lunes, 14 de noviembre de 2011

CAPITULO 87

- ¿A dónde vas?

Fátima  se vuelve a su amiga. No soporta mirarla a los ojos, agacha la cabeza y sale de la habitación. Tamara sale tras ella.

- ¿Qué te pasa?,- le dice alcanzándola ya fuera de la habitación. Fátima se vuelve -. ¿Por qué lloras, cariño?,- Fátima no consigue hablar. Tamara la abraza fraternalmente -. Sé que han sido unos meses muy duros para ti, pero Ángel ya está recuperado.

- No… no es por eso…,- Fátima tartamudeaba por el sollozo -. Bueno, sí… pero no.

- Como no te expliques mejor…

- ¿Recuerdas cuando Ángel y yo lo dejamos?

- ¿Por qué te ha dado ahora por pensar en eso?

- Dí. ¿Te acuerdas?

- Sí, sí, claro que me acuerdo. Pero…

- Entonces te acuerdas que fue por una tercera persona…

- Dani.

- Sí… Pero no era Dani…

- ¿Cómo?,- Tamara se queda inmóvil, fría -. Bueno, en el fondo sabíamos todos que no era verdad, pero era mejor pensar que era con Dani que con cualquiera, ¿no?

- Pues acabo de descubrir quién era el otro.

- ¿Lo has descubierto? Quiero decir, ¿te lo ha dicho él?,- Fátima afirmaba con la cabeza -. ¿Y quién es? Mejor no me lo digas. Bueno… Sí… No. ¡Ay, no sé!

- ¿Estás bien, Fátima?

Las dos amigas se vuelven a la puerta. Gloria y Alberto salían.

- Sí, está bien,- responde Tamara -. Tan sólo que no puede reprimirse las lágrimas de alegría de la recuperación de Ángel. ¿A que sí?,- al pronunciar la pregunta, Tamara se vuelve hacia Fátima. Ésta está con la mirada fija en la pareja. Tamara mira a su amiga extrañada, se vuelve a Gloria y Alberto y otra vez a Fátima. De repente, abre los ojos y la boca de par en par. Comprende. Señala disimuladamente a sus amigos al tiempo que dibuja con sus labios un muy remarcado “no me digas que…”. Tamara se vuelve a Gloria -. No me esperaba esto de ti, Glo.

- ¿A qué te refieres?,- pregunta Gloria, asustada.

- No, Tamara… Ella no…,- y señala a Alberto con la mirada. Tamara ya no cabía más en sí de la sorpresa.

- ¿Él?,- grita asombrada.

Alberto y Gloria no comprendían, pero al poco Alberto se calma.

- ¿Te lo ha dicho entonces?,- Fátima afirma tímida con el rostro -. Fátima, quiero que sepas que yo no he tenido nada que ver. Fue él siempre el que estuvo detrás de mí todo este tiempo…

- Tranquilo, Alberto,- le interrumpe Fátima -. Ángel ya me lo ha contado todo.

- ¿Y qué piensas hacer?

-Irme a casa.

- ¿Irte a casa?,- preguntan sorprendidos los tres. Fátima entra de nuevo en la habitación. Ve a Ángel, quien había vuelto a ser el mismo de siempre, de risas con sus amigos. Mira a Ángel, quien sostiene su mirada en la de ella.

- Voy a recogerla un poco, que a Ángel ya mañana le dan el alta,- y sale del cuarto no sin antes intercambiarse unas pícaras sonrisas con Ángel.

- Te quiero,- gesticula Ángel justo antes de sonreír.

FIN

jueves, 10 de noviembre de 2011

CAPITULO 86

- ¿Me estáis diciendo,- Ángel hablaba pausadamente, como tomando conciencia de cada palabra que iba a decir -, que llevo seis meses en coma?,- todos le miraban tristes -. ¡Venga ya!

- ¿Cuánto crees que llevas aquí?

- No sé… ¿Un par de días?

Miki le tira algo al regazo. Ángel se lo queda mirando unos instantes para luego cogerlo, entre nervioso y asustado. Era un periódico. Efectivamente, la fecha que indicaba era de seis meses después.

- Esto no significa nada,- responde tratando de no darle importancia -. Lo podéis haber hecho en la redacción…

- ¿Y esto también lo hemos hecho en la redacción?,- pregunta Patricia, adelantándose hacia su amigo y tirando de su rostro con fuerza. Ángel se queja mientras mira a su compañera como un basilisco. Al poco, sus ojos se abren de par en par. Ángel se palpa el rostro.

- Un espejo…,- murmura -. ¡Un espejo!

Berta hurga en su bolso y le tiende un pequeño espejo. Ángel lo toma y se mira desesperado. Sus ojos se desorbitan más aun mientras observa su reflejo desde todos los ángulos posibles.

- Es verdad…,- murmura para sí -. Esto… Esto no es de dos días…,- Ángel baja el espejo y les mira a todos, triste -. Así que es verdad… Se ha acabado… Y para siempre… Lo siento mucho, chicos. Me siento tan culpable…

- ¿Por qué?

- Por dejaros en la estacada. Tenía que haberme quedado hasta el final con vosotros… Nunca me lo perdonaré…,- baja el rostro.

- Ángel,- Dani se acerca a él -. No fue culpa tuya, ¿vale? Hiciste lo que tenías que hacer. Tu marcha no tiene nada que ver con que acabara el programa, ¿de acuerdo? Fue tu decisión y la respetamos, aunque nos jodiera en el alma.

- Pero, ¿harán algo?

Dani niega con la cabeza.

- Pero mira el lado bueno: por fin tendremos todos esas vacaciones que tanto anhelábamos,- Dani sonríe amargamente.

- Pero…

-Ángel,- la voz de Ricardo calmó el ambiente -. O te recuperas pronto o yo mismo haré que ocupes esa cama otros seis meses. ¡Que no puedo hacerme yo solo con el musical!,- Ángel sonríe, liberándose un poco de aquel pesar. Al bajar de nuevo el rostro, tratando de ocultar esa sonrisa, se vuelve a mirar en el espejo. Lo levanta y se observa detenidamente en el reflejo.

- Pues la verdad… es que no me queda nada mal la barba. Lo mismo me la dejo un tiempo…

Fátima se aleja.

- ¿A dónde vas?,- le pregunta Tamara.

domingo, 6 de noviembre de 2011

CAPITULO 85

- ¿Es esa tu decisión final?

Fátima tomaba a Ángel de la mano fuertemente mientras le miraba fijamente a los ojos con semblante serio. Ángel afirmó con un suave movimiento de su cabeza al tiempo que cerraba los ojos. Fátima suspira cabizbaja.

- Sé que va a ser difícil,- responde Ángel -, será muy duro, para mí, pero creo que es lo mejor.

Fátima responde frotando la mano de Ángel al tiempo que una lágrima afea su sonrisa. En ese momento, la puerta se abre de nuevo.

- ¿Qué tal te encuentras?

Por la puerta comenzó a entrar un pelotón de gente que en poco tiempo ocupó toda la habitación. Ahí estaban todos sus compañeros del programa. Patricia apenas podía mantenerse serena por culpa de las lágrimas. Dani necesitó sentarse en una silla, sus piernas flaquearon al ver a su amigo. Igualmente acabó drenando sus ojos. Gloria dejó un ramo de flores frescas en la mesa al lado de la cama. Berta se adelantó hasta Ángel y le besó tiernamente en la mejilla.

- ¿Qué tal te encuentras?

- Bien, estoy bien… Pero…,- Ángel mira la muñeca de Fátima, que no se había separado de él -. ¡Se puede saber qué hacéis todos aquí? ¿Y el programa? ¿Es que no lo pensáis hacer hoy o qué?

Al oír aquellas preguntas, todos se miraron a los ojos. De repente, la tensión se materializó en el ambiente. Ángel no comprendía.

