viernes, 29 de julio de 2011

CAPITULO 55

Alberto veía la película que estaban emitiendo esa noche por la televisión, pero no le prestaba atención. A pesar de ser objetivamente muy entretenida, no le prestaba ni un mínimo de su atención. Ni siquiera a Gloria, quien estaba acurrucada a su lado.



- ¿Me estás escuchando?,- aquella pregunta le hizo volver en sí.



- ¿Eh? ¿Qué?,- murmura, despistado, Alberto -. Sí, Gloria. Sí.



- ¿Se puede saber qué te pasa hoy, que estás muy distraído?



- No es nada, cariño. Veamos la película.



- Alber, la peli acabó hace diez minutos. Te estaba diciendo que me iba a la cama. ¿Me cuentas qué te pasa?



- No es nada, en serio.



- Alberto Casado. Tú me estás escondiendo algo. Y no creas que no lo sé, que llevas toda la tarde así de ido. Que esta noche has usado el tenedor.



- Eso no tiene nada de anormal.



- Excepto que para cenar había vichisssoise.



- Ah… murmura Alberto, volviendo a sus pensamientos.



- Alber, dime qué te pasa.



- ¿Y cómo se lo digo?,- piensa Alberto, mientras la mira a los ojos -. Seguro que pone el grito en el cielo y se enfada conmigo. Me dirá que lo que me falta de vivaz, me sobra de bueno.



- ¿Y bien?



- Vale, te lo digo. Pero antes prométeme que no te enfadarás.



Gloria responde dando un suspiro de claro carácter estoico, mientras se lleva la mano al rostro y cierra los ojos.



- Verás… El caso es que… Ángel…



- Ángel,- repite Gloria, sin cambiar su gesto -. Tenía que ser él.



- El caso es que…,- Alberto empezó a tener miedo de seguir. Se imaginaba ya a Gloria gritándole e increpándole que no sabe decir que no, que al ser su jefe se aprovechaba mucho de él -. El caso es que… me ha pedido que le sustituya los viernes…



- ¿Los viernes?,- el tono de sorpresa de la pregunta de Gloria descolocó a Alberto -. ¿Y por qué precisamente los viernes? Un momento… ¿Qué ha pasado? ¿Acaso Ángel deja el programa? No, si lo dejara, te habría pedido sustituirle toda la semana, claro…,- Gloria comenzó a hablar para sí misma.



- Pues… Es que tiene muchas cosas encima, pero le falta tiempo, y quiere librar los viernes, y me ha pedido que le sustituya. Como funcionó el que yo le sustituyera en verano, pues ha pensado en eso. Pero nadie más lo sabe, ni siquiera los de arriba. Lo va a mirar como si fuese un experimento. Hasta que yo no le diga nada, él no hará nada.



- ¿Y qué le has dicho?



- ¿Tú que prefieres?



- Es un gran paso en tu carrera,- Alberto no se creía lo que le oía decir su futura esposa -. El que Ángel confíe tanto en ti en muy buena señal. Eso es que eres su favorito, su sucesor natural. Él te ve como su alumno más aventajado. Todo esto quiere decir que cualquier cosa que él haga, será pensando en ti. Le habrás dicho que sí, ¿no?



- Pues… pues sí,- Alberto seguía sin salir de su asombro.



Gloria se abalanza sobre él para abrazarlo y cubrirle el rostro con multitud de besos.



- ¿Y esto era lo que me estabas ocultando toda la noche? ¿Por qué?



- No sé… Tenía miedo de que te lo tomases a mal y te enfadaras.



- ¿Enfadarme yo? ¿Por que asciendas? ¡Claro que no!,- ríe Gloria mientras sigue besando a su compañero.

domingo, 24 de julio de 2011

CAPITULO 54

- Es Dani.



- ¿Dani?,- Fátima la miraba con los ojos abiertos de par en par. Su mente se nubló por un instante. Gloria dibujaba una tímida medio sonrisa, pero su amiga no la percibía.



- ¿Cómo?,- pregunta Tamara -. ¿Qué Ángel y Dani…?,- Tamara se tapó la boca para ahogar un grito.



- ¿Dani?,- pregunta Fátima en un susurro -. ¿Seguro que es Dani?,- una lágrima ahogaba su voz -. Estás de broma. No es verdad, y tú lo sabes.



- No sé si será verdad de la buena, pero es lo que he podido sonsacarle a Alberto.



