lunes, 14 de noviembre de 2011

CAPITULO 87

- ¿A dónde vas?

Fátima  se vuelve a su amiga. No soporta mirarla a los ojos, agacha la cabeza y sale de la habitación. Tamara sale tras ella.

- ¿Qué te pasa?,- le dice alcanzándola ya fuera de la habitación. Fátima se vuelve -. ¿Por qué lloras, cariño?,- Fátima no consigue hablar. Tamara la abraza fraternalmente -. Sé que han sido unos meses muy duros para ti, pero Ángel ya está recuperado.

- No… no es por eso…,- Fátima tartamudeaba por el sollozo -. Bueno, sí… pero no.

- Como no te expliques mejor…

- ¿Recuerdas cuando Ángel y yo lo dejamos?

- ¿Por qué te ha dado ahora por pensar en eso?

- Dí. ¿Te acuerdas?

- Sí, sí, claro que me acuerdo. Pero…

- Entonces te acuerdas que fue por una tercera persona…

- Dani.

- Sí… Pero no era Dani…

- ¿Cómo?,- Tamara se queda inmóvil, fría -. Bueno, en el fondo sabíamos todos que no era verdad, pero era mejor pensar que era con Dani que con cualquiera, ¿no?

- Pues acabo de descubrir quién era el otro.

- ¿Lo has descubierto? Quiero decir, ¿te lo ha dicho él?,- Fátima afirmaba con la cabeza -. ¿Y quién es? Mejor no me lo digas. Bueno… Sí… No. ¡Ay, no sé!

- ¿Estás bien, Fátima?

Las dos amigas se vuelven a la puerta. Gloria y Alberto salían.

- Sí, está bien,- responde Tamara -. Tan sólo que no puede reprimirse las lágrimas de alegría de la recuperación de Ángel. ¿A que sí?,- al pronunciar la pregunta, Tamara se vuelve hacia Fátima. Ésta está con la mirada fija en la pareja. Tamara mira a su amiga extrañada, se vuelve a Gloria y Alberto y otra vez a Fátima. De repente, abre los ojos y la boca de par en par. Comprende. Señala disimuladamente a sus amigos al tiempo que dibuja con sus labios un muy remarcado “no me digas que…”. Tamara se vuelve a Gloria -. No me esperaba esto de ti, Glo.

- ¿A qué te refieres?,- pregunta Gloria, asustada.

- No, Tamara… Ella no…,- y señala a Alberto con la mirada. Tamara ya no cabía más en sí de la sorpresa.

- ¿Él?,- grita asombrada.

Alberto y Gloria no comprendían, pero al poco Alberto se calma.

- ¿Te lo ha dicho entonces?,- Fátima afirma tímida con el rostro -. Fátima, quiero que sepas que yo no he tenido nada que ver. Fue él siempre el que estuvo detrás de mí todo este tiempo…

- Tranquilo, Alberto,- le interrumpe Fátima -. Ángel ya me lo ha contado todo.

- ¿Y qué piensas hacer?

-Irme a casa.

- ¿Irte a casa?,- preguntan sorprendidos los tres. Fátima entra de nuevo en la habitación. Ve a Ángel, quien había vuelto a ser el mismo de siempre, de risas con sus amigos. Mira a Ángel, quien sostiene su mirada en la de ella.

- Voy a recogerla un poco, que a Ángel ya mañana le dan el alta,- y sale del cuarto no sin antes intercambiarse unas pícaras sonrisas con Ángel.

- Te quiero,- gesticula Ángel justo antes de sonreír.

FIN

jueves, 10 de noviembre de 2011

CAPITULO 86

- ¿Me estáis diciendo,- Ángel hablaba pausadamente, como tomando conciencia de cada palabra que iba a decir -, que llevo seis meses en coma?,- todos le miraban tristes -. ¡Venga ya!

- ¿Cuánto crees que llevas aquí?

- No sé… ¿Un par de días?

Miki le tira algo al regazo. Ángel se lo queda mirando unos instantes para luego cogerlo, entre nervioso y asustado. Era un periódico. Efectivamente, la fecha que indicaba era de seis meses después.

- Esto no significa nada,- responde tratando de no darle importancia -. Lo podéis haber hecho en la redacción…

- ¿Y esto también lo hemos hecho en la redacción?,- pregunta Patricia, adelantándose hacia su amigo y tirando de su rostro con fuerza. Ángel se queja mientras mira a su compañera como un basilisco. Al poco, sus ojos se abren de par en par. Ángel se palpa el rostro.

- Un espejo…,- murmura -. ¡Un espejo!

Berta hurga en su bolso y le tiende un pequeño espejo. Ángel lo toma y se mira desesperado. Sus ojos se desorbitan más aun mientras observa su reflejo desde todos los ángulos posibles.

- Es verdad…,- murmura para sí -. Esto… Esto no es de dos días…,- Ángel baja el espejo y les mira a todos, triste -. Así que es verdad… Se ha acabado… Y para siempre… Lo siento mucho, chicos. Me siento tan culpable…

- ¿Por qué?

- Por dejaros en la estacada. Tenía que haberme quedado hasta el final con vosotros… Nunca me lo perdonaré…,- baja el rostro.

- Ángel,- Dani se acerca a él -. No fue culpa tuya, ¿vale? Hiciste lo que tenías que hacer. Tu marcha no tiene nada que ver con que acabara el programa, ¿de acuerdo? Fue tu decisión y la respetamos, aunque nos jodiera en el alma.

