmerso en sus pensamientos, nota la puerta de la habitación abrirse. Al poco, el colchón de la cama se hunde. Estaba de espaldas, pero podía notar cómo la triste mirada de su chica se clavaba en su nuca. Sentía cómo esa mirada la dañaba en su alma, le partía el corazón y le hacía sentirse cada vez más pequeño.



- Venga, Ángel,- se decía a sí mismo -. Pregúntala. No seas cafre y hazla ver que la importas.



Ángel quería hablarla, volverse hacia ella para mirarla a los ojos, esos hermosos ojos azules, pero algo invisible le inmovilizaba, hasta que…



- Fátima…,- murmura, sin moverse. La voz le fallaba -. Fátima, ¿qué te pasa?



Fátima daba la callada por respuesta.



- ¿Fatima?



Fátima fingía dormir, dándole la espalda, pero las lágrimas que emanaban de sus ojos la desvelaban. De repente, nota cómo el brazo de Ángel la rodea la cintura. Aquel gesto la hizo derrumbarse más, dejando que su pareja confirmara la tristeza de la que era presa.



- Fátima,- la susurra al oído -. No sé por qué estás así, ni sé si soy yo el culpable o no. Tan sólo quiero que sepas que estoy contigo, que soy más que tu novio. Soy tu amigo. Si estás alegre, dímelo. Si estás cansada, dímelo. Si estás triste, por favor, dímelo. ¿Por qué estás así?



Fátima se da la vuelta. Sus tristes ojos se encuentran con la mirada penitente de Ángel. Fátima sólo la sostiene un par de segundos antes de estallar, abrazándose a él, dejando que sus lágrimas empapen el pecho de su compañero.

sábado, 4 de junio de 2011

CAPITULO 36

Fátima estaba en el baño, sentada, tapando su rostro gacho con sus manos. Al levantarlo, se ve reflejada en el espejo del lavabo. Su vidriosa mirada se clavaba cada vez más en su alma.



- ¿Por qué a mí?,- se repetía a sí misma -. ¿Por qué a mí?



Finalmente, se incorpora, se adelanta al lavabo, abre el grifo y se refresca la cara. Tras dos lavados, se apoya en el lavabo, cabizbaja. Al poco, vuelve a mirarse en el espejo. Se quedó absorta observando su reflejo, como si la respuesta a su anterior pregunta estuviera oculta en esa imagen. Pero esa búsqueda se vio interrumpida por una característica música. Fátima observa su móvil, sonando y vibrando a su lado. No reacciona, tan sólo lo observa. Mira el número de la pantalla. No se atreve a contestar, pero su brazo se adelanta hasta el teléfono, lo toma y se lo acerca al rostro, no sin antes limpiárselo con las manos.



- ¿Sí?,- su voz apenas sale de su garganta.



- ¡Fati!,- la voz jovial de Gloria contrastaba en demasía con ella -. ¡Tengo una gran noticia que darte!



- ¿Dime?,- Fátima finge sonreír, aun sabiendo que no la ven.



- Es que es muy fuerte… ¡Es Tamara!



- ¿Qué la pasa?



- ¡Que David la ha propuesto matrimonio! ¡Que se nos casa, Fati! ¡Que se nos casa!



Fátima no evita sollozar.



- ¿A que es precioso?,- la voz de Gloria también comienza a fallar por la emoción.



- Sí, muy bonito,- las lágrimas conquistan el alma de Fátima.



- No llores, Fati. Que luego lloro yo, y nos vamos a pasar así toda la noche,- Gloria tampoco podía fingir más -. ¿Fátima? ¿Sigues ahí?



Fátima no podía seguir hablando. Era demasiado para ella. Aquella noticia había conseguirlo deshacerla por completo y desarmarla ante el exterior.



- ¿Fátima?,- Gloria había olvidado ya la noticia de la boda de su amiga -. ¿Te pasa algo?



- No, no es nada…,- Fátima intentaba por todos los medios evitar que la descubrieran, pero era imposible.



- Cuéntamelo,- Gloria se había vuelto seria de repente.



- Verás… Es que…,- una lágrima volvió a asomar por sus ojos -. Gloria. Es Ángel.



- ¿Qué le pasa?



- No me ha tocado.



