David estaba en el salón de su casa, tocando la guitarra y cantando suavemente. Estaba concentrado en lo que tocaba y cantaba. Con la partitura en el atril a un lado borraba y reescribía en la partitura con el lapicero que guardaba en su oreja.
De repente, se vuelve, como asustado.
- Tamara, me has asustado,- suspira aliviado David.
- Perdona,- sonríe tímida Tamara desde el vano de la puerta. Se acerca hasta él -. ¿Qué haces?
- Nada, una canción…,- recoge la partitura y cierra el portátil.
- ¿Me la cantas?
- Aún no está terminada.
- Por favor…,- Tamara acariciaba con su dedo la desnuda espalda de David.
- No, Tamara. No insistas,- sonríe David, tratando de deshacerse de los halagos de Tamara.
- Venga, David, no me hagas rogarte…,- el tono cada vez más dulzón de Tamara le conquistaba más, pero David era muy fuerte.
- Que no…
- Bueno, pues dime entonces qué significa esto,- y le acaricia el antebrazo formando círculos con el dedo.
- ¿Eso?,- David mira -. Un tatuaje que me hice hace poco.
- ¿Y?
- ¿Qué significa? Pues, si te he de ser sincero, no tengo ni la más mínima idea.
Risa generalizada.
- Entonces, ¿para qué te haces un tatuaje si no sabes luego lo que significa?,- ríe Tamara.
- Me gusta cómo queda. Simplemente.
- ¿Y si significa, por ejemplo, “gilipollas”?
David la mira perplejo. De repente, se levanta de la silla y corre a la cocina.
- ¿A dónde vas, David? Era una broma.
- ¿No tienes ácido por ahí?
- ¿Para qué?
- Para quitarme el tatuaje.
Tamara ríe. David deja de buscar y se acerca a ella para abrazarla.
- Sigo sin comprender cómo te pudo dejar escapar aquella chica,- responde Tamara, abrazada a David.
- Y yo sigo sin comprender cómo no te conocí antes,- y ponen punto final a su conversación con un beso.
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