- Ángel…,- el tartamudeo en la voz de Miki le hizo parecer muy débil físicamente -, verás… El programa… Bueno… El… programa…

- Ángel,- Alberto tomó el relevo -, ya sabes que el programa estaba en horas bajas antes de irte y…

- ¿Qué queréis decir?

- Ángel,- Patricia sonaba firme -. El programa se acabó.

- ¿Cómo dices?,- pregunta Ángel, incrédulo.

- Que el programa ha terminado,- murmuraba David, con cierto miedo en su tono de voz -. Lo han cancelado.

Ángel sonríe nervioso.

- Es una broma…,- observa los sombríos y grises rostros de sus amigos -… ¿verdad?

- No, Ángel,- responde Alberto -. El programa ha terminado… Y para siempre, me temo.

Ángel se torna serio, aunque seguía con incredulidad.

- ¿Por qué?

- La audiencia.

- ¿La audiencia? ¡Venga ya! Hemos tenido días que no nos veía ni el tato, días que apenas pasábamos del 2%, y aun así seguimos en antena. ¿Qué ha pasado? ¿No logramos pasar del 1%?

- No lo sabemos,- responde Dani -. Nos lo dijeron de la noche a la mañana. Nos llamaron y nos dijeron: “Chicos, el programa se acaba. El viernes es el último.” Y nos lo dijeron el lunes de esa misma semana, Ángel. ¡El lunes!

- Eso es imposible,- Ángel se revuelve en la cama, tratando de salir de ella, pero los demás le retenían -. Mañana mismo voy a Globo y hablo con ellos.

- No, Ángel…

- ¡Ni “no, Ángel” ni hostias! ¡Esto no se hace así!

- Ángel, no creo que puedas hacer nada…

- ¿Cómo que no? Soy Ángel Martín. ¡Una de las estrellas de LaSexta! ¡Algo podré hacer!

- No puedes hacer nada,- Fátima le retiene en la cama. Ángel la mira. Queda hipnotizado por el tono vidrioso de sus ojos -. Hace tiempo que acabó… Verás… Perdiste mucha sangre y… quedaste inconsciente… Ángel, has estado seis meses en coma. El programa lo cancelaron a las dos semanas de que te ingresaran…

martes, 1 de noviembre de 2011

CAPITULO 84

Gloria no podía controlar el temblor que se había adueñado de su pierna. Estaba sentada, pero aquello no la quitaba su nerviosismo. Llevaba tanto tiempo jugueteando con aquel pañuelo de papel entre sus dedos que ya lo había hecho trizas. Dio un respingo al ver abrirse la puerta. Se levantó como accionada por un resorte y se quedó totalmente rígida, de pie, como si un coronel del ejército fuera a pasar revista. Alberto salía de la habitación del hospital. Cuando cierra la puerta tras de sí, se apoya en ella con la espalda al tiempo que cierra los ojos y deja escapar un relajante suspiro. Gloria se sienta, más tranquila, agacha el rostro, y sigue jugueteando con aquellos pedazos de papel.

- Z, y, x, w, v, u…

- ¿Qué haces?,- pregunta Alberto, mirándola divertido.

- Digo el abecedario al revés. Me ayuda a tranquilizarme.

- En la boda no recuerdo que lo hicieras…

- Sólo lo hago cuando estoy muy, pero que muy nerviosa. Vamos, es como un antídoto ante el infarto. Eso no quiere decir que no estuviera nerviosa en la boda, que lo estaba, pero ese nerviosismo era bueno.- Silencio. Gloria le mira a los ojos -. ¿Qué tal está hoy?

- Despierto.

Gloria se quedó de piedra. Una sonrisa comenzó a desdibujar su pálido rostro. Una lágrima bañó su mejilla.

- ¿En serio?,- la sonrisa de Alberto le contestó. Gloria se lanza a Alberto, atrapándolo en un gran abrazo donde se desahogó por completo -. ¿Habéis podido hablarlo?,- le pregunta tras calmarse y mirarle a los ojos.

- No lo sé… Fátima entró de repente.

- ¿Crees que se lo dirá a ella?

- Debe hacerlo. Por eso ha acabado así.

- ¿Cómo crees que se lo tomará?

- Espero que mejor que tú,- Gloria sonríe nerviosa -. Bueno, a lo mejor se lo toma peor, pero al menos ahí dentro no hay ceniceros que arrojar,- Gloria ríe levemente.

- Alberto, es que esas cosas no se cuentan al día siguiente de la boda…

- Ya, ya, ya…,- ríen los dos -. ¿Me perdonas?

- Es que se te puede perdonar todo,- se besan en los labios.

- ¿Cómo crees que acabará todo esto?

- Fátima está muy enamorada de Ángel. Y a Ángel… Bueno, tú ya le conoces…

- Sí… También quiere mucho a Fátima y no creo que soporte hacerla sufrir más. Su destino es estar juntos, aunque no se quieran ya como antes.

viernes, 28 de octubre de 2011

CAPITULO 83

- ¿Alberto?

Aquella tímida voz les hace separarse repentinamente.

- Fátima…,- murmura Ángel al tiempo que se incorpora en la cama.

Fátima se acerca lenta y tímida hasta la cama, cabizbaja.

- Creo que será mejor que os deje solos…,- masculla Alberto al tiempo que se va del cuarto, sin poder mirar a Fátima a la cara. Antes de salir por la puerta, se vuelve a Ángel. Va a decirle algo, pero torna la mirada a Fátima y se va. Fátima y Ángel quedan solos. El frío casi glacial del silencio comenzó a reinar en esa habitación de hospital.

- ¿Has llorado?,- pregunta Ángel. Fátima le mira, sorprendida -. Tus ojos están rojos. ¿Has llorado por mí?,- Fátima baja el rostro -. No deberías. No tienes que llorar por mí. No te merezco.

- ¿Cómo que no?

- Desde que nos conocimos no he hecho más que herirte, dañarte. Es imposible que seamos felices los dos si nos hacemos esto. Si yo te hago esto. Siempre que intento hacer algo, pensando en ti, en hacerte feliz, consigo lo contrario, y eso me desespera…

- Ángel,- logra interrumpirle Fátima -, sé que estás con alguien, sé que lo nuestro ya no volverá, pero me he jurado a mí misma reconquistarte. Sé que va a ser difícil, pero volverás conmigo. Ya sé que tú ya no sientes nada por mí, pero dame tiempo…

- Fátima. Sí, lo nuestro ya no puede ser porque me he enamorado hasta la médula de alguien que… Bueno, es mejor que no lo sepas…

- Ya lo sé… Es Dani. Si es que… lo veía venir. Tantos años juntos, de amistad… Y esa temporada en que compartisteis piso y…

- Es Alberto,- responde Ángel, con la voz quebrada por las lágrimas a punto de salir de sus ojos.

- ¿Cómo?,- pregunta Fátima, sin comprender, tras unos momentos en silencio, mirándole fijamente.

- No estaba planeado. Para nada. Antes de nada quiero decirte que yo no soy gay. En serio. Pero surgió así, sin más. No pude hacer nada para evitarlo.- Fátima mueve los labios, tratando de hablar, pero no puede -. Todo empezó la noche una noche que salí con los chicos, después de que conocierais a David. Salí con él y con Alberto, y el alcohol hizo que yo… Bueno, que… nos besáramos... Y desde entonces me he sentido mal, muy mal. Por mí. Por él. Por ti. Porque te he querido desde el primero momento en que te vi. Me enamoré de ti, pero aquella noche el alcohol me hizo ver de otra forma a Alberto. Y no llores más por mí, no me lo merezco, ya es suficiente penitencia el vivir con este choque de sentimientos dentro de mí. Vete, déjame, olvídate de mí. Hay millones de hombres ahí fuera mejores que yo.

Fátima se abalanza sobre Ángel, tomándole fuertemente del brazo mientras las lágrimas la dificultaban el habla.

- No, Ángel. Yo sólo te amo a ti. Y pongo a Dios por testigo de que lucharé hasta la muerte por conquistarte.

- Fátima…

- Hasta la muerte,- repite Fátima, entre dientes, con los ojos muy abiertos. Ángel la ve y tras unos segundos la abraza fraternalmente, respondiendo ella de igual manera.

- Ángel,- responde Fátima, ahogando su voz en el torso de él -. Elige: él o yo.

domingo, 23 de octubre de 2011

CAPITULO 82

- Ángel…

Ángel a duras penas logra abrir los ojos. La tenue luz del cuarto le cegaba. Una silueta resaltaba entre aquella deslumbradora luminosidad. Aquella voz…

- ¿Ángel? ¿Estás despierto?,- aquella voz denotaba un asombro incrédulo.

Aquella figura le toma del rostro con fuerza. Ángel sigue tratando de enfocar su vista, mientras continúa tomar conciencia de lo que está pasando.

- ¡Ángel! ¿Me oyes?

- Pues claro que te oigo. No hace falta que me grites al oído,- una pequeña risa seguida de un fuerte abrazo le hace despejarse -. ¿Qué ha pasado?

- No me digas que no lo recuerdas.

- Lo último que recuerdo es…,- el rostro de Ángel palidece. Se mira las muñecas, vendadas.

- ¿Por qué lo hiciste?,- aquella voz sonaba demasiado serena.

- Lo siento…,- masculla Ángel -. Siento haberte estropeado tu día, Alber. No sé por qué… Pero tú estabas allí, conmigo.

- No, yo estaba en el hotel.

- ¡Yo te vi! Pero luego… desapareciste… en un abrir y cerrar de ojos… literalmente,- durante el siguiente silencio, Ángel comprendió -. No, no estabas… Cierto… Fue mi mente, que me jugó una mala pasada… en mi último suspiro…

- Fátima fue a casa. Vio la luz encendida del baño. Llamó a la puerta pero no recibió respuesta. Entró y te vio… sumergido en un baño de tu propia sangre, saliendo de tus muñecas…

- Perdóname Alber. Perdonadme todos. Llevo un tiempo que no sé qué hago…

- Perdóname tú a mí.

- ¿Por qué?

- Por haberme conocido. Si yo no hubiera trabajado con vosotros, nada de esto habría pasado. Sí, Ángel, sé por qué lo has hecho. Por mí. Y no soporto verte sufrir de esta manera. Será mejor que me aleje de ti para siempre. Sé que será doloroso, para ti, pero es lo mejor. Si no estoy cerca de ti, me olvidarás y podrás seguir con tu vida.

- No, Alber. No te vayas. Te necesito cerca.

- Pero Ángel…

- No podré superar esto sin tu ayuda.

Sus ojos se encuentran. La vidriosidad de sus pupilas brilla tristemente. El silencio se apodera de aquel cuarto. Alberto se acerca poco a poco al rostro de su amigo, sus labios avanzan para encontrarse…

miércoles, 19 de octubre de 2011

CAPITULO 81

Silencio. Silencio y oscuridad. Cualquiera se habría deprimido al verse rodeado de todo aquello, pero él no. Él se sentía diferente, se sentía… bien. Estaba relajado. No había nada que alterara su mente. Estaba tranquilo. Extrañamente tranquilo. Durante unos instantes nada alteraba su ser, hasta que una cara apareció en sus recuerdos.

- Alberto…

Al momento se unió otro rostro.

- Fátima…

Comenzó a agobiarse, a desesperarse.

- ¡Oh, Dios! Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué he hecho?

Aquella calma que sintió al principio se desvaneció como si fuera humo y su ser comenzó a ser invadido por una angustia mortal.

- No soy más que un idiota. Un gilipollas. Todo lo que hago es una mierda. Intento hacerlo todo lo mejor que puedo, pero acabo jodiéndolo todo. Todo lo hago en favor de la gente, pero en realidad es en mi propio favor. Soy un egoísta, un puto egoísta. Y me merezco vivir el resto de la eternidad devorado por este remordimiento.

De repente, nota una leve presión en su mano.

- Ya está. Ya está hecho. Me llevan al Infierno, aunque ni el más terrorífico Averno podrá jamás igualarse a este sentimiento que tengo.

- Ángel…,- resuena una voz en el eco del vacío.

- No me merezco llamarme así. No soy más que un ángel destructor…

- Ángel…

Una caricia en su rostro. Un pequeño destello de luz haciéndose paso entre la penumbra, acercándose poco a poco a él…

miércoles, 12 de octubre de 2011

CAPITULO 80

- ¿Qué haces aquí?,- murmura Ángel.

- Vengo porque estaba preocupado por ti.

- Vete,- responde, volviendo el rostro -. No deberías ver esto. No deberías verme así.

Pero no se iba. Es más, se acercaba a él. Se arrodilla a su lado, toma su brazo y lo saca del agua. Al momento lo vuelve a sumergir.

- ¿Por qué lo has hecho?,- le pregunta, apático.

- Alberto, lo he hecho por ti. Por ti y por mí. Por los dos. Porque no consigo sacarte de mi cabeza, de mis pensamiento ni de mi vida. Desde que entraste en mi vida, mi mundo cambió por completo. Me hiciste ver más allá, me hiciste sentir en un plano superior. Alberto, en mi vida hay un antes y un después desde que te conocí.

- ¿Y por qué te haces esto, Ángel?

- Porque no puedo vivir con este choque de emociones. Esto rompe por completo todos mis principios. Entiéndeme Alber, yo no soy gay. No lo soy. Pero ha sido conocerte y nacer en mí este sentimiento que… que… No puedo describirlo. Tan sólo que es algo que nunca antes había sentido con nadie.

- ¿Y Fátima?

Al oír su nombre, Ángel se derrumba.

- Fátima…,- murmura sollozante -. Pobre Fátima…,- mira el agua, cada vez más oscurecido -. No se merece esto que la estoy haciendo. No me merece. Desde que me conoció todo en su vida ha sido dolor y más dolor. Es verdad que al principio me gustaba. Es una chica muy guapa, inteligente, un encanto de mujer. Pero yo… yo soy un maldito idiota que no hace más que lastimarla con todo lo que hago.- Ángel se calla durante unos segundos, segundos en los cuales levanta, pesadamente, uno de sus brazos y se mira la muñeca. Al momento, abre los ojos de par en par. Se vuelve a Alberto, asustado -. ¡Alberto! ¡Joder, tío! ¡Ayúdame!

- Tranquilo,- le responde Alberto mientras le pone las manos en los hombros.

- Joder, ¿qué he hecho? ¡Llama a una ambulancia!

- No te alteres,- le responde pacíficamente mientras pasa su mano por sus párpados.

- ¿Que no me altere? ¡Me estoy desangrando! ¡Llama a alguien!

- No puedo.

- ¿Cómo… cómo que no… puedes?,- el desvanecimiento le vence.

- Porque realmente yo no estoy aquí.

- ¿Cómo… dices…?,- Ángel cierra los párpados pesadamente. Apenas tiene fuerzas para abrirlos, para hablar -. ¿Qué… di…ces?,- las palabras cada vez son menos audibles. Alberto le chista mientras se inclina lentamente hacia su rostro. Ángel a duras penas mantiene los ojos abiertos. Sus labios están a punto de rozarse. Ángel por fin logra entreabrir uno de sus ojos. No hay nadie -. Alber…,- murmura antes de dejarse llevar por el cansancio.

sábado, 8 de octubre de 2011

CAPITULO 79

Ángel llevaba horas dando vueltas entre las cadenas de la televisión. A pesar de haber pasado varias veces por la cadena que emitía su serie favorita, no se paró a verla. Hastiado por ello, apaga la televisión y echa mano de su móvil. Lo observa durante unos instantes antes de conectarse a internet y entrar en su cuenta de twitter. Revisa los mensajes más recientes de sus amigos. Mira las menciones de sus seguidores. Sale de la cuenta. No le apetecía hacer nada. Ángel mira su reloj de muñeca. Ya pasaba la medianoche.

- A estas horas ya estarán casados,- murmura.

Deja el móvil en la mesa, se levanta del sofá y se dirige al baño. Pone el tapón de la bañera y abre el grifo. Se queda inmóvil, mirando fijamente el grifo. Tenía una mirada entre apática y triste. Al momento reacciona. Se desnuda y se mete en la bañera.

- A ver si con un relajante baño caliente dejo de pensar en ello,- piensa Ángel mientras cierra los ojos y deja que el agua le comience a cubrir su cuerpo.

Cuando cierra los ojos, Ángel no puede evitar pensar en Alberto. En todo ese tiempo que ha trabajado con él, en aquellas noches que solían ir de bar en bar. En el beso. En la boda. Ángel frunce el entrecejo, como si con ese gesto pudiera vaciar su mente de esas incómodas imágenes. Al cabo de un rato, ya sólo se oía el rumor del grifo abierto acallando la relajada respiración del cómico, respiración que a ratos quedaba ahogada por el vaho. Todo ese cúmulo de sonidos le llevó a un momento de duermevela. Llevaba tanto tiempo en aquel otro plano que no se dio cuenta de que la bañera estaba a punto de rebosar. Suena su móvil. Abre un ojo. Ve el nivel del agua a punto de tocar sus labios. Durante unos segundos no se movió, no hizo nada. Estaba tan bien en ese momento… A duras penas logra mover una pierna y cerrar el grifo.

- Me alegro de haber instalado grifos de palanca,- piensa -. Si llego a tenerlos de rueda…

Ángel vuelve el rostro. El espejo se había empañando pronto con el vaho. El móvil estaba al lado del espejo. Quería cogerlo, a pesar de que era un mensaje, pero se encontraba tan a gusto… Vuelve a cerrar los ojos. El sopor vuelve a conquistarle, esta vez de una forma más enérgica. Al cabo de un rato, otra vez esa musiquilla tan característica. Esta vez Ángel ni siquiera abre los ojos. Sabía perfectamente quién le estaba escribiendo, pero no querían contestarle. No le apetecía. Cualquier excusa que le pusiera sonaría falsa.

Casi sin darse cuenta, notó el agua tibia, pero el vaho seguía en el ambiente. Era una sensación extraña. Notaba el rostro cálido, pero el frío comenzaba a hacer mella en el resto de su cuerpo. De nuevo otro mensaje del móvil. Esta vez Ángel, a regañadientes, se levanta de la bañera y toma el teléfono. Tres mensajes de Alberto, todos con el mismo mensaje. “¡Ángel! ¿Dónde andas, tío? ¿Vienes al banquete o qué? Díme algo, no me tengas así!. Alber”.

- ¿No entiendes que no quiero saber nada de ti, al menos hoy?,- exclama Ángel, voz en alto, entre suplicante y enfadado. Entonces apaga el teléfono -. Tendría que haber hecho esto desde el principio. Si no quiero saber de nadie, ¿por qué tengo el móvil encendido?

Ángel siente un escalofrío. Ha pasado demasiado tiempo en la bañera. Mira el reloj. Ya eran más de las tres de la madrugada. Lleva varias horas metido. Ángel se sorprende.

- ¡Si sólo he estado unos minutos!

Lo que no sabe es que esos minutos para él han sido realmente horas. Llegó a dormirse en verdad en la bañera, pero el aviso del mensaje le hacía volver en sí.

Ángel no puedo evitar volver a pensar en él. Cuando fue a dejar el móvil en su lugar, se quedó inmóvil, mirando el objeto que había al lado. Lo miraba fijamente. Una orgía de imágenes llenó su mente con ese objeto. Con pulso trémolo, lo toma para sí. Sigue sin apartar la mirada de él. Lentamente, se acerca de nuevo a la bañera. Por un instante, la observa. Descubre su propio reflejo, ondenate en la superficie líquida. Su pie entrando de nuevo en el agua la deshace abruptamente. Se sienta, observando detenidamente aquel objeto. Sus ojos comienzan a tornarse vidriosos. Acerca ese objeto a su muñeca. Se detiene unos segundos, los justos para cerrar los ojos y ayudar a salir de ellos una lágrima. Se recuesta. El agua se tinta poco a poco de un malva oscuro.

- Ya está hecho,- murmura -. Por fín dejaré de sufrir.

Pero la puerta del baño se abre.

miércoles, 5 de octubre de 2011

CAPITULO 78

Llevaban varios minutos mirando al techo, sin hablarse. Estaban incómodamente inmóviles en la cama. El traje de él descansaba perfectamente doblado en una silla, mientras el de ella permanecía colgado dentro del armario. Apenas probaron el champán que, a modo de detalle, dejó la dirección del hotel en su habitación.

- Alberto…,- el leve susurro de Gloria apenas era perceptible. Y menos aún lo fue la respuesta gutural de él -. Es nuestra noche de bodas…

- Ya…

- ¿No crees que deberíamos…?

- Ya, ya, ya…

- ¿Lo hacemos?,- Gloria le mira. Alberto la imita.

- ¿Quieres hacerlo?,- le pregunta, sorprendido.

- Es la noche de bodas. Hay que hacerlo, ¿no?

Alberto, aparatosamente, se pone encima de su ya esposa. Trata de cumplir con su papel esa noche, pero la falta de ganas no ayudaban nada. Ni a él ni a ella. No había pasión, no había compenetración, no había nada. La obligación le había quitado la magia al momento. Alberto se detiene al poco de comenzar y mira a Gloria a los ojos.

- Cariño, estoy notando que no te gusta. Será mejor que lo dejemos.

- ¡No, no!,- exclama ella -. Tú concéntrate en tu parte, que yo ya me encargaré de la mía…

- Pero no estás centrada en esto. Y yo tampoco…

- ¿Tampoco te apetece?

- ¿La verdad? Son las cinco de la madrugada y entre la boda, el banquete y el baile estoy reventado.

- ¿La verdad? Yo también.

Y los dos ríen.

- Oye… Una cosa…,- el ataque de risa apenas le dejaba respirar a Gloria -. ¿Tú sabes qué le ha pasado a Ángel? Dijo que vendría a la boda, pero no ha aparecido.

- Ni idea. Le llamé durante el banquete como cinco veces, y no me lo cogía. Tras dejarle varios mensajes, decidí pasar. Ya llamaría cuando viera los mensajes. Y ya tendrá sus motivos.

- Pues verás cuando me lo encuentre cara a cara. Lo voy a estrangular.

- ¡Gloria!

- ¡Es que es verdad, Alber! Él hizo todo lo posible para ayudarte en el trabajo, y tú se lo agradeces invitándole a la boda. Incluso le ofreces el puesto de padrino. Pero no se digna a responderte que no viene. Ni siquiera ha sido capaz de llamar con una tonta excusa. Eso no se hace. No, no y no.

- Ya te he dicho que tendrá sus motivos,- Alberto la besa entre palabra y palabra -. Y tranquilízate… ya verás… cómo… al final… le ha surgido… algún… imprevisto…

- Ya…- el enfado de Gloria se desvanecía en cada beso -. A todo esto, ¿cómo vamos a pagar todo esto? Yo sigo en la universidad y tú ya no estás en el programa. ¿Cómo se te ocurrió dejarlo?

- No te preocupes por el dinero. Si ya tengo un nuevo trabajo. Un amigo mío ha abierto hace poco un bar y la semana que viene empiezo de camarero. Sé que es un trabajo muy sacrificado, todo el tiempo de pie, yendo y viniendo, y que habrá momentos en que el bar se llene de gente, pero si eso no lo coges con ganas desde el principio… Y yo ya estoy contando las horas que me quedan para empezar.

