miércoles, 4 de mayo de 2011

CAPITULO 16

Alberto mira su móvil. De repente, se pone blanco. Está nervioso.
- ¿No lo coges?,- le pregunta Fátima.
Alberto las mira.
- Eh... Sí... Sí...,- tartamudea -. Ahora lo cojo...
Alberto se levanta y sale del salón para encerrarse en el baño.
- Dime,- contesta Alberto, susurrando.

- Alberto...,- oye por el otro lado -. ¿Por qué hablas tan bajito?

- Eh... No, por nada. Por nada... Dime Ángel.

- Oye, que me gustaría comentarte lo de tu DVD. Ya lo he visto y... bueno... está muy bien, en serio. He quedado impresionado por tu trabajo. El sketch de ayer no era más que una pequeña muestra de tu talento. ¿Podríamos quedar en algún sitio y hablarlo más tranquilamente? Digamos... ¿en tu casa? Tu dirección está puesta en tu currículum.
- ¿En mi casa? ¿Ahora?

- Te comprendo... Te pillo en mal momento... Pues entonces lo hablamos mañana en Globo.

- No, tranquilo. Si quieres que hablemos, hablamos. Pero mejor voy yo a tu casa.

- Casi mejor que en la tuya...
- ¿Por qué?

- Porque ya estoy delante de la puerta de tu casa.

Alberto tenía los ojos tan abiertos que sentía cómo se les salían de las cuencas. Alberto cuelga el teléfono, sale del baño y va directo a la puerta de la casa. Justo cuando se dispone a salir, las chicas le paran.

- Alberto, ¿pasa algo?

- ¿Eh? ¿Qué? No, nada... Es que creo que me he dejado el grifo abierto en mi casa...

- ¿Todo este tiempo?,- pregunta Tamara, asombrada -. Pues ya no tienes casa, sino una piscina olímpica,- ríe.

- Sí, sí...,- Alberto contestaba automáticamente, sin atender a lo que decía.

- Espera, que te despedimos en la puerta,- Gloria se levanta para ir a su lado.

- ¡No! No hace falta, de verdad...,- Alberto trata de detenerlas, abriendo él mismo la puerta lo mínimo para que no vean a Ángel en el pasillo -. Ha sido un placer conoceros, chicas. Si eso, seguimos hablando otro día.

Alberto sale de la casa de las tres amigas y cierra la puerta. Efectivamente, ahí estaba Ángel. Le mira sorprendido.

- Hola, Alber. Pero...,- mira las dos puertas -. ¿tu casa no es la B?

- Sí, sí. Es la B,- responde con prisas mientras saca las llaves del bolsillo y trata de abrir la puerta de su casa.

- ¿Y qué hacías en esa otra casa?

- Nada. Hablaba con unos vecinos,- por fin abre la puerta -. Venga, pasa.

- ¿Te pasa algo, Alber? Te noto muy nervioso.

- No es nada. Entra Ángel.

Pero un grito histérico le congela la sangre.

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