- ¿Alberto te ha dicho que Ángel dejó a Fátima por Dani?,- pregunta, sorprendida, Tamara.



- Bueno… No exactamente…



- Entonces no es verdad,- responde Fátima.



- No me lo dijo expresamente, pero según las pistas…



- ¿Qué pistas?



- Que era del programa.



- Lo mismo está con Patricia,- Tamara dibujaba una sonrisa mientras hablaba. Estaba sumida en sus pensamientos.



- No. No era ella. Lo pude ver en sus ojos. Y no queda otra opción que…



- Dani,- responde Fátima, resignada -. Es lógico. Se conocen desde hace muchos años. Son muy amigos. ¡Si hasta compartieron piso! Y en el programa... Vamos, que lo que se ve… Tarde o temprano tenía que aflorar aquello…,- Fátima afea una sonrisa con una lágrima.



- Pero, ¿no estás feliz?,- pregunta Gloria.



- Sí… Más o menos… Me alegro de que sea con Dani... O con Patricia tampoco me habría importado mucho… Pero estaría mucho más feliz si siguiéramos los dos juntos.



- ¿Y por qué no le reconquistas?,- le pregunta Tamara -. Nosotras te ayudamos.



- No, chicas. Muchas gracias, pero no. No creo que pueda recuperarle.



- ¡Qué dices! Ese hombre fue tuyo una vez. ¿Por qué no lo va a ser una segunda? Cuando vuelva Alberto, se lo comento, que seguro que nos ayuda.



- Pobre Alberto…,- responde Tamara -. Tienes al pobre chico atadísimo.



Gloria la da con un cojín del sofá mientras Tamara se ríe. Fátima se une, defendiendo a la murciana, hasta que finalmente las tres acaban en una batalla de cojines y risas.

miércoles, 20 de julio de 2011

CAPITULO 53

 - ¿Y bien? ¿Qué es eso tan importante que nos tienes que decir?



Ni un “buenos días”, ni un “hola”, nada. Ni siquiera un “hey…”. Cuando Gloria abrió la puerta se encontró con esa directa pregunta de Tamara. Se notaba cierto malestar en el semblante de su amiga. ¿Acaso tenía ya otros planes para ese día, más importantes que ir a ver a su amiga?



- ¡Ya era hora de que llegaras!,- le recrimina Fátima, desde el salón, cuando ve aparecer a Tamara -. Yo ya hace más de media hora que estoy aquí y no me ha querido decir nada.



- Quería que estuvierais las dos,- se disculpa Gloria.



- ¿Y bien?,- Tamara se sienta junto a Fátima. Gloria se sienta delante de ellas. Las dos la miran ansiosas. Gloria muestra una involuntaria sonrisa. Sus mejillas estaban encendidas en el punto máximo de rojez. Gloria permanecía con la cabeza gacha, tratando de esconder esa manifestación de alegría -. ¿Nos lo vas a decir ya o tendremos que esperar a que salga en las noticias?



- Pues casi, casi…,- murmura Gloria. Con los brazos en sus piernas, aferrándose nerviosa a su pantalón, toma aire un par de veces antes de contestar -. La Gloria que conocíais ya no existe. Se quedó en aquella playa. Y ha vuelto otra Gloria distinta…



- Cariño, no te entendemos,- responde Fátima.



Gloria las mira.



- Sabéis que Alberto se apellida Casado, ¿no?,- sus amigas asienten, sin comprender -. Pues… ¡Nunca antes una persona hizo tanto honor a su apellido!,- el rostro de éxtasis de Gloria contrastaba con las apatías mostradas por sus amigas. Gloria había pensado y ensayado aquel preciso momento toda la mañana. En su mente acababa en fiesta, bailes, canciones y toneladas de confeti. Pero la realidad era silencio y tranquilidad -. ¡Chicas!



- Es que…,- responde Tamara -. No te seguimos.



- ¡Tamara!,- exclama Gloria, enseñando su dedo anular -. ¡Que me unido a tu club!



Las dos amigas observan el dedo. Sus rostros comenzaron a dibujar una sonrisa, al principio tímida, pero al final amplia.



- ¡Que me caso!,- grita Gloria, histérica.



Las tres se levantan, saltan, gritan, se abrazan. Sólo faltaba el confeti.



- Por cierto, Fátima,- dice Gloria, tras varios minutos de saltos y gritos -. Ya sé quién fue…



- ¿Quién fue el qué?,- Fátima no comprendía -. ¿De qué hablas?