- Pero, ¿harán algo?

Dani niega con la cabeza.

- Pero mira el lado bueno: por fin tendremos todos esas vacaciones que tanto anhelábamos,- Dani sonríe amargamente.

- Pero…

-Ángel,- la voz de Ricardo calmó el ambiente -. O te recuperas pronto o yo mismo haré que ocupes esa cama otros seis meses. ¡Que no puedo hacerme yo solo con el musical!,- Ángel sonríe, liberándose un poco de aquel pesar. Al bajar de nuevo el rostro, tratando de ocultar esa sonrisa, se vuelve a mirar en el espejo. Lo levanta y se observa detenidamente en el reflejo.

- Pues la verdad… es que no me queda nada mal la barba. Lo mismo me la dejo un tiempo…

Fátima se aleja.

- ¿A dónde vas?,- le pregunta Tamara.

domingo, 6 de noviembre de 2011

CAPITULO 85

- ¿Es esa tu decisión final?

Fátima tomaba a Ángel de la mano fuertemente mientras le miraba fijamente a los ojos con semblante serio. Ángel afirmó con un suave movimiento de su cabeza al tiempo que cerraba los ojos. Fátima suspira cabizbaja.

- Sé que va a ser difícil,- responde Ángel -, será muy duro, para mí, pero creo que es lo mejor.

Fátima responde frotando la mano de Ángel al tiempo que una lágrima afea su sonrisa. En ese momento, la puerta se abre de nuevo.

- ¿Qué tal te encuentras?

Por la puerta comenzó a entrar un pelotón de gente que en poco tiempo ocupó toda la habitación. Ahí estaban todos sus compañeros del programa. Patricia apenas podía mantenerse serena por culpa de las lágrimas. Dani necesitó sentarse en una silla, sus piernas flaquearon al ver a su amigo. Igualmente acabó drenando sus ojos. Gloria dejó un ramo de flores frescas en la mesa al lado de la cama. Berta se adelantó hasta Ángel y le besó tiernamente en la mejilla.

- ¿Qué tal te encuentras?

- Bien, estoy bien… Pero…,- Ángel mira la muñeca de Fátima, que no se había separado de él -. ¡Se puede saber qué hacéis todos aquí? ¿Y el programa? ¿Es que no lo pensáis hacer hoy o qué?

Al oír aquellas preguntas, todos se miraron a los ojos. De repente, la tensión se materializó en el ambiente. Ángel no comprendía.

- Ángel…,- el tartamudeo en la voz de Miki le hizo parecer muy débil físicamente -, verás… El programa… Bueno… El… programa…

- Ángel,- Alberto tomó el relevo -, ya sabes que el programa estaba en horas bajas antes de irte y…

- ¿Qué queréis decir?

- Ángel,- Patricia sonaba firme -. El programa se acabó.

- ¿Cómo dices?,- pregunta Ángel, incrédulo.

- Que el programa ha terminado,- murmuraba David, con cierto miedo en su tono de voz -. Lo han cancelado.

Ángel sonríe nervioso.

- Es una broma…,- observa los sombríos y grises rostros de sus amigos -… ¿verdad?

- No, Ángel,- responde Alberto -. El programa ha terminado… Y para siempre, me temo.

Ángel se torna serio, aunque seguía con incredulidad.

- ¿Por qué?

- La audiencia.

- ¿La audiencia? ¡Venga ya! Hemos tenido días que no nos veía ni el tato, días que apenas pasábamos del 2%, y aun así seguimos en antena. ¿Qué ha pasado? ¿No logramos pasar del 1%?

- No lo sabemos,- responde Dani -. Nos lo dijeron de la noche a la mañana. Nos llamaron y nos dijeron: “Chicos, el programa se acaba. El viernes es el último.” Y nos lo dijeron el lunes de esa misma semana, Ángel. ¡El lunes!

- Eso es imposible,- Ángel se revuelve en la cama, tratando de salir de ella, pero los demás le retenían -. Mañana mismo voy a Globo y hablo con ellos.

- No, Ángel…

- ¡Ni “no, Ángel” ni hostias! ¡Esto no se hace así!

- Ángel, no creo que puedas hacer nada…

- ¿Cómo que no? Soy Ángel Martín. ¡Una de las estrellas de LaSexta! ¡Algo podré hacer!

- No puedes hacer nada,- Fátima le retiene en la cama. Ángel la mira. Queda hipnotizado por el tono vidrioso de sus ojos -. Hace tiempo que acabó… Verás… Perdiste mucha sangre y… quedaste inconsciente… Ángel, has estado seis meses en coma. El programa lo cancelaron a las dos semanas de que te ingresaran…

martes, 1 de noviembre de 2011

CAPITULO 84

Gloria no podía controlar el temblor que se había adueñado de su pierna. Estaba sentada, pero aquello no la quitaba su nerviosismo. Llevaba tanto tiempo jugueteando con aquel pañuelo de papel entre sus dedos que ya lo había hecho trizas. Dio un respingo al ver abrirse la puerta. Se levantó como accionada por un resorte y se quedó totalmente rígida, de pie, como si un coronel del ejército fuera a pasar revista. Alberto salía de la habitación del hospital. Cuando cierra la puