martes, 31 de mayo de 2011

CAPITULO 34

- ¿De dónde viene eso?,- pregunta Alberto, mirando hacia la ventana. Gloria se levanta. Cuando se asoma, llama excitada a su amiga para que se acerque.



- ¡Tamara! ¡Tamara! ¡Corre, ven! ¡Tienes que ver esto!



- No tengo ganas de nada.



Alberto, mediante señas de Gloria, la levanta y la lleva junto a la ventana. A pesar de que ya era de noche y apenas se veía la calle, una de las farolas, debajo de la casa, iluminaba una sombra. Tamara mira sin ganas, pero al reconocer la sombra la sonrisa vuelve a invadir su rostro y la alegría conquista su alma.



- ¡Es él!,- exclama Tamara.



Efectivamente, debajo de la luz generada por aquella farola, aquella sombra, guitarra en mano, le estaba dedicando una serenata. Alberto y Gloria miraban asomados sonriendo. Tamara se esconde para tapar su rubor.



- Pero, Tamara. ¡Mira!,- le dice Gloria. Tamara niega -. ¿Por qué?



- Está ahí… En la calle… Cantando a pleno pulmón… Los vecinos…



- ¡A los vecinos que les den!,- Gloria obliga a su amiga a asomarse. Aquel segundo bastó para que Tamara olvidara su vergüenza y admirara la serenata de su amante. No veía a la gente que rodeaba a David, no oía las quejas de los vecinos. Tan sólo le veía a él. Tras varios minutos de concierto, David deja de tocar y declama:



- Tamara Martinez. Te amo desde el primer día que nos conocimos. Hasta ahora has sido la única chica que más tiempo ha estado a mi lado, soportando mis tonterías y aguantando semanas enteras sin mí. Por eso quiero preguntarte una cosa.- David abre los brazos en cruz y exclama con toda su fuerza -: ¿Quieres casarte conmigo?



Alberto y Gloria la miran atónitos y contentos. Tamara está ojiplática, con una enorme sonrisa en sus labios, pero la mente totalmente en blanco. No reacciona, porque no sabe qué decir, qué hacer. David está en la calle, mirándola con los ojos brillantes y los brazos extendidos.



- Contesta... Contesta…,- piensan todos los allí presentes. Incluso la mente de Tamara se lo repite sin cesar, pero no le sale la voz.



- ¿Tamara?,- pregunta David, algo desalentado, bajando los brazos.



- David…,- susurra Tamara -. ¡David!



- ¿Qué me respondes?



- Pues…,- Tamara se queda pensativa durante unos segundos, pero cuando va a contestar, se sorprende, al igual de los presentes, de ver a David, de repente, empapado.

lunes, 30 de mayo de 2011

CAPITULO 33

Llegó el verano. Alberto ya llevaba varios días sustituyendo a Ángel en sus vacaciones. El programa no tenía la audiencia que solía tener, pero eso a Alberto no le importaba. Se lo pasaba bien presentando. Lo único malo es que apenas pasaba unas horas al día con Gloria. Pero siempre llegaba el tan deseado fin de semana para poder estar junto a ella todo el día. Gloria se solía lamentar de que, al final, pasaran tan poco tiempo juntos, pero cuando por fin podían estar el uno con la otra, amortizaban muy bien el tiempo. Iban al cine, o salían a dar un pequeño paseo o, como pasó un día, quedándose en casa viendo la televisión.



Así era. Una tarde de tantas que podían pasar los dos juntos la ocuparon viendo una película en casa, pero no como ellos querían. Ellos tenían planeado pasar la tarde, y la noche, viendo películas en el sofá del salón, juntos y abrazados, compartiendo un bol de palomitas, arropados en una manta. Ese era el plan perfecto que tenían planeado para los dos solos esa tarde, pero había un pequeño fallo: No estaban solos. Tamara estaba con ellos.



- Tienes que hablar con ella,- le susurra Alberto a Gloria, intentando que su compañera no le oyera.



- Ya lo he hecho no sé cuantas veces,- le responde Gloria -, pero es imposible.



- ¿No te ha querido decir nada?



- Ni una palabra. Se ha encerrado en sí misma y no hay manera.



- ¿Quieres que la hable yo?



- No, a no ser que quieras que te mande a la mierda de mala manera. Déjame a mí, que la conozco mejor.



Gloria mira a Tamara, sentada al otro lado del sofá, mirando la televisión, pero realmente sin prestar atención a nada.



- Tamara…,- responde Gloria -. ¿Estás bien?,- no responde -. ¿Tamara?



- Sí, estoy bien,- responde su amiga, de manera autómata.



- Pues no lo parece,- contesta Alberto. Gloria le da un pequeño codazo, como recriminándole el entrometerse en la conversación.



- Venga, Tamara. No puedes estar así de alicaída. ¿Nos dices qué te pasa?,- Gloria intenta acariciarla el brazo. Tamara reacciona al notar el contacto y mira a sus dos acompañantes.



- Os odio.



Gloria y Alberto no salen de su asombro por la respuesta.



- Os odio. A ti y a Fátima.



- Pero, ¿por qué?



- Porque estáis con vuestros novios. En cambio, yo, llevo casi tres meses sin poder estar con David.



- Pero os llamáis prácticamente todos los días.



- Pero no es lo mismo. Le echo mucho de menos. Su mirada, su sonrisa, sus abrazos, su aliento sobre mi oreja cuando me susurraba cosas al oído…



- Tranquila,- le responde Alberto -. Ya verás cómo toda esta espera habrá valido la pena. Míranos a Gloria y a mí. Apenas nos vemos entre semana, pero los findes los aprovechamos hasta el último segundo.



- Pero no es lo mismo. Vosotros sois vecinos, y os veis los fines de semana, pero es que nosotros ya ni eso…,- los ojos de Tamara comenzaban a aguarse. Alberto la abraza por el hombro. Tamara se apoya sobre el hombro Alberto, mientras Gloria la acaricia el brazo. De repente, una música les llama la atención.


domingo, 29 de mayo de 2011

CAPITULO 32

- ¿Cómo?



Gloria no salía de su asombro. Lo que le acababa de contar Alberto era increíble.



- Pues sí, Glo. Es lo que te acabo de decir.



- Pero…,- tartamudeaba Gloria -. ¿Cómo se te ha ocurrido…? ¿Y sin consultarme antes?



- Es que necesitaba una respuesta al momento y…



Alberto se sentía algo cohibido. Conocía a Gloria de hace unos meses, pero tenía la sensación de conocerla de siempre. Por eso Alberto tenía la sensación de haber cometido un error.



- ¿No dijiste que estabas orgullosa de mí cuando salí en plató la primera vez?



- ¡Sí, claro que estaba orgullosa!



- ¿Y no estás orgullosa ahora de que salga todos los días en pantalla?



- ¡Por supuesto que sí! Pero esto… Esto se me consulta antes, cariño.



- Ya te he dicho que necesitaba que le contestara al momento.



- Ya, pero, ¿qué voy a hacer yo ahora todo el verano? Tenía pensado pasar todo el tiempo contigo, irnos a la playa unos días, o perdernos en una isla todo el verano. Pero… ¿Por qué le has dicho a Ángel que le ibas a sustituir en verano? ¿Y por qué él se coge todo el verano y no un mes, como todos?,- Alberto responde subiendo los hombros -. Si es que… Alberto, de lo bueno que eres, eres tonto,- y se acerca a él para abrazarle y darle un beso -. No haré carrera contigo,- sonríe -. Pero la próxima le dices que te lo piensas, ¿eh?



- Eso no lo dudes,- le devuelve el beso.



- Pero ahora me tendré que acostumbrar a tener que estar en casa sola todo el verano hasta que llegues del programa,- Gloria fingía tristeza.



- Mujer, me tendrás los fines de semana sólo para ti,- Alberto junta su nariz con la de ella.



- Pero me van a faltar horas.



Los dos ríen, con los rostros muy cercanos, para terminar en un beso.


sábado, 28 de mayo de 2011

CAPITULO 31

Habían pasado varios meses desde su primera aparición en directo, y gracias a ello Alberto empezó a ser conocido. Le gustaba que le reconocieran por la calle, le pidieran fotos y autógrafos, pero, en el fondo, ese estilo de vida no le iba. Aunque le cogió el gusto a eso de salir por la televisión, le seguía incomodando de cierta manera, quizá porque al ser ya un personaje público, todo el mundo le miraba con lupa, se fijaban hasta en los más ínfimos detalles de su vida. Alberto recelaba de todo ello. Quería preservar su intimidad. ¿A quién le importaba dónde se iba a comer el domingo o qué película iba a ver en el cine? Admitía que sus seguidores quisieran saber de y sobre él, pero todo tenía un límite. Aun así, Alberto conseguía pasar inadvertido por las páginas sensacionalistas.

- ¡Alber!

Ángel le llamaba desde la otra parte del pasillo. Con el brazo agitado sobre su cabeza, Ángel logra ser oído por su joven compañero. Ángel corre hacia él.

- Alber, he pensado una cosa, a ver qué te parece.

- Tú me dirás.

- Según me contaste el otro día, te gustó salir en directo, en la sección que nos hemos sacado de la manga para ti.

- Sí. Bueno, no es que me apasione, pero tampoco me incomoda.

- Pues mira. Dentro de unas semanas empiezan las vacaciones, y yo he pedido que me den todo el verano.

- Y tú vienes ahora a restregármelo por la cara,- responde Alberto, sarcástico.

- No, hombre, no. No es eso,- sonríe Ángel -. Me han dicho que me las conceden siempre y cuando encuentre un sustituto para todo el verano. Y había pensado en ti. Como me dijiste que…

- Para, para, para,- le interrumpe Alberto -. ¿Que les dijiste el qué?

- Que tú me podrías sustituir en verano.

- ¿Y cuándo se supone que me cojo yo mis vacaciones?

- Pues había pensado que después del verano.

- Pero… Gloria tiene vacaciones en verano. Y en septiembre tiene que volver a la universidad. ¿Cuándo podemos estar juntos? ¡Nunca!

- No te quejes, Alberto, que sois vecinos.

- Ya, pero no es lo mismo. Teníamos planeado estar unos días juntos. Sin nada de por medio.

- Alberto, por favor. Te pido este favor. Luego, si quieres, te pago un viaje de un mes a donde quieras para los dos. Pero necesito que este año me dejen el verano entero para mi. Porque tú tienes a Gloria de vecina, pero desde hace unas semanas que Fátima y yo apenas nos vemos, y quería compensarla por todo este tiempo. Por favor.

Alberto queda en silencio, meditando. Él quería cogerse unas semanas de vacaciones a primeros de agosto como muy tarde. Tenía muchos planes para él y Gloria. Pero, por otra parte, Ángel tenía razón. Era verdad que él y Fátima hacia mucho que no estaban juntos, aunque sí era verdad que se llamaban casi todos los días. Miraba a los ojos a Ángel. Realmente estaba muy necesitado. Alberto termina por agachar la cabeza.

- De acuerdo…,- responde Alberto, vencido -. Pero me debes una muy grande, ¿eh?

- ¡Gracias!,- le abraza excitado -. ¡Muchas gracias, Alber! Si necesitas algo, aquí estoy para lo que sea. Puedes pedirme cualquier cosa.

miércoles, 25 de mayo de 2011

CAPITULO 30

- ¿Qué vas a salir cada semana?,- Gloria no salía de su asombro. Alberto estaba en otro mundo, sin atender a la respuesta de su novia -. ¡Eso es genial!,- le abraza y besa en el rostro sin parar.



- Para, para…,- le dice.



- Pero, ¿no estás contento?



- Sí, pero…



- ¿Pero?



- No sé… Es mucha presión…



- ¿Cómo que es mucha presión?



- Es la primera vez que haré algo en directo, sin ensayos previos. No sé… Creo que saldrá mal.



- Saldrá mal si lo piensas. No lo pienses. Estuviste hoy estupendo, en serio. Si Ángel ha pensado en ti para llevar adelante esa sección, no lo dudes.



- Pero ese es el problema. Ha puesto tanta confianza en mí que si la cago, es por pensar más en Ángel que en el público.



Gloria le toma de las manos y le mira a los ojos.



- Alber, yo confío en ti. ¿Y qué si luego no es lo que esperan? Al menos te han dado la oportunidad de presentarte delante de las cámaras y demostrar su potencial. A mí me da igual si tu sección es un gran éxito o un rotundo fracaso. Lo único que me importa es que tú demuestres de lo que eres capaz. Y si el resto no lo ve, es que necesitan gafas.



Alberto sonríe con el rostro gacho. Gloria le levanta el rostro de nuevo.



- Sólo quiero que sepas, cuando vuelvas a salir ahí delante, que yo te quiero. Hagas lo que hagas, yo te apoyo en todo,- y le besa tímidamente en los labios. Alberto cierra los ojos, la abraza y se deja llevar por ella debajo de las sábanas.

lunes, 23 de mayo de 2011

CAPITULO 29

- ¡Bueno…!,- exclama Ángel nervioso -. ¿Qué tal tu primer día en la mesa?



- Muy nervioso,- sonreía Alberto.



- ¿Y?



- Pero muy bien. Ha sido algo increíble. Sólo que…



- ¿Qué?



- ¿Tan rápido va el cue?



Ángel ríe, más a modo de liberación que como respuesta a la pregunta.



- Para eso tenemos el guión en papel también,- Ángel aparentaba como si se hubiera liberado de un gran peso.



- Ha sido una experiencia indescriptible. En serio. Al principio he de reconocer que estaba muy nervioso y que las cámaras me imponían mucho. No es lo mismo hacer un sketch, que es grabado, que un directo.



- Pero, ¿te ha gustado la experiencia?



- ¿Si me ha gustado? ¡Me ha encantado!



- ¿Repetirías?



- ¡Sin duda!



- Pues vete haciendo a la idea de que lo harás cada semana.



El rostro de Alberto se transforma en asombro. ¿Él? ¿Delante de las cámaras todas las semanas? ¿Y en directo? Empezó a sentirse presionado. En diercto. Delante de una cámara. Siendo visto y escrutado por cientos de miles de personas desde sus casas. Empezó a marearse, pero era un mareo agradable.



- ¿Estás bien, Alber?,- Ángel lo notó todo.



- Sí… sí… Sólo que… No sé si me voy a hacer a la idea de…



- Tranquilo,- le rodea los hombros con su brazo -. Te acostumbrarás. Y no te sientas presionado. Ya ves que Patricia y yo nos solemos confundir bastante con el guión.



- Ya, pero vosotros sois profesionales.



- ¿Profesionales?,- ríe Ángel.



- Sí. Ya habéis tenido experiencias previas. Tú estás haciendo monólogos, y Patricia ya hizo antes “El Informal”. Yo…



- Tú lo harás estupendamente.- Ángel le mira fijamente a los ojos -. Tengo plena confianza en ti.


CAPITULO 28

Gloria estaba sentada en el sillón, sobre sus piernas. Tomaba un café que le hacía volver el color a sus mejillas. Fuera empezaba a caer algo de nieve. Estaba muy nerviosa. Había recibido un mensaje de Alberto. “Esta tarde no te pierdas el programa. Hay una sorpresa que te va a encantar.”



Fátima y Tamara estaban a su lado, aunque más atentas a su propia conversación que a la televisión, todo lo contrario a Gloria.



- Por favor, acabad ya,- pensaba Gloria, mirando fijamente a la presentadora de las noticias. La veía gesticular, pero no la escuchaba. Estaba tan sumida en sus pensamientos que ni siquiera oía a sus amigas hablar a su lado.



¿Qué será esa sorpresa? ¿Habrá hecho un guiño hacia ella en algún sketch? ¿Saldrá él en algún skecth? Bueno, él ya salió hace poco en uno, y le hizo mucha ilusión. No paró de decirle a sus amigas que aquel chico que salía por la televisión era su novio. ¿Su novio? Se sonrojaba nada más pensarlo. Fátima no le daba importancia, diciendo que el suyo era más famoso. Siempre la hacía rabiar. Pero, ¿qué será esa sorpresa? ¿Qué será?



Gloria seguía con sus preguntas cuando en la televisión, casi sin darse cuenta, aparecía Patricia.



- Y ya estamos aquí, en Sé lo que hicisteis. Y hoy queremos dar la oportunidad a los espectadores para que ellos hagan la presentación de Ángel Martín…



- Bueno,- piensa Gloria, al ver a Angel entrar -. Pues como otro día más…



Se imaginaba que entraría en plató. Sonríe sonrojada.



- ¡Mira, mira! ¡Ese es mi novio!,- exclama Fátima. Gloria la mataba con la mirada. Desde que ella lo hizo cuando salió Alberto en su primer sketch, Fátima se burla de ella todos los días así.



- Vamos ahora con una nueva sección. Hemos decidido buscar un nuevo compañero para hacernos un poco de auto crítica. Hicimos un casting del que han salido tres finalistas y yo soy la encargada de elegir al ganador. ¡Qué guay! ¡Todo depende de mí! ¡Que pasen!



La cara de Gloria poco a poco comenzaba a iluminarse. Sus ojos se abrían de par en par. Sus labios dibujaban una sonrisa de oreja a oreja.



- ¡Es él! ¡Es él!,- no paraba de repetir -. ¡Chicas, es él! ¡Es él!



Sus amigas miraban la pantalla. Y sí, así estaba él. Alberto Casado por primera vez en el plató del programa. Se sienta en la silla, junto a Patricia.



- ¿Qué Alberto? ¿Te lo esperabas?



- No. No me lo esperaba. Me acabo de llevar la sorpresa de mi vida.



- ¿No creéis que es muy mono?,- pregunta Gloria, ensimismada adorando la imagen de su amante por la televisión.



- Lo que yo creo es que es muy soso,- responde Tamara, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro y mirando de reojo a su amiga.



- No. No me vais a destrozar el día,- responde Gloria, sin poder apartar la mirada de aquella caja -. Y esa sosería lo hace más mono aún.



De repente, la entraron una ganas increíbles de llamarle, pero se detuvo. Estaban en directo, y era su primer día. Gloria empezaba a imaginarse su llegada. Le iba a cubrir de besos.



- ¡Mira el soso qué listo!,- la voz de Tamara la hizo volver a la realidad -. ¡Su primer día y ya se está ligando a la presentadora!



- Es cosa del guión,- responde Gloria.



Tamara y Fátima ríen, mientras observan cómo las mejillas de Gloria se vuelven a encenderse.


sábado, 21 de mayo de 2011

CAPITULO 27

Alberto estaba en la reunión de guión, como todos los días. Apenas habían pasado unas semanas, y ya se sentía como uno más de esa inmensa familia. Su timidez se había esfumado. Es más, él era prácticamente quien más solía aportar a esa tormenta de ideas que siempre tienen a esas horas.



Tras un par de horas intensas, deciden descansar un momento. Alberto sale a las puertas del edificio. Algunos compañeros también salen. Hablan entre ellos de cosas varias, y alguno aprovecha para encender su primer cigarro del día.



- ¿Qué haces aquí fuera?



Alberto se da la vuelta. Es Ángel.



- Nada en particular, tan sólo estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco.



- Y tan fresco. Como que estamos en Noviembre,- ríe -. Anda, entra dentro.



- No, Ángel. Tengo la cabeza muy cargada por la reunión y quiero despejarme un poco.



- Bueno, al menos entra en calor,- y le entrega un vaso.



Alberto lo toma entre sus manos. El calor que desprendía el café de su interior le reanimó el sentido del tacto. Dio un sorbo. Notó al momento cómo recorría aquel líquido todo su cuerpo. Notaba cómo caía por su garganta, cómo llegaba a su estómago, cómo ese calor invadía su pecho y su inconfundible aroma llegaba hasta su nariz. Sus mejillas delataban que el café estaba haciendo efecto.



- Alberto,- Ángel tenía un tono de voz entre tímido y nervioso -. Quiero decirte una cosa…



Alberto le mira, incrédulo.



- He pensado una cosa y… me gustaría que me dieras tu opinión, a ver qué te parece…



- ¿Ocurre algo, Ángel?



- No… No es nada… Tan sólo que…



Era la primera vez que Alberto veía a Ángel tan cohibido.



- Dime.



- Verás…

miércoles, 18 de mayo de 2011

CAPITULO 26

David estaba en el salón de su casa, tocando la guitarra y cantando suavemente. Estaba concentrado en lo que tocaba y cantaba. Con la partitura en el atril a un lado borraba y reescribía en la partitura con el lapicero que guardaba en su oreja.



De repente, se vuelve, como asustado.



- Tamara, me has asustado,- suspira aliviado David.



- Perdona,- sonríe tímida Tamara desde el vano de la puerta. Se acerca hasta él -. ¿Qué haces?



- Nada, una canción…,- recoge la partitura y cierra el portátil.



- ¿Me la cantas?



- Aún no está terminada.



- Por favor…,- Tamara acariciaba con su dedo la desnuda espalda de David.



- No, Tamara. No insistas,- sonríe David, tratando de deshacerse de los halagos de Tamara.



- Venga, David, no me hagas rogarte…,- el tono cada vez más dulzón de Tamara le conquistaba más, pero David era muy fuerte.



- Que no…



- Bueno, pues dime entonces qué significa esto,- y le acaricia el antebrazo formando círculos con el dedo.



- ¿Eso?,- David mira -. Un tatuaje que me hice hace poco.



- ¿Y?



- ¿Qué significa? Pues, si te he de ser sincero, no tengo ni la más mínima idea.



Risa generalizada.



- Entonces, ¿para qué te haces un tatuaje si no sabes luego lo que significa?,- ríe Tamara.



- Me gusta cómo queda. Simplemente.



- ¿Y si significa, por ejemplo, “gilipollas”?



David la mira perplejo. De repente, se levanta de la silla y corre a la cocina.



- ¿A dónde vas, David? Era una broma.



- ¿No tienes ácido por ahí?



- ¿Para qué?



- Para quitarme el tatuaje.



Tamara ríe. David deja de buscar y se acerca a ella para abrazarla.



- Sigo sin comprender cómo te pudo dejar escapar aquella chica,- responde Tamara, abrazada a David.



- Y yo sigo sin comprender cómo no te conocí antes,- y ponen punto final a su conversación con un beso.

CAPITULO 25

Fátima sonreía mientras dejaba su móvil sobre la mesilla. Se estaba sonrojando imaginando a su amiga con Alberto. De tanto imaginárselo acabó soltando una leve y aguda risilla que trató de ahogar con su mano, pero el daño ya estaba hecho. Una mano la roza la espalda.



- ¿Qué pasa, Fátima?



Fátima se vuelve, nerviosa.



- No es nada, Ángel, tranquilo.



- ¿Y con quién hablabas antes?,- Ángel se incorpora para abrazarla por la espalda



- ¿Estás celoso?,- Fátima le responde con tono desafiante.



- ¿Perdona? ¿Me hablabas?,- Ángel no puede evitar besarla en el cuello. Fátima ríe.



- Para, que me haces cosquillas.



Fátima logra levantarse de la cama. Ángel la mira, apoyado en un brazo. Fátima sale de la habitación, pero se para en el vano de la puerta.



- ¿Hemos hecho bien?,- pregunta, seria, sin darse la vuelta.



- ¿Cómo dices?,- Ángel no comprendía.



- Lo de acostarnos juntos,- se da la vuelta -. ¿Crees que hemos hecho bien?



- ¿A qué viene eso?,- sonríe Ángel.



- No sé…,- Fátime estaba pensativa -. Lo digo, sobre todo, por nuestra diferencia de edad. Yo tengo dieciocho, y tú…



- Fátima…,- Ángel se sienta en la cama -. A mí no me importa la edad. Lo importante es el amor que sintamos en uno por el otro.



- Es que son más de diez años de diferencia…- Fátima apenas podía alzar la mirada.



Ángel se levanta de la cama y acude junto a ella. La sube el rostro para mirarla fijamente a los ojos.



- Fátima. Yo te amo. Cuando te conocí el otro día, en casa de Alberto, me vino una sensación de… Un no sé qué… No sabría describirlo. Fue algo que nunca antes sentí por una chica. Es verdad que he estado con otras chicas, pero ninguna de ellas me hizo sentir como tú.



Ángel y Fátima se quedaron prendados el uno del otro, sin poder apartar la mirada. Ángel se acerca a su rostro lentamente para poder imprimir sus labios con los de ella durante unos segundos y terminar abrazados. Era lo que Fátima necesitaba. Un novio, pero también un amigo. Alguien con quien poder hablar de sus cosas, de sus inquietudes y miedos. Alguien con quien contar siempre que lo necesite.

sábado, 14 de mayo de 2011

CAPITULO 24

- ¿Qué haces ahí como pasmarote?
Alberto reacciona. Gloria le ha descubierto espiándola desde la puerta de la cocina. Estaba tan absorto recordando la noche anterior que no se dio cuenta de que ella le había visto.

- ¿Quieres desayunar? Tengo leche en la nevera y hay café en la cafetera.

Alberto entra en la cocina, intentando ocultar cierta sonrisa con la cabeza gacha. Se prepara una taza de café y se sienta a la mesa, delante de Gloria. La mira absorto mientras ella toma otro sorbo de su taza.

- ¿Por qué me miras así?,- Gloria se sentía un poco incómoda, pero la gustaba. Alberto notaba el rubor que la invadía las mejillas.

- Estaba recordando anoche,- le responde sin apartar su mirada de ella.

- Perdón,- contesta Gloria, con la cabeza gacha. La vergüenza la impedía devolverle la mirada -. No sé qué me pasó anoche. Fue sin pensar…

- Y eso es lo que me gusta de ti,- responde mientras busca con su mano la de Gloria encima de la mesa.

Gloria levanta la mirada, mostrando una mueca de estupor. Ve la mano de Alberto en contacto con la suya. Un sudor frío empezó a recorrer su espalda.

- Toda mi vida prioricé la lógica sobre el amor. Creía que se basaba en planes preconcebidos, pero veo que me equivocaba. Por eso tenía tan poca suerte. Porque no hay que pensar nada, hay que dejarse llevar por los sentimientos. ¡Quién sabe! Si anoche no nos hubiésemos lanzado en aquel primer beso… Si hubiera sido más lanzado en mi vida amorosa, lo mismo nunca nos hubiésemos conocido. Y ya sé que anoche, tras nuestra “aventura”, me retiré. Y es que era porque nos acabábamos de conocer. Pero ahora me gustaría repetirlo, porque esta mañana soy otro Alberto. Uno más lanzado, más visceral. El Alberto que conociste anoche, ese Alberto tímido, negado en el amor, y lógico, ha muerto. Bueno, más que morir, se ha transformado en otro Alberto más extrovertido y aventurero. Se ha transformado en mí. Y este nuevo Alberto te quiere invitar al cine esta tarde. ¿Qué te parece? Eso es algo que nunca habría hecho el Alberto de ayer. ¿Qué me dices? ¿Te atreves?

Gloria le mira extrañada. La verdad es que Alberto le llamó bastante la atención al primer instante en que se conocieron, en el descansillo de la escalera, mientras subía el sofá. Sofá, por cierto, al que efectivamente tuvieron que cortar por la mitad los bomberos, pero que las chicas pudieron reformarlo, transformándolo en dos pequeños sofás.

Gloria le mira a los ojos. Finalmente, asiente. Alberto sonríe, victorioso y excitado. Se levanta y la besa brevemente. Los dos vuelven a sus tazas, sonrientes y sonrojados.

viernes, 13 de mayo de 2011

CAPITULO 23

- Espera, espera

Alberto interrumpe imprevistamente el cortejo. Se separa, se levanta y se sienta en la cama.

- ¿Qué ocurre?,- el rostro de Gloria mostraba gran perplejidad.

- Esto… Esto no está bien.

- ¿Cómo?

- No hace ni una semana que nos conocemos y…

- ¿Y?

- Lo siento Gloria. De verdad. Lo siento…,- Alberto se dispone a irse, aún tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir.

- ¡Alberto!,- Gloria consigue que Alberto se dé la vuelta -. No… No tienes por qué pedir perdón… Soy yo la que tiene que ser perdonada…

- No. Soy yo. Ahora no voy a poder mirarte a la cara después de esto…,- agacha la cabeza para salir.

- Alberto,- Gloria se levanta y le vuelve a detener -. Escúchame. Ya no hay que esconderlo. Me gustas. Mucho. Y creo que es posible que tengas razón y nos hayamos lanzado un poco, pero, no quiero que esto termine antes de haber empezado. ¿Qué te parece si nos damos un tiempo más amplio que tres días para ver a dónde lleva esto?

- No creo que llegue a buen puerto. Siempre he tenido mala suerte en el amor.

- Pues conmigo eso va a cambiar,- y le toma de la mano para llevarlo de nuevo a la habitación.

- Gloria… No…

Gloria se pone una camisa desgastada por usarla de pijama. Cuando se acuesta, indica a Alberto la parte libre que deja en la cama.

- No. Mejor me voy al sofá…,- comienza a caminar hacia atrás, hacia la puerta.

- ¿Quieres que vuelva a repetirse lo de antes? Anda, tonto, ven aquí…

Tímido e indeciso, Alberto se acerca a la cama de Gloria. Ésta señala de nuevo el vacío de su colchón, dando a entender que lo ocupe él. Alberto se acuesta.

- ¿Con pantalones y zapatos?,- le pregunta Gloria, divertida y extrañada a la vez -. No te avergüences por tener que desnudarte. Si hace cinco minutos que casi acabamos lo dos…

Alberto se levanta y decide quitarse el pantalón, no sin antes indicarle a Gloria con la mirada que se dé la vuelta. Gloria obedece, sonrojada y con una sonrisa pícara. Alberto, no convencido de que Gloria mantenga su parte del trato, le da la espalda, avergonzado de tener que quitarse los pantalones delante de ella. Gloria siente su colchón hundirse ligeramente, interpretándolo como señal de que Alberto ya está acostado. Cuando se vuelve, le ve tumbado, totalmente rígido por los nervios, mirando fijamente al techo.

- Buenas noches,- responde torpemente Alberto.

- No me digas que es la primera vez que duermes con una chica en la misma cama.- Alberto responde con el silencio. Gloria ríe suavemente -. No te preocupes, Alberto. Esta noche no va a pasar nada,- Alberto desvía la mirada a Gloria por unos segundos antes de volver al techo. Gloria se acuesta a su lado, abrazándolo. Nota a Alberto más nervioso -. Tranquilo. Tan sólo es un abrazo. Te prometo no ir a más…

Alberto la mira y, tímidamente la rodea con su brazo.

miércoles, 11 de mayo de 2011

CAPITULO 22

Alberto se despierta sobresaltado. Ha tenido un extraño sueño. Soñó que había estado con una chica. Al momento se sonríe. Eso es imposible. Él era muy tímido para esas cosas. Sí que es verdad que había conocido a unas chicas, sus vecinas, pero que no se cree que pudiera haber ligado con una de ellas.

- Es imposible,- sonríe Alberto, tapándose los ojos con la mano -. No sé llevar una relación.

Al incorporarse, se da cuenta de que algo falla. La ventana de la habitación no estaba delante de él, sino a un lado. Mira el cuarto detenidamente. Una estantería con discos. La cadena de música en el lado opuesto de la habitación. El libro que suele leer de vez en cuando ha desaparecido de su mesilla. ¿Y dónde está su póster del Atlético?

