martes, 10 de mayo de 2011

CAPITULO 21

Gloria abre un ojo. Aún le puede el sueño. Apenas hay algo de luz en la habitación, pero le cuesta abrir el ojo. Le duele un poco. Mira el reloj que hay en la mesilla. Ya es bastante tarde, pero teniendo en cuenta que ella se acostó muy tarde, es normal que se sienta cansada aún. Pero el sonido del móvil es muy insistente. Gloria lo coge, de malas maneras.

- ¿Quién?,- responde adormilada.

- ¿Qué tal?,- una dicharachera voz le responde al otro lado.

- ¿Cómo que qué tal?,- silencio -. ¿Fátima? ¿Sabes la hora que es?

- Sí,- y acompaña su respuesta con una risa tímida -. ¿Y?

- ¿Cómo que “y”?

- Que qué tal has pasado la noche…

- Bien, hasta que has llamado. Además, ¿qué te importa?

- Mucho…,- se notaba la picardía con que hablaba Fátima -. Cambiando de tema, ¿dónde estabas, que después del monólogo no supe de ti?

- ¿Y a ti qué te importa?

- Venga, Glo… Dímelo…

- Déjame en paz, tía.

- Sólo sé que tú y Alberto desaparecisteis a la vez. ¿Terminasteis…?

- ¡Fátima!,- exclama Gloria, sonrojada. Se incorpora en la cama, totalmente despierta.

- ¡Así que es verdad!,- responde su amiga asombrada y sonriente.

- ¡Que no! ¡Que no!,- Gloria empezó a sentir un calor incómodo invadiendo su cuerpo.

- Sólo dime una cosa: ¿estás en casa o en la de él?

- ¿Y tú?

- Esa pregunta es mi respuesta. ¡Gracias!,- y cuelga.

Gloria se queda de piedra, sin reaccionar. Conocía a Fátima de hace unos meses, cuando se encontraron, junto con Tamara, en las instalaciones de la universidad cuando buscaban las tres casa. Desde entonces se hicieron muy buenas amigas, pero en esa llamada no reconocía a su amiga. ¿Desde cuándo era tan cotilla y tan cizañera? Pensar que su amiga haya insinuado siquiera que ella… Y ahora pensando que sus amigas también… No, no quería ni debía pensar en ello. Era muy vergonzoso. Gloria sacude su cabeza tratando de echar de su mente esos pensamientos. La ponían muy nerviosa. Era verdad que ella era muy enamoradiza, pero a la hora de la verdad, siempre se echaba atrás. Era muy vergonzosa. Pero es la verdad.

Gloria deja el móvil en la mesilla, se levanta de la cama y sale de la habitación. Cuando cierra la puerta, una adormilada voz la llama.

- ¿Gloria? ¿A dónde vas?

- Al baño.

- ¿Qué hora es?

- Muy pronto todavía. Sigue durmiendo, Alberto.

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