- Pero no me has contestado… ¿Por qué lo has dejado? No me comentaste nada sobre ello. Me enteré como todos: cuando lo dijiste en el programa.

Alberto la mira a los ojos. No sabía cómo decirle la verdad de por qué dejó el programa. Fue la mayor tontería que había hecho hasta el momento, pero, ¿las cosas más importantes de la vida no son las más grandes tonterías? Ahí estaba él, casado con Gloria, ¿y no fue un arrebato el pedirla la mano en matrimonio? ¿No fue la más grande tontería que había hecho?

- ¿Y bien?,- le pregunta Gloria, seria -. ¿Por qué dejaste el programa?

Alberto entreabre la boca, tratando de que alguna palabra saliera de ella, pero el sonido del teléfono móvil le detiene. Un desconsolado llanto responde al otro lado.

lunes, 3 de octubre de 2011

CAPITULO 77

Gloria no paraba de admirar su reflejo en el espejo. Irradiaba felicidad por todo su cuerpo, felicidad que se ve interrumpida por unos leves golpes en la puerta cerrada.

- Adelante.

Apenas la puerta se entreabre un poco, Gloria grita de alegría y corre a abalanzarse por quien en ese momento entraba en el cuarto.

- ¡Tamara!

- ¡Cuidado, cuidado!,- exclama Tamara. Gloria se aparta asustada al tiempo que ve a su amiga llevarse las manos al vientre.

- Perdona…,- se excusa Gloria, sonrojada -. ¿Qué tal lo llevas?

- Bastante mejor que al principio. Ya sólo me quedan tres semanas.

Gloria se arrodilla y besa el abultado vientre de su amiga.

- ¿Y tú?,- pregunta Tamara -. ¿Qué tal estás?

- ¡Con los nervios a flor de piel!,- exclama histérica Gloria.

Tamara la mira detenidamente.

- Me recuerdas tanto a mí…,- responde soñadora -. Mi vestido no era tan pomposo, pero era igual de precioso.

- Me acuerdo, me acuerdo. Pensaba pedírtelo para mí, pero mi madre se puso tan pesada con que vistiera el suyo que…

- No pasa nada. Por eso te traigo esto,- y la coloca sobre su cabeza un translúcido velo que la ocultaba el rostro.

- Oh, Tamara… Gracias,- el tono de voz de Gloria temblaba.

- Me estoy acordando de la mía… Me pasé todo el día con los nervios aferrados a mis huesos. No paré de temblar en todo el día. Recuerdo cuando mi padré me llevó del brazo por la iglesia. Todo el mundo mirando… Me hicieron sentir como la chica más guapa del mundo…

- En verdad lo eras.

- Y David allá, al final, con su traje. Entre el chaqué, el chaleco, la corbata… No me digas que no estaba como para violarlo contra el altar mayor.

- ¡Tamara!,- exclama Gloria. Tamara ríe.

- La verdad es que el pobre estaba muy nervioso, y eso me hacía sentirme más nerviosa aún,- ríe Tamara -. ¿No me digas que no lo notaste? ¡Si el pobre no sabía qué hacer con sus manos!,- ríe de nuevo -. De todo lo demás no recuerdo nada, tan sólo la cara de David, tan serio… E incluso me atrevería a decir que estaba aterrado, fíjate. Sólo recuerdo que su pendiente y sus dientes al sonreír luchaban por ver cuál brillaba más,- sonríe Tamara tontamente -. Y luego, en mitad de la ceremonia, cuando era su turno de hacer los votos, se puso a cantar,- las mejillas de Tamara arden de pasión y vergüenza -. Pero me alegro, nos alegramos de haber dado ese paso. Y me alegro ahora de que lo des tú.

- Ya sólo queda Fátima.

- Si Fátima o Ángel no se atreven a dar este paso, me presento y les doy un empujón… o dos. ¡O los que hagan falta!,- Gloria ríe -. Es que no se pueden ser más sosos,- ríen las dos.

- Hablando de ellos,- Gloria retoma la conversación -. ¿Has visto a Ángel?

- Pues… no. No le he visto.

- Pues es raro. Porque Fátima sí que ha venido.

- Mujer… ¿Cómo iba a faltar ella?,- sonríe Tamara -. Pero le pregunté a Tamara y me dijo que Ángel no podía venir por cosas del trabajo y eso, pero que lo intentaría.

- ¿No la ha llamado aún?

- No. Y Fátima se está poniendo muy nerviosa. Le dijo que cualquier cosa la llamaría, pero ni un mensaje siquiera de si va o no a venir. Pero bueno, ésta es tu boda, así que esto que no te entristezca, ¿vale?

- A mí no, pero a Alberto le va a fastidiar bastante… Deseaba tanto que Ángel estuviera presente…

- Es verdad… Si no recuerdo mal, fue gracias a él por lo que os conocisteis.

- Sí. Gracias a Ángel, todas nosotras tenemos novios,- Tamara se mira el vientre de reojo -. Bueno, ahora maridos,- ríen las dos al tiempo que se abrazan. Pero otros pequeños golpes en la puerta las interrumpen.

- ¿Gloria?,- oyen preguntar desde el otro lado.

- ¡No entres! ¡No entres!,- exclaman las dos nerviosas. Gloria se tapa con las cortinas de la ventana al tiempo que Tamara intenta empujar la puerta para que no se abra.

- ¿Gloria? ¿Estás bien?

- Sí, Alberto. Está estupenda.

- Pues date prisa, que ya son y cuarto.

Tamara abre la puerta lo justo para asomar el rostro.

- Alberto, tú tranquilo. En un momento bajamos las dos.

Alberto estaba imponente con su traje de chaqué. Los puños de la camisa le ocultaban casi del todo las manos, lo que le daba un cierto aire cómico. Alberto trataba de ver algo a través de la rendija dejada por Tamara, pero la ventana donde se ocultaba Gloria estaba fuera de plano.

- ¿Seguro que estás bien, Glo? ¿No quieres que te ayude?

- Que no, que está estupendamente,- Tamara trataba por todos los medios de que se fuera -. Y vete ya, que da muy mala suerte ver a la novia antes de la boda.

- Bueno, vale… Pero dala esto,- le entrega algo a puño cerrado -. Dila simplemente que es de parte de mi madre,- y se va.

Tamara cierra la puerta y avanza hasta su amiga, que sale de detrás de las cortinas.

- ¿Se ha ido?

- Sí. Y me ha dicho que te dé esto de parte de su madre.- Gloria observa lo que su amiga la entrega. Al verlo, los ojos de Gloria chispean -. ¿Qué es?

- Es un pequeño colgante de su abuela,- murmura.

- ¿De su abuela?,- Tamara pregunta sin comprender -. ¡Ah! Su abuela… La que se murió la semana pasada.

- Sí.

Tamara toma el colgante y se lo pone a Gloria en el cuello.

- ¿Te has fijado que lleva un brillante azul?

- No, no me había fijado,- responde Gloria, mirando el colgante.

- Pues ya lo tienes todo: algo nuevo,- señala el traje -, algo viejo,- señala los pendientes que tenía Gloria en las orejas -, algo prestado,- señala el velo que la acababa de poner -, y algo azul,- señala el colgante -. Y ahora, vamos a ir las dos como dos campeonas a celebrar ya tu boda. Ya disfrutarás de la suite del hotel por la noche,- y remarca las últimas palabras arqueando las cejas mientras sonríe lascivamente.

sábado, 1 de octubre de 2011

CAPITULO 76

La puerta del dormitorio se abre. Ángel penetra en el sombrío cuarto, seguido por una sombra, que cierra la puerta tras sí.

- ¿Y bien?,- pregunta Ángel -. ¿De qué quieres hablar?