Un ruido le llama la atención. Viene de fuera del cuarto. Alberto se levanta de la cama y llega hasta la puerta, cerrada. La abre lo suficiente como para poder ver a través de la apertura. No ve nada, pero oye ruido de vasos y cubiertos. Esa distribución de la casa… Es como la suya… pero al revés. ¿Qué ha pasado? Con cierto nerviosismo, Alberto abre lentamente la puerta y avanza hasta la cocina. Y allí la ve, preparándose el desayuno.

Se la queda mirando, apoyado en el resquicio de la puerta. A pesar de la vejez de la camiseta y del cabello revuelto, la ve guapa. Un momento, ¿por qué siente eso? ¿Qué es? ¿No será que él…? No, no puede ser. Él ya hace tiempo que renunció a ello. Era imposible. Pero… Se ha despertado en su cama, en su casa. Pero no recuerda que… ¿Cuánto bebiste, Alberto? No recuerda que bebiera nada, y, sin embargo…

- Es muy tarde ya,- dijo Alberto, mirando el reloj de su muñeca -. Será mejor que me vaya a mi casa a dormir.

- ¿Por qué no te quedas en mi casa?

- No. No hace falta. Además, vivo a dos pasos. ¡Literalmente!,- ríe Alberto.

- Si no me importa…,- las mejillas de Gloria delataban su estado anímico.

- No. No quiero molestar.

- No molestas…,- el tono de voz de Gloria cada vez era menos audible.

- No tengo pijama. Y creo que vosotras no tenéis ninguno que me valga.

Gloria ríe.

- ¿Qué pasa?,- pregunta Alberto, sonrojado.

- Nada. Simplemente me estaba imaginando que…,- Gloria se para voluntariamente. Su rostro estaba sonrojado.

- ¿Qué te imaginabas?,- Alberto también estaba ruborizado.

- ¡Oh, no! ¡No es lo que imaginas!,- ríe Gloria -. Te imaginaba con alguno de nuestros pijamas, no te imaginaba…

El rubor acabó invadiendo la casa entera. Y sólo había una manera de sacarlo: riendo. Y así actuaron los dos, rieron a más no poder.

- Bueno, me quedo, pero yo duermo en el sofá,- responde Alberto, disponiéndose a tumbarse en el sofá.

- No,- Gloria le retiene -. Eres mi invitado. Yo duermo en el sofá.

- Pero es tu casa.

- Por eso, porque es mi casa, yo…

La pelea por ver quién duerme en el sofá termina con Gloria desequilibrándose y cayendo sobre Alberto. Los dos sobre el sofá. Gloria sobre Alberto. Los dos se miran fijamente a los ojos. El silencio les envuelve como una suave sábana. La sonrisa que dibujaban sus labios se iba desvaneciendo poco a poco para convertirse en una seriedad incómoda. Y, sin saber cómo, acabaron besándose. Y esos besos poco a poco les hicieron avanzar hasta la cama.

Cuando por fin llegaron, Alberto fue quien tomó la iniciativa. Sobre su amada, la envuelve en suaves abrazos, pero deseoso de sentir su piel, comienza a desprenderla de su ropa. Gloria se deja llevar, pero imponiendo la condición de que Alberto debe imitarla. Así, Gloria consigue quitarle la camisa, antes de volver a fundirse con su vecino en otro apasionado beso.

martes, 10 de mayo de 2011

CAPITULO 21

Gloria abre un ojo. Aún le puede el sueño. Apenas hay algo de luz en la habitación, pero le cuesta abrir el ojo. Le duele un poco. Mira el reloj que hay en la mesilla. Ya es bastante tarde, pero teniendo en cuenta que ella se acostó muy tarde, es normal que se sienta cansada aún. Pero el sonido del móvil es muy insistente. Gloria lo coge, de malas maneras.

- ¿Quién?,- responde adormilada.

- ¿Qué tal?,- una dicharachera voz le responde al otro lado.

- ¿Cómo que qué tal?,- silencio -. ¿Fátima? ¿Sabes la hora que es?

- Sí,- y acompaña su respuesta con una risa tímida -. ¿Y?

- ¿Cómo que “y”?

- Que qué tal has pasado la noche…

- Bien, hasta que has llamado. Además, ¿qué te importa?

- Mucho…,- se notaba la picardía con que hablaba Fátima -. Cambiando de tema, ¿dónde estabas, que después del monólogo no supe de ti?

- ¿Y a ti qué te importa?

- Venga, Glo… Dímelo…

- Déjame en paz, tía.

- Sólo sé que tú y Alberto desaparecisteis a la vez. ¿Terminasteis…?

- ¡Fátima!,- exclama Gloria, sonrojada. Se incorpora en la cama, totalmente despierta.

- ¡Así que es verdad!,- responde su amiga asombrada y sonriente.

- ¡Que no! ¡Que no!,- Gloria empezó a sentir un calor incómodo invadiendo su cuerpo.

- Sólo dime una cosa: ¿estás en casa o en la de él?

- ¿Y tú?

- Esa pregunta es mi respuesta. ¡Gracias!,- y cuelga.

Gloria se queda de piedra, sin reaccionar. Conocía a Fátima de hace unos meses, cuando se encontraron, junto con Tamara, en las instalaciones de la universidad cuando buscaban las tres casa. Desde entonces se hicieron muy buenas amigas, pero en esa llamada no reconocía a su amiga. ¿Desde cuándo era tan cotilla y tan cizañera? Pensar que su amiga haya insinuado siquiera que ella… Y ahora pensando que sus amigas también… No, no quería ni debía pensar en ello. Era muy vergonzoso. Gloria sacude su cabeza tratando de echar de su mente esos pensamientos. La ponían muy nerviosa. Era verdad que ella era muy enamoradiza, pero a la hora de la verdad, siempre se echaba atrás. Era muy vergonzosa. Pero es la verdad.

Gloria deja el móvil en la mesilla, se levanta de la cama y sale de la habitación. Cuando cierra la puerta, una adormilada voz la llama.

- ¿Gloria? ¿A dónde vas?

- Al baño.

- ¿Qué hora es?

- Muy pronto todavía. Sigue durmiendo, Alberto.

lunes, 9 de mayo de 2011

CAPITULO 20

- Así que cantas y tocas la guitarra.

Tamara y David estaban hablando a un lado de la barra de la cafetería. Habían salido después de la actuación del joven músico a un bar para hablar.

- Pues sí,- la sonrisa de David era cautivadora.

- ¿Y cómo se te ocurren esas cosas? Vamos, los chistes, las canciones...