- De… lo de Ángel y tú…,- en cada palabra Gloria se sentía cada vez peor.



- Prefiero no saberlo…,- Fátima se entristece y vuelve el rostro.



- Creo que es mejor que lo sepas,- Gloria la toma de los hombros -. Hazme caso. Te va a gustar saberlo. En serio.

sábado, 16 de julio de 2011

CAPITULO 52

- Alberto,- le dice Ángel, mirándole fijamente a los ojos -. ¿Quieres presentar este viernes?



¿Presentar él? ¿Presentar el programa? ¿Cómo? ¡Claro que sí! Pero, ¿por qué? ¿Por qué el viernes? ¿Patricia tiene que ir a algún sitio? ¿O Ángel?



- ¿El viernes?,- pregunta Alberto, descolocado -. ¿Por qué?



- Es que… Verás…,- Ángel se separa de él, torpemente -. Estoy haciendo un montón de cosas: el programa, los monólogos, las giras… Además, tengo a mi familia a cientos de kilómetros de aquí… Claro que sería de prueba. Si ves que no puedes con ello, me lo dices tranquilamente y lo dejamos como antes. Pero me harías un gran favor. Ya has probado a presentar este verano, y lo hiciste realmente bien, en serio. Pero esto te lo pido yo como un favor personal. Si la cosa va bien, lo comento con los de arriba, a ver qué les parece, pero no he dicho nada a nadie para saber tu opinión. ¿Y bien? ¿Qué me dices?



Alberto se queda pensado. ¿Presentar él? ¿Los viernes? La verdad, él no sabía qué responder. La experiencia del verano fue excitante. Le encantó subir a co-presentador, pero no estaba hecho para ello. Pero al ver a Ángel pedírselo… No era más que un favor entre compañeros. Además, le acaba de decir que si no estaba cómodo presentando, que se lo dijera y en paz.



Ángel estaba ahí, mirándole fijamnete. Se podía ver cierta desesperación en su mirada. Alberto le miraba.



- ¿Y qué gano yo?,- le pregunta.



Ángel le mira, perplejo.



- ¿Que qué ganas tú?



Un momento… ¿Acaba de decir aquello? Alberto se echó las manos a la cabeza, figuradamente. ¿Por qué dijo aquello? Era su amigo. ¡Era su jefe! ¿Qué pensará Ángel ahora de él? ¿Que es un aprovechado? Un amigo siempre hace las cosas sin pedir nada a cambio, pero él lo ha preguntado.



- ¿Que qué ganas tú?,- repite Ángel, pensativo -. Pues… ¡la experiencia de presentar el programa!



- Ya lo hice en verano… Y perdona por la pregunta, no quería decirla. Olvídalo,- se levanta. Ángel le retiene.



- No, no te vayas,- le responde -. Es verdad que ya presentaste el programa en verano. Y esto no te aporta nada nuevo, salvo presentar con Patricia.



Ahí Ángel tenía razón. Lo único nuevo es que presentaría junto con Patricia. Él ya presentó en verano, pero con Pilar, y, la verdad, no había color. Patricia y Pilar eran muy diferentes entre las dos, a nivel de forma de ser, pero las dos igualmente válidas para presentar.



- Alberto,- continúa Ángel -. Tómalo como una prueba. Si funciona, seguimos. Si no, pues damos marcha atrás. ¿Y bien? ¿Qué me dices?

martes, 12 de julio de 2011

CAPITULO 51

De repente, Alberto se pone nervioso. Se había olvidado por completo de lo que le pasó con Ángel, pero al verle, y, sobre todo, por la petición de su amigo, volvió a recordarlo todo.



- Es que tengo que ir a grabar un sketch ahora y…



- Es sólo un momento. No te quitaré mucho tiempo.



Alberto, excusándose a sus compañeros, se acerca tímido hasta Ángel, quien le invita a pasar al despacho.



- Siéntate,- le dice Ángel, mientras cierra la puerta. Alberto obedece, y Ángel se sienta a delante.



- Verás…,- responde a media voz, cabizbajo -. He estado estos días pensando en algo…



- ¿Pensando en algo?,- Alberto comenzaba a pensar, oyendo atentamente el discurso de su amigo, analizando el tono de voz en que lo decía, y examinando sus gestos -. ¿Se ha acordado al final de…?



- No quiero que te sientas forzado ni presionado,- le mira a los ojos -. Si no te sientes cómodo con ello, dime que no y ya. No pasa nada.