- Verás…,- responde una titubeante voz -. No sé cómo decirte esto…

- Alberto,- Ángel le toma por los hombros -. Cuéntamelo sin más. Pero sólo si es algo bueno,- Ángel cierra la frase con una sonrisa socarrona. Alberto le mira y sonríe tímidamente.

- No te preocupes, porque lo es… Ya sabes que me caso con Gloria.

- Sí. El mes que viene, ¿no?

- Sí. Y me preguntaba si… si tú…

- ¿Si iría a la boda? ¡Por supuesto! Siempre que Gloria esté de acuerdo en que vaya. Porque sé que es vuestra boda y, lo principal, es que acuda toda la familia.

- No, si… venir, vas a tener que venir sí o sí.

- ¿Cómo?

- Esto Gloria aún no lo sabe porque no he querido decirle nada hasta no haber hablado contigo.

- Pero, ¿qué es?

- Ángel. Me preguntaba si… te gustaría ser mi padrino.

Ángel se queda estático, como estatua. No sabe qué responder. La ilusión comenzaba a salir a borbotones de la mirada de Alberto.

- ¿Yo? ¿Padrino de tu boda? Pero, ¿no lo va a ser el padre de Gloria?

- Sí.

- Pues yo no soy quién para quitarle ese honor a un padre.

- Entonces, ¿no quieres?

- No es que no quiera, Alberto, lo que pasa es que los padres tienen ese honor de siempre. ¿Qué pensarías tú si tu hijo le pidiera a un amigo ser su padrino de boda en vez de a ti?

- Si son tan amigos como tú y yo…

- Olvídalo Alber. Me siento muy honrado por ello, pero no,- Ángel se adelanta hasta la puerta mientras Alberto se sienta, apesadumbrado, en la cama.

- Pero, irás a la boda.

- Por supuesto,- responde Ángel, en el vano de la puerta -. Y ahora, levanta de la cama y vamos al salón de nuevo.

Alberto sonríe, se levanta y sale de la habitación.

- Por cierto, Ángel,- se oye decir a Alberto -. ¿Qué vas a hacer ahora?

- Pues Castella me ha hablado de un proyecto que tiene muy buena pinta. Algo así como una especie de musical que…

viernes, 30 de septiembre de 2011

CAPITULO 75

- ¿Por qué me has traído aquí?,- Ángel se resistía a entrar.



- Venga Ángel, no seas un niño pequeño,- Fátima tiraba de él, en vano.



- No…,- Ángel retoma el camino hacia su casa -. No quiero entrar. No hasta dentro de un tiempo.



- Ángel, por fa…,- Fátima le retiene en un amoroso abrazo mientras trata de convencerle con su melosa mirada. Ángel evitaba mirarla. Conocía esa técnica y siempre se rendía ante ella, pero aquella batalla la tenía que ganar él -. Ángel… Sólo él te puede ayudar. No quiero pasarme el resto de mi vida viéndote tan mustio.



Ángel se da la vuelta.



- Fátima, no vayas tan lejos. ¿Cómo que “el resto de tu vida”?



- Bueno, ya hablaremos de eso otro día, pero esto tienes que hacerlo ya.



Ángel la mira en silencio. Mira el edificio. Mira al suelo mientras exhala un estoico suspiro.



- No sé qué voy a hacer contigo,- murmura.



Fátima, entusiasmada, arrastra al joven catalán al interior del edificio. Tras subir un par de plantas llegan a una familiar puerta. Fátima llama. Al rato, la puerta se abre, sin nadie detrás. Fátima y Ángel se miran, incrédulos. Fátima entra, tímida. Todo está oscuro. Llegan al salón. Fátima encuentra el interruptor de la luz…



- ¡SORPRESA!



Ángel se quedó de piedra. Por unos segundos no supo reaccionar. ¿De verdad estaban todos ahí? Los abrazos, besos y demás carantoñas le prueban que todo es real. Todos sus compañeros y amigos estaban reunidos. De repente, se hizo el silencio. Todos estaban expectantes para que Ángel dijera algo, pero estaba mudo. Ángel les veía y mil sentimientos comenzaban a emerger de sus entrañas hasta que no puede más y estalla. No consigue formar una sola palabra, una sola sílaba. Tan sólo llora. Llora de alegría por verles de nuevo una noche más después del programa, pero llora también de tristeza porque ya no será igual que antes.



Fátima se acerca a él y le abraza.



- Esto ha sido idea de todos ellos,- le dice -. Querían prepararte una fiesta sorpresa de despedida.



- Chicos,- responde al fin Ángel, dirigiéndose a ellos -. He intentado por todos los medios de no llorar en el programa, pero es que sois la hostia. Lo que no consigáis vosotros…,- sonríe tratando de ocultar una nueva oleada de lágrimas que comenzaba a surcar su rostro mientras se abraza a todos ellos.



- ¿Puedo hablar contigo… en privado?,- oye Ángel en un susurro.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

CAPITULO 74

Ángel llevaba bastante rato en casa, a oscuras. Miraba a la televisión, apagada. Desde que montó en el coche, hace una hora, saliendo de la productora, no había dejado de pensar en aquellos cinco años que pasó en el programa. Las risas dentro y fuera del plató, las jaquecas a la hora de escribir un guión que siempre se le resistía, las noches que pasaba junto a sus amigos tomando una cerveza y charlando de todo un poco, y los fans. ¡Ah, los fans! Aquellos chavales que se quedaban todo un día a las puertas del edificio sólo para hacerse una foto con él y conseguir un autógrafo. Daba igual si fuera hacía cuarenta grados a la sombra, había una capa de medio metro de nieve cubriendo la calle o llovía como si fuese el Diluvio. Siempre estaban ahí, esperando, ansiosos y rezumando ilusión y alegría por todos los poros de sus cuerpos, y cuando él aparecía por la puerta, un enjambre de gritos histéricos le llamaba la atención. Con esa tímida sonrisa tan característica en él les respondía y trataba de complacerles a todos. Le hubiera gustado quedarse un rato hablando con aquel pequeño grupo que se quedó con él hasta que se fue, pero no le apetecía nada. Justo en ese momento, no le apetecía. Lo que quería era irse a casa, a pensar en todo lo que acababa de hacer, en hacerse a la idea de que el lunes siguiente no tendría que madrugar y vería el programa por la televisión, como ha estado haciendo todos los viernes.



- ¿Se puede saber en qué piensas?



Ángel sale de su estado de shock. La mirada tierna y maternal de Fátima le devuelve la sonrisa.



- Estaba pensando en todos estos cinco años…,- responde tratando de ocultar el tono quebradizo de su voz.



- Si tan triste estás por dejar el programa, ¿por qué no vas mañana y dices que vuelves?



Ángel niega con su cabeza.



- Imposible. Me lo he estado planteando durante meses, y ya les dije que lo dejaba. Fue muy difícil,. Pero ya está hecho. No puedo volver y decirles: “Oye, que era coña”. No. Ya he entregado mi carta de renuncia y todo. No hay marcha atrás.



Fátima le abraza.



- Y ahora, ¿qué vas a hacer?



- Disfrutar de la vida,- responde tras besar la frente de Fátima.



- ¿Sabes qué?,- pregunta Fátima, sonriendo -. Que no es bueno que te quedes aquí lamentándote y consumiéndote recordando el pasado.- Fátima se levanta y toma a Ángel del brazo, forzándolo a levantarse igualmente.



- ¿Qué haces?,- le pregunta, hastiado.



- Hace buen tiempo, ¿por qué no damos un paseo?



- ¿Te has vuelto loca?,- le dice mientras es llevado a la puerta, resignado -. ¿Buen tiempo, una noche de pleno enero?