- Pues me fijo en mis amigos. Lo de la canción del “SMS de amor” se me ocurrió por una amiga que estaba súper enamorada de su novio y se pasaban todo el día enviándose mensajes. Y como escribían así, en lenguaje SMS, pues se me ocurrió que quedaría gracioso y divertido una canción sobre ello, y con las palabras tal y como realmente suenan sin letras.

- ¿Y has tenido alguna vez novia?

- Sí,- la cara de Tamara se ensombreció tristemente -. Una vez tuve novia, pero duró muy poco. 

- Lo siento...,- del interior de Tamara quería surgir un sentimiento de victoria, pero logró ocultarlo.

- No sé por qué no funcionó, ya que nos llevábamos de maravilla, pero... No sé... Quizá no le gustaba que yo me dedicara a esto...

Tamara le toma del hombro. David le da un sorbo a su bebida.

- Si yo fuera tu novia, no me importaría nada a que te dedicases a esto. Eres muy divertido. Y me gustan los hombres divertidos.

David mira a Tamara a los ojos. Aquella frase le había dejado de piedra.

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- Tu monólogo ha sido muy divertido,- comentaba Fátima a Ángel. Estaban al otro lado de la barra -. ¿Cómo se te ocurren esas ideas?

- Simplemente, soy muy observador. Me fijo en todo lo que pasa a mi alrededor.

- Yo no sabría verlo. No me fijo en esas cosas.

- ¡Es muy fácil! Tan sólo hay que fijarse en los pequeños detalles y darles la vuelta. Por ejemplo...,- Ángel se acerca a Fátima mientras observa el ambiente del local -. Mira ahí. ¿Ves esa pareja? El chico la acaba de entregar un anillo, lo que significa que la ha pedido la mano en matrimonio. Pues podemos sacar que, por ejemplo, ella es de las de hasta el matrimonio nada, y él podría pensar: “Haber si ya por fin picamos algo”. O él cree que ella es hija de un millonario y ella pensará ahora: “Después de tres años, como se entere que lo único que va a heredar son las deudas de mi padre”. Pero claro, esto luego hay que pulirlo en casa para que parezca un monólogo.

Ángel se había vuelto a Fátima, pero la tenía tan cerca que podía ver su propio reflejo en sus ojos. Unos ojos que, por primera vez en su vida, le dejaron la mente en blanco.

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- ¿Y cómo un chico tan majo y simpático como tú no ha tenido novia?

Alberto había llegado, no se sabe cómo, a confesarle a Gloria que nunca tuvo novia. 

- No sé... Quizá fuera cosa de los estudios... Soy un chico muy estudioso. Soy capaz de encerrarme todo un día en la biblioteca a estudiar. Tampoco soy mucho de salir. A lo mejor por eso no he tenido novia, o por lo menos no llegué muy lejos en mis relaciones.

- ¿Has estado con otras chicas?

- Alguna que otra, pero no me duraban más allá del mes. Ya te digo, seguro que era porque me centraba más en los estudios y eso...

- Seguro que esas chicas no te convenían.

- ¿Por qué dices eso?

- Si una chica hubiera estado en verdad enamorada de ti, te habría apoyado en tus estudios y habría esperado. Yo lo habría hecho.

domingo, 8 de mayo de 2011

CAPITULO 19

- ¿Qué hacemos aquí?
Tamara tenía razón. ¿Qué hacían ellos ahí? Alberto aún no se creía que lo hubiera hecho. Efectivamente, sacó fuerzas y las invitó a sus vecinas a esa medio cita que Ángel había planeado. Pero Ángel seguía sin aparecer. Estaban en la calle. Ya eran las ocho de la tarde. Estaban delante de la puerta de un local. “LA CHOCITA DEL LORO” rezaba el cartel que había encima. Alberto no sabía cómo había llegado a esa situación. Tan sólo recuerda que llamó al timbre de sus vecinas, y ahora, estaba ahí con ellas tres. 
- ¡Alberto!,- respondió Gloria, al abrir la puerta -. ¿Pasa algo?

Gloria había advertido el rostro de Alberto, lleno de vergüenza y dudas. 
- No pasa nada... Tan sólo...,- la voz de Alberto tartamudeaba graciosamente -. Bueno... Me preguntaba si... Tú... Vamos, si vosotras...

- Alberto...,- Gloria le interrumpió -. ¿Nos estás invitando a salir? ¿Así, sin más? ¿Sin tomarnos unas copas antes?,- la sonrisa de Gloria le calmó por dentro. ¿Cómo era posible que una sonrisa le proporcionara tal remanso de paz? Pero era lo que necesitaba.

- Verás... Ángel ha tenido una muy buena impresión de vosotras y os invita... Bueno, nos invita a tomar algo por ahí... Si os apetece...

- ¡Por supuesto!,- grita eufórica Gloria -. Espera a que se lo diga a las chicas.

Pero Ángel seguía sin aparecer por la calle. Ya era la hora de entrar y ni una llamada, ni un mensaje de Ángel. Nada. 

- Disculpen...,- una joven se adelanta a ellos -. ¿Van a entrar?

Era la chica que estaba en la entrada del teatro, la encargada de aceptar las entradas de los visitantes.

- Eh... Es que estamos esperando a un amigo, que no llega...,- responde Alberto.
- Bueno, al menos él nos invitó, ¿no? ¡Pues entremos!,- exclama contenta Fátima. 
Al fin, los cuatro entran en el teatro. Les indican que sus puestos son a pie de escenario. La música ambiente se para al poco para oír una voz presentando. Un foco ilumina el escenario, aderezado únicamente por un micrófono de pie, una baqueta y una pequeña mesa con un botellín de agua. Y sale él. Aplausos y griterío. Era Ángel. Se acerca a la banqueta, y comienza a hablar. Era un monólogo. Durante dos horas, Alberto consiguió dejar de pensar en la cita que Ángel le había preparado, aunque Gloria no. O esa fue la sensación de Alberto, ya que cada vez que miraba tenía la sensación de que Gloria estaba más cerca de él.

- Y para terminar,- respondió Ángel al finalizar su actuación -, quisiera que conozcáis a un muchacho al que auguro un gran futuro. ¡Por favor, un gran aplauso para David Guapo!

Y sale un joven, guitarra en mano, saludando al respetable mientras Ángel sale de escena para reencontrarse con sus amigos.

- ¿Qué os ha parecido?,- les pregunta al llegar.

- ¡Ha sido divertidísimo!,- ríe Fátima.

- Sí, ha estado muy bien,- responde Gloria -. ¿Tú qué opinas, Tamara?,- pero Tamara no respondía. Estaba absorta en la actuación de aquel divertido cantante.