- ¿Qué le diga que no?,- Alberto seguía dándole vueltas en su cerebro.



- Sé que me vas a pedir tiempo para pensarlo, y te lo daré. Pero no mucho.



Alberto notaba una gota de sudor bajando por su espalda.



- Además, quiero que sepas que nadie lo sabe. Tú eres el primero a quien se lo voy a decir…



- ¿Nadie?,- pregunta Alberto, en voz alta -. ¿Y Dani?



- Ni siquiera él.



- Pero, ¡sois amigos desde siempre! ¿Por qué no has acudido a él antes?



- Porque le conozco y sé que pondrá en grito en el cielo y hará cualquier cosa para que yo cambie de opinión.



- Si lo que me tienes que decir es una decisión muy importante, es mejor que se lo digas a él primero. Él te conoce mejor que yo, no en vano os conocéis desde hace muchos años. No digo que le hagas caso en lo que él te diga, pero sí que lo tomes en cuenta a la hora de decidir. Yo no…



- Alberto…,- Ángel se inclina hacia él, poniendo sus manos en sus hombros. Le mira fijamente. Alberto le mira. Su mirada le pone muy incómodo. Vuelve a recordar aquel beso que le dio hace ya unas semanas.

domingo, 10 de julio de 2011

CAPITULO 50

Llegó el lunes. Alberto entraba por la puerta de Globomedia sonriente y contento. Aquellas vacaciones le habían sentado muy bien, volvía lleno de energía para afrontar el reto diario que supone hacer un programa en directo.



Un sentimiento comenzó a inundar su ser cuando atravesó el umbral de la puerta principal de aquel edificio. Un sentimiento de felicidad y nostalgia. El típico sentimiento de volver a ver a los amigos después de unas vacaciones. Alberto no veía el momento de volver a ponerse al frente del ordenador. Aquel trabajo realmente le gustaba, y se sentía muy cómodo entre sus compañeros. Realmente se respiraba un agradable ambiente ahí dentro.



Se reencontró con sus compañeros, a quienes saludaba afectuosamente. Ellos le preguntaban siempre lo mismo.



- ¿Qué tal las vacaciones?



- Bien, muy bien,- responde siempre con una sonrisa -. He de decir que las necesitaba de veras. He podido descansar y desconectar un poco. Ahora he vuelto con las energías renovadas.



Y efectivamente estaba lleno de energía. Tecleaba sin cesar en su ordenador. Las ideas le llegaban tan rápidamente y tan seguidas que llegó a marearse un par de veces. Las anotaba aparte para luego explayarlas más tranquilamente en el ordenador.



- Alberto,- le llama uno de sus compañeros -. ¿Te importa participar en un sketch? Teníamos planeado que saliera Ángel, pero está ocupado con su guión. ¿Te importa salir tú en su lugar?



- ¿Qué tengo que hacer?



Cuando Alberto se dispone a irse a grabar el sketch, alguien le llama.



- ¡Alberto!



Alberto se vuelve, buscando a su reclamante. Ángel le llama desde la puerta del despacho.



- ¿Puedo hablar contigo un momento?

viernes, 8 de julio de 2011

CAPITULO 49

Alberto y Gloria pasaron el resto de las vacaciones como si de unos recién casados se tratase. Todo era risas, diversión y, sobre todo, mucho amor. No volvieron a sacar el tema de Ángel y Fátima, a pesar de la inicial insistencia de Gloria, pero Alberto supo esquivar el asunto hasta que a su chica se le olvidó. Y a él también.



Pero, como siempre ocurre, todo lo bueno se acaba. Llegó el último día de las vacaciones, y los dos estaban tristes y felices a la vez. Tristes porque ya se acababan las vacaciones, pero felices porque volverían con sus amigos. Alberto había preparado una noche por y para Gloria. La invitó a cenar a un restaurante a la orilla de la playa, con el mar resacoso escuchándose de fondo, una leve brisa marina que refrescaba el caluroso ambiente de la zona y con una brillante luna iluminando la playa. Pero la cena no fue como esperaban. Las comandas se retrasaban, el vino que pidieron estaba picado, y un ejército de molestos mosquitos no se separaba de ellos.



- Perdona por el desastre de antes,- comenta Alberto.



Como compensación a la “no-cena”, Alberto se llevó a Gloria a pasear por la orilla del mar. Iban cogidos de la mano, descalzos, con los zapatos en la mano. Los dos iban cabizbajos.