Fátima contesta con una dulce risilla mientras toma el abrigo y las llaves y salen de casa a la calle.


martes, 27 de septiembre de 2011

CAPITULO 73

- Si de verdad estabas tan colado por mí, volverás antes de diez segundos…



Y ahí seguía Alberto, esperando. Se imaginaba que en cualquier momento se abriría la puerta, entraría Ángel e iría a por él como un vendaval para consumir hasta el último gramo de su humanidad a base de besos. Pero no, esa puerta no se abría. Y Alberto sonreía tristemente para sí, se alegraba de que esa puerta no se llegara a abrir, porque eso significaba que Ángel ya había superado su obsesión por él. Pero, ¿lo habría superado por la conversación que acababan de tener o porque Ángel ya había tomado la difícil decisión de dejar el programa? Alberto comenzó a pensar en el programa sin Ángel, en la redacción sin sus ideas, en el comedor sin sus comentarios. Era muy triste, pero era su decisión. Alberto sabía la verdadera intención por la que Ángel dejaba el programa y él también necesitaba estar una temporada sin verle y sin saber de él. Él también ha terminado por obsesionarse con su amigo. Y todo por aquel sueño que tuvo la otra noche y que casi se hace realidad hace unos minutos.



Alberto acabó por volver a pensar en aquel sueño. ¿Él también se estaba volviendo…? No, no era posible. Él seguía enamorado de Gloria. Y cada vez que pensaba en ella, cada vez que la miraba, que ella le susurraba, que ella le tocaba, él se volvía loco, su corazón se aceleraba y su virilidad acababa tomando el mando de todo su ser. Excepto… excepto aquella misma noche. Para probarse  a sí mismo que no había cambiado nada, que aquel sueño no significaba nada, decidió demostrar a Gloria y demostrarse a sí mismo que seguía siendo un auténtico hombre. Pero… No sabe por qué, pero algo falló, algo salió mal. Quiso remontar, pero abandonó esa idea de un segundo intento, no sea que volviera a pasar y acabara con esa paranoia en su cabeza para siempre. Tal vez esta noche podría volver a intentarlo, ya que tras hablar con Ángel y dejarlo todo claro, ya volvería a ser el mismo… o no. Tal vez pensaría en Ángel, que ya no está en el programa, y acabaría siendo él mismo el obsesionado. No. Imposible. Alberto menea la cabeza, tratando de sacar esas absurdas ideas de su mente  mientras sonríe con cierto nerviosismo. No. Esa noche iba a ser como las demás. Tenía que ser como las demás. Gloria y él solos, abrazados, ocultos tras las sábanas, jugando a escondidas de la pícara luna, que siempre trata de ver algo incluso entre los resquicios de la persiana. Esa noche sería como las demás.



Y la puerta seguía sin abrirse.



Sabiendo que esa puerta no se iba a abrir, toma su camisa del suelo y se la pone mientras, con una triste sonrisa, se encamina a la puerta. Cuando sale, ve a lo lejos a Ángel abrazado y besando a Fátima.



- Has hecho muy bien, Ángel.- piensa Alberto -. Esa era la reacción que esperaba de ti,- y se va por el lado contrario.

sábado, 24 de septiembre de 2011

CAPITULO 72

- Hola Ángel…,- aquella tímida voz hizo que se le volcara el corazón.



- ¡Fátima!,- exclama Ángel, ojiplático -. ¿Qué haces aquí?



Fátima trataba de retener su tristeza, recordando viejos tiempos y tomando conciencia de los últimos meses.



- La verdad…. No lo sé.



Fátima se da la vuelta para irse, pero Ángel reacciona a tiempo para retenerla tomándola de un brazo y haciéndola volverse de nuevo. Una lágrima comenzó su odisea por el rostro de ella. Ángel pasa su pulgar gentilmente para hacerlo desaparecer. La mira bondadoso. Fátima no soporta fijar sus ojos en él.



- Fátima,- le dice suavemente -. Mírame.



Fátima duda, pero Ángel la ayuda poniendo su mano bajo su barbilla. Se miran a los ojos.



- Después de todo el daño que te he hecho, después de todo este tiempo, sigues pensando en mí, ¿no es eso?,- los brillantes ojos de Fátima responden por ella -. A pesar de haberte confirmado que estuve con otra persona, sigues enamorada de mí. Y yo de ti,- el rostro de ella muestra una enorme sorpresa -. No sé qué me pudo pasar. No sé por qué hice aquello, por qué te dije todo eso. Además, he pasado los mejores meses de mi vida a tu lado, y desde que lo dejamos, no he podido dejar de pensar en ti, en el daño que te he estado haciendo desde entonces, alejándote de mí. Y quiero que sepas que, si me dejas, quiero volver a tu lado. Quiero recuperar el tiempo perdido, quiero volver a vivir aquellos días, aquellas sensaciones que viví a tu lado. Quiero olvidar todos estos últimos momentos… Quiero olvidar.



- Ángel…,- farfulla Fátima -. En verdad sigo enamorada de ti, pero enamorada hasta la médula. Me llegaste tan al fondo de mi ser que ya es muy difícil sacarte de mí. Y es verdad que me hiciste mucho daño cuando me dejaste y me confesaste tu infidelidad, pero había una parte de mí que deseaba que fuese mentira, un sueño y que en de repente aparecieses por la puerta de casa, dándome las buenas tardes como solías haces, besándome tan pasionalmente y preguntándome por mis clases de la universidad. Y no me importa ya esa tercera persona… porque ya sé quién es,- Ángel muestra cierto temor en su faz -, y lo comprendo. Comprendo que hayas caído en sus brazos, porque son muchos años… y el roce hace el cariño… y la tele…



- ¿Sabes… sabes quién era?



- Sí…,- sonríe tratando de disimular otra lágrima -. Dani. Esos sketches, esas escenas y esos guiones… Era normal que tarde o temprano se volviera realidad, aunque fuera por unos días.



- Yo te prometo que ya pasó. Fue sólo una etapa, y que lo que quiero es volver contigo.



- No sé, Ángel…



- ¿ Cómo que no?,- Ángel se enoja, pero al momento se tranquiliza -. Ya. Comprendo,- agacha la cabeza mientras se da la vuelta para irse.



- Ángel,- sigue hablando Fátima, sin moverse del lugar -. Me has causado mucho daño, y tengo miedo de que destroces por completo mi maltrecho corazón.



Ángel se vuelve de repente.



- Fátima. Te juro por lo más sagrado que nunca jamás volverá a pasar,- se acerca a ella y, mirándola fijamente a los ojos, susurra -. Nunca jamás,- para sellar la frase con un profundo beso en los labios.

jueves, 22 de septiembre de 2011

CAPITULO 71

Ángel se queda quieto en la puerta. Llora. Seguía enamorado de Alberto, pero no podía hacer lo que le pedía. No. Era su amigo. No podía romper esa amistad tan enorme por una visceralidad tan baja como el sexo. Además, no le volvería a ver como siempre. No podría mirarle a los ojos. Ni a él, ni a Gloria, ni a nadie. Entonces levanta el rostro de repente, se limpia las lágrimas y se queda de frente a la puerta. Lleva su mano mecánicamente al pomo, pero no llega a tocarlo por milímetros. Se queda paralizado, pensando.



- Lo siento…,- murmura antes de alejarse corriendo por el pasillo. Cabizbajo, arreglándose la camisa, se encuentra con Dani al final del pasillo. Se queda parado durante unos segundos, pero luego retoma el paso, decidido, y se acerca a él -. Dani…,- murmura. Dani se da la vuelta. Aún quedaban rastros de enojo en su ser. -. Dani, tío… Perdona por lo de antes… Tantos años juntos y creo recordar que esta ha sido la primera vez que hemos discutido de forma tan fuerte.



Ángel era incapaz de mirarle a los ojos. Nunca antes había discutido con su amigo de aquella manera. Se sentía pequeño ante él. Sentía que todo lo que hiciera a partir de entonces para recuperar su amistad no sería suficiente. El silencio que se había formado entre ellos, al terminar de hablar, tensó el ambiente más de lo normal. Ángel estuvo a punto de darse la vuelta y salir del edificio, salir de la cuidad, del país, por haber gritado de aquella manera a Dani, por haberle vertido aquellos improperios del que se había creído incapaz de decirle a nadie.



- Ángel,- el seco tono de voz de Dani le hizo mirarle al rostro -. Perdóname tú a mí,- le abraza -. Sé que has tomado una decisión que habrás sopesado durante días… semanas… ¡o meses incluso!,- le mira a los ojos con su mirada vidriosa -. Te conozco bien, Ángel, y sé que eres muy cabezota, y que cuando se te mete algo entre ceja y ceja no hay fuerza humana ni divina que pueda quitártela de ahí. Por eso te apoyo en tu decisión, como lo he estado haciendo durante toda mi vida, aunque esta creo que es la primera vez que estoy en desacuerdo con ella, pero es tu vida, tu decisión, y quiero que sepas que estaré a tu lado siempre.



Ángel se queda mirándole durante unos instantes, hasta que le abraza fuertemente, dejando que sus sentimientos aparecieran y empapasen la chaqueta de su amigo, al igual que hace él con su camisa.



- ¿No hay manera de hacerte cambiar de idea?,- sonríe Dani, tratando, en vano, de esconder su tristeza. Ángel niega con la cabeza. Dani le toma el rostro entre sus manos -. Te vamos a echar de menos, tío,- y le vuelve a abrazar.



- Dani, que no me voy a la guerra,- bromea Ángel, intentado destensar el ambiente. Dani se separa de repente. Ángel le mira. Sus ojos estaban muy abiertos. Miraba al fondo del pasillo, detrás de Ángel.



- Se… será mejor que me vaya…,- Dani da un par de pasos hacia atrás para terminar por volverse y salir con paso acelerado. Ángel, sin comprender, se da la vuelta.

martes, 20 de septiembre de 2011

CAPITULO 70

- Alberto,- responde Ángel, tranquilamente -. ¿Se puede saber qué haces?



Alberto se separa de la cara de Ángel, con los ojos cerrados, como si se avergonzase de lo que acababa de hacer.



- Ángel. Sé que has estado detrás de mí, no sé si desde el primer día que nos conocimos, pero sé que desde esos días empezó todo. Yo no soy como tú… Tengo novia, me voy a casar con ella, a ti te tengo un gran aprecio: eres mi jefe, mi compañero… Eres mi amigo… Mi hermano. Has hecho todo lo posible y lo imposible por hacerme llegar a donde estoy ahora. Después de pensarlo mucho, he decidido que tengo que corresponderte de alguna manera, y es ésta,- Alberto se quita la camisa.



- Alberto… No lo hagas, por favor.



Una tímida gota cae al suelo tras dejar un suave rastro de tristeza en la mejilla de Ángel.



- Ángel. Ahora mismo soy todo tuyo. Puedes hacerme lo que quieras. Todo lo que has estado imaginando y deseando desde el primer día te doy carta blanca para hacerlo. Tómame y olvidemos esto ya.



- Pero… ¿Y Gloria?



- No sabrá nada.



- Ya, pero… ¿y tú? Quiero decir, ¿no tendrás remordimientos? ¿No te notará cambiado a partir de ahora?



Alberto vuelve junto a Ángel para quitarle la camisa con cierta ansiedad y excitación. Ángel forcejea levemente, pero se deja hacer.



- Vamos Ángel…,- le susurra -. Esta es la única oportunidad en tu vida que tendrás para hacer esto.



Durante unos instantes se quedan los dos en silencio, mirándose a los ojos entre jadeos y palpitaciones. Ángel hace un par de amagos de querer besarle, pero apenas llega a rozarle los labios. Alberto quiere lanzarse, pero no es él, sino Ángel el que debe reaccionar. Él no le debe obligar. Finalmente, Ángel se agacha. Alberto cierra los ojos, haciéndose a la idea de lo que se estaba imaginando. Sube el rostro al cielo para que no se escapen las lágrimas que comenzaban a aflorar en sus ojos. Pero algo va mal… Su cintura sigue aprisionada por el pantalón, su masculinidad no se libera. Alberto mira al suelo. Ángel se levanta.



- Lo siento, Alberto…,- responde poniéndose de pie mientras se pone la camisa, que Alberto había tirado al suelo cuando se la quitó -. No… no puedo hacerlo… No debo…,- y sale del baño, cerrando la puerta tras él.



Alberto se queda inmóvil, dejando por fin que aquellos sentimientos retenidos salieran a la luz en forma de lágrimas.



- Por favor, Ángel…,- piensa para sí Alberto -. Vuelve… Abre la puerta y vuelve… Te doy diez segundos… Si de verdad estabas tan colado por mí, volverás antes de diez segundos…

domingo, 18 de septiembre de 2011

CAPITULO 69

- Ángel,- Alberto entró en el aseo, con cierto temor malamente disimulado con una fina capa de valentía -. ¿Eras tú o no eras tú?



- ¡De acuerdo Alberto!,- exclama Ángel, exasperado -. ¡Sí, era yo! ¿Contento?



- No,- avanza hasta su lloroso amigo -. No estoy nada contento. ¿Cómo puedo estarlo si uno de mis amigos va al psicólogo?



Ángel responde con sus lágrimas durante unos momentos hasta que Alberto le abraza por los hombros.



- ¿Me lo cuentas todo?,- le susurra. Ángel le mira. Aquel instante fue suficiente para calmar al catalán.



- ¿No lo ves, Alberto? ¿No sabes por qué voy? Por ti, Alberto. Voy por ti. Por mí. Por las chicas,- Alberto se sorprende. Acaba de recordar el sueño que tuvo la otra noche -. Sí, Alberto. Recuerdo perfectamente nuestro beso en la discoteca. Y lo siento mucho. Siento haberte metido en esto. No… no fue mi intención… Surgió así, sin más… Y…



- Entonces, lo de librar los viernes…



- Sí, todo era mentira. Era para poder ir al psicólogo y que me ayudara con esto.



- ¿Sabes una cosa, Ángel? Yo también he estado pensando en aquel beso…,- Ángel le mira -. Pero no de la manera que piensas. Yo me refiero a que no sabía si lo recordabas o no, y, sobre todo poder hablarlo contigo, porque desde entonces no te podía mirar a los ojos. Ni a ti ni a Gloria. Y todo esto me está afectando más de lo que creía…,- Alberto se vuelve cabizbajo. Ángel le toma del mentón y le gira el rostro. Los ojos del madrileño comienzan a ponerse vidriosos.



- Cuéntame…,- le susurra Ángel.



- La otra noche… después de verte salir de allí… tuve un sueño… Traté de convencerme, al despertar, de que no era más que un sueño, y que todo aquello, todo lo que ha pasado…



- ¿A qué te refieres, Alberto?



- Tuve un… “accidente” con Gloria.



- ¿Accidente?



- Me afectó bastante todo esto y en el peor momento…,- Alberto agacha de nuevo la cabeza y se deja llevar por el desconsuelo.



- Comprendo…,- murmura su amigo, a quien termina por abrazar. Alberto le responde con otro abrazo y posa su cabeza en su hombro.



- Una cosa más, Ángel…,- responde Alberto tras calmarse -. ¿Sigues enamorado de mí?



- Alberto, no creo que sea el momento…,- Ángel dejaba ver su incomodidad sobre aquella pregunta.



- Dime. ¿Sigues enamorado de mí, sí o no?



- Alberto, para eso voy al psicólogo, para quitarte de mi cabeza de una vez para siempre. Esto que siento por ti no nos hace ningún bien a los dos.



Pero Alberto le toma el rostro entre sus manos y le besa profundamente.