- ¿Cómo? No te entiendo. ¿A qué te refieres?



- Pues eso. Que durante estas semanas que llevamos de vacaciones no me ha tocado ni un pelo. ¿Crees que ya no le gusto?



- ¡Estás tonta! ¿Cómo no le vas a gustar?,- Fátima hace un amago de sonrisa -. Fátima. Escucha lo que te digo. Si yo fuera lesbiana (que no lo soy), estaría contigo siempre y no te dejaría sola ni un momento. Si Ángel no te hace caso, pero para él. ¡Que le den! Eso es que no te merece. El mar está lleno de peces. No te conformes con una sardina.



- ¿Crees que porque estemos tanto tiempo juntos, ya no me arreglo tanto y me ve fea?,- Fátima se miraba en el espejo, asqueada.



- Si Ángel te ve fea es porque necesita gafas,- Fátima consigue sonreír plenamente -. Oye, ¿no estará ahí contigo, verdad?



- No. Está en la cama. Yo me he metido en el baño.



- Pues sal de ahí y vete con tu hombre. Y si ahora se te insinúa, le pagas con su misma moneda.



- Eres muy mala, Gloria,- sonríe Fátima.



- Nadie le hace daño a mi amiga,- respondo Gloria -. Y si cuando volváis, seguís igual, le diré a mi Alberto que hable con él.

miércoles, 1 de junio de 2011

CAPITULO 35

Alberto y Gloria sonreían divertidos. Tamara les respondía con una mirada asesina.



- No te preocupes, Tamara,- responde David -. Lo necesitada. Ya me tocaba ducharme.



David estaba en casa con ellos. Vestía un pijama que Alberto le había prestado. David seguía frotándose la cabeza. Los cabellos alborotados le hacían parecer más atractivo de lo que realmente era. O así pensaba Tamara. No sabía por qué, pero era así. Ella le ayudaba a secarse.



- Malditos vecinos…,- murmuraba Tamara -. Mañana les armaré una buena.



- Tranquila, no hagas nada,- responde David -. Aunque, a decir verdad, tus vecinos tienen razón. No son horas de rondar a nadie,- sonríe -. Me merezco este chapuzón. Por cierto Alberto, gracias por prestarme la ropa. Mañana te la devuelvo.



- No hace falta,- contesta Alberto, sin dar importancia al asunto -. Te lo puedes quedar si quieres. De todas maneras, no tenía pensado usar pijama estos días…,- y mira picante a Gloria, quien se sonroja.



- Ahora que lo dices…,- David mira a Tamara -. A lo mejor te lo devuelvo esta noche…,- Tamara agacha la cabeza, sonrojada.



- Por cierto, David,- Gloria les interrumpe -. ¿Qué era eso que le querías preguntar a Tamara?,- la sonrisa pícara de Gloria se contrapone con otra mirada de basilisco de su amiga.



- Gloria, creo que es mejor que les dejemos solos,- Alberto intenta llevarse a su novia del salón.



- Pero yo quiero saber qué…



- Creo que es mejor que estén los dos solos y tranquilos, sin que nadie se meta,- Alberto logra, a duras penas, llevarse a Gloria fuera.



Cuando Alberto cierra la puerta, David mira a Tamara, la cual vuelve a bajar su mirada, tímida.



- Tamara…,- le dice David -. ¿Qué me contestas?



- ¿Sobre qué?,- la timidez de Tamara la hacía hablar en un hilo de voz.



- Sobre lo de antes.



- Pues… ¿Cuál era la pregunta?



- ¡Tamara!,- ríe David -. ¿No me digas que no lo has pillado?



Tamara vuelve el rostro, avergonzada.



- No te pongas así, cariño,- le vuelve el rostro para mirarle a los ojos -. Además, lo sabes perfectamente…,- le susurra.



- Pero, ¿cuál es la pregunta? A ver si voy a contestar lo que no es…



David la mira fijamente a los ojos. Brillaban de una manera tan feérica, casi mágica. Parecieran casi de cristal. David sonreía condescendiente. Tamara estaba muy nerviosa, sabía de lo que hablaba David, pero tenía miedo, sin saber por qué, pero esa sonrisa la tranquilizaba mucho.



- ¿Quieres casarte conmigo?