- Tranquilo,- responde Gloria -. Es muy difícil que todo salga como se planea. Si así fuese siempre, ¡qué vida más aburrida!, ¿no?



Gloria ríe. Alberto la mira y dibuja una medio sonrisa.



- Tienes razón,- responde Alberto, con cierta cohibición -. Yo tenía planeado no enamorarme, ¡mírame ahora! Si no te hubiera conocido, mi vida habría sido muy diferente. Habría sido… muy aburrida,- Gloria sonríe sonrojada mientras se abraza a él.



- Es preciosa,- comenta Gloria.



- ¿Quién?



- La luna. Llevo casi veinte años mirándola todas las noches y nunca antes me paré a observarla. Es realmente preciosa.



- Pero no más que tú,- responde Alberto, mirándola a los ojos.



- Eres tonto,- sonríe Gloria, bajando la mirada.



Alberto seguía mirando sus ojos. El reflejo de la luna los hacía brillar de un modo mágico, casi hipnótico. Para cualquiera, ese reflejo habría pasado desapercibido, pero para él era algo realmente hermoso. Podría ver el reflejo de la luna rielando sobre el mar, pero prefería descubrir ese satélite en la pupila de su amada. Entonces Alberto se para de repente delante de ella, la toma de las manos y se arrodilla.



- ¡Alberto!,- exclama, sorprendida, Gloria -. ¿Qué haces?



- ¡Ni yo mismo lo sé!,- responde, nervioso, Alberto



- Estás loco…,- Gloria ríe.



- Gloria, ya sé que llevamos juntos apenas un año, y que no nos conocemos, a pesar de que conozco todos tus gustos y tus debilidades. También sé que somos demasiado jóvenes para lo que voy a hacer ahora, pero no quiero seguir viviendo si no es a tu lado. Por eso quiero que sepas que te amo. Sí, te amo, Gloria. Y quiero que sepas que me harías el hombre más feliz del universo si me contestaras que sí.



Tras unos instantes en silencio, Gloria reacciona.



- Y, ¿cuál dices que es la pregunta?



- ¡Cómo! ¿No te la he dicho?,- Gloria ríe -. Tanta cháchara y tanta emotividad para luego olvidarme de lo más importante,- responde Alberto, cabizbajo y vencido. Gloria le levanta el rostro.



- No pasa nada, Alber. Venga, dímelo.



Alberto empezó a ponerse nervioso. Otra vez el reflejo de la luna en sus ojos…



- Gloria…

miércoles, 6 de julio de 2011

CAPITULO 48

- Si,- responde Alberto en un hilo de voz. Una lágrima estaba a punto de brotar de sus ojos.



- No puede ser… ¡No me lo creo!,- Gloria, de repente, se tapa con la manta y comienza a patalear histérica.



- Gloria,- Alberto se vuelve y la abraza fuertemente -. Te juro que no sé cómo pudo pasar. No sé por qué Ángel… Lo siento, Gloria. Lo siento mucho. Por ti y por Fátima,- Alberto cierra la frase con unas lágrimas que empapan la sábana.



- ¿Qué hablas?,- le pregunta Gloria, contrariada, asomando su cabeza.



- Pues de que Ángel…,- Alberto se había calmado un poco, pero el rastro de su tristeza había dejado huella en su rostro. Pero no pudo seguir hablando. Los ojos de su amada le habían capturado como si de dos agujeros negros se tratasen, y él la luz. Trataba de salir, pero no podía. Y le gustaba. Le gustaba dejarse atrapar por esos dos ojos negros, tan brillantes como la luz, tan oscuros como las tinieblas -. Pero, ¿no estás triste?



- No,- sonríe Gloria.



- Como te has puesto a patalear de repente, como poseída…



- ¡Estaba pataleando de alegría! ¿No lo ves, tonto mío? ¡Dangel! ¡Emedós!,- Alberto no comprendía -. Esto le va a gustar a Fátima,- y se levanta para coger su móvil, pero Alberto la detiene.



- ¿Se puede saber de qué hablas?



- Ya sé, ya sé… Tampoco es él, pero… ¡por un momento he llegado a creérmelo!



- Pero, ¿el qué?



- ¡Que Ángel y Dani están liados! ¡Pero de verdad!,- y volvieron a salir pequeñas chispas de emoción de los ojos de Gloria -. ¿No me digas que en el programa no conocéis el Pangel o el Emedós?,- Alberto responde con una mueca negativa. Gloria ríe -. ¡Ay, mi niño, qué poco mundo conoces!