- A alguien le gusta alguien,- tararea Gloria. Támara reacciona dándola un codazo. Todos ríen.

- Oye, si quieres, te lo presento,- sonríe Ángel.
Támara responde sonrojándose.

sábado, 7 de mayo de 2011

CAPITULO 18

La velada transcurrió tranquila, a pesar de que uno pudiera pensar lo contrario, pero las tres vecinas de Alberto acabaron hablando con los dos humoristas como si les conociesen de toda la vida. Después de unas horas (y cervezas), las chicas se despiden (muy a su pesar) y vuelven a su casa. Ángel y Alberto hablan entre ellos tras quedarse solos.
- Tienes unas vecinas muy majas,- responde Ángel.
- Pues las conoces el mismo tiempo que yo,- contesta Alberto justo antes de darle un sorbo a su cerveza.
- Además, son muy guapas.
- ¿Cómo dices?,- tose Alberto.
- No me digas que no te has dado cuenta...,- Ángel le mira con cierta lascivia.
- Ángel, deja de beber, anda,- Alberto hace amago de quitarle el botellín.
- ¿Por qué no las invitas mañana?
- ¿Me estás buscando novia? ¿Acaso eres mi madre?
- Venga, no me digas que no te has fijado...,- le da un codazo en el costado -. A no ser... No me digas que tú eres de los que...
- ¿Yo? ¡No!,- Alberto notaba cómo la ropa se le pegaba al cuerpo por el sudor.
- Pues mañana espero volver con estas chicas contigo.
Ángel se levanta del sofá, toma su chaqueta y abre la puerta. Alberto le sigue.
- Pero, Ángel...
- Ni peros ni peras. Mañana volveré y espero que seamos cinco en vez de dos,- y se dispone a marcharse cuando se da la vuelta -. Por cierto, tu video, extraordinario,- y se despide guiñándole un ojo.
Cuando cierra la puerta, Alberto seguía asimilando lo que acababa de pasar. ¿Ángel le estaba haciendo una encerrona para emparejarlo con alguna de sus vecinas? Apenas lleva un par de días en Globomedia, y su jefe ya era su madre. ¿Cómo iba él a pedirles una cita a esas chicas, si las acababa de conocer? ¿Cómo iba a pedirles una cita si nunca jamás en su vida tuvo una? ¿Cómo iba a tener él una novia, si nunca la tuvo? Es verdad que en su clase del instituto y de la facultad, había alguna chica que le hacían tilín, y ese afecto era mutuo, pero por culpa de su timidez no pasó de amores platónicos. ¿Y cómo iba a decirles que al día siguiente iban a tener una cita? “Hola chicas. Mañana Ángel quiere que os zumbe a las tres”. No. Pero empezó a pensar en la insistencia de Ángel por la cita de mañana. ¿Y si Ángel...? Alberto sonríe. No podía pensar en ello. ¿Ángel saliendo con una de ellas? ¡Si él es más mayor que ellas! ¿Cuántos años podrían tener ellas? ¿Dieciocho, diecinueve, veinte como poco? ¿Y Ángel? Ángel ya estaba en la frontera de los treinta. Él aún tendría alguna posibilidad, ya que tiene veinticinco años, y la diferencia no sería tan grande. ¿Qué podía hacer?

jueves, 5 de mayo de 2011

CAPITULO 17

- ¿Ángel?
El grito a tres hace que Alberto se quede de piedra. Ángel reacciona girándose. Las tres chicas saltan, ríen y gritan en el vano de la puerta, hasta que reaccionan y corren junto a Ángel. Éste sonríe con cierta timidez y cohibido. Alberto se lamenta.
- Chicas, chicas, chicas,- responde Ángel -. De una en una, por favor.
- Chicas,- Alberto intercede -. Ángel ha venido para hablar unas cosas del trabajo conmigo. Por favor.
- Oh...,- las tres chicas comenzaron a llevar a cabo su plan de dar pena.
- Es verdad,- responde Ángel -, pero os prometo que cuando acabemos hablo con vosotras un rato.
Alberto abre la puerta y coge a Ángel del brazo para meterlo en su casa.
- ¿Y esas chicas?,- pregunta Ángel, ya dentro de la casa de Alberto.
- Son mis vecinas. Se acaban de mudar hoy. Las he ayudado con un sofá que se había encajado en el descansillo y, bueno, hemos terminado haciendo buenas migas.
Ángel sonríe.
- Espero no haber interrumpido nada antes.
Alberto le mira.
- ¡No!,- ríe Alberto -. ¡No es lo que piensas! Tan sólo estuvimos hablando, nada más.
- Ya...,- murmura Ángel mientras vuelve junto a la puerta y la abre. Las tres chicas caen al suelo. Ángel las mira sonriente, Alberto sorprendido. Las chicas se levantan del suelo, sonriendo.
- No... No estábamos espiando...,- responden entrecortadamente.
- Ya, ya, ya...,- responde Ángel. Las chicas se disponen a volver a su piso, pero Ángel las retiene -. ¿Queréis entrar?
- ¡Ángel!,- exclama Alberto.
- Si a Alberto no le importa, claro...
- Pero es que tenemos que hablar de cosas del trabajo.
- ¡Bah! Si simplemente era decirte que el DVD este tuyo me ha gustado mucho. En serio,- le dice entregándole el DVD -. Además, así nos divertiremos más, ¿no?
Las tres chicas entran tímidamente en la casa de Alberto. Éste las indica el salón, con gesto de vencido.
- ¿Qué queréis tomar?,- pregunta Alberto, desde la cocina.
- Una cerveza,- responde Ángel, en el salón.
- Nosotras, si tienes coca-cola o algo,- responde Tamara.
- Y decidme,- les dice Ángel, abriendo su cerveza -. ¿Veis el programa?
- ¡Sí! ¡Siempre!,- exclaman las tres a la vez. Ángel sonríe.
- ¿Y qué os pareció el skecth de ayer? El de Dani y mío.
- Para el recuerdo,- responde Fátima, con rostro ensoñador.
- ¡Emedós!,- ríen nerviosas las tres chicas.
- Pues el creador le tenéis delante,- contesta Ángel.
- ¿Fuiste tú?,- pregunta sorprendida Gloria.
- No,- ríe Ángel -. ¡Ójala! Fue Alberto.
- Alberto, ¡eres nuestro Dios!,- exclaman a la vez las tres muchachas. Ángel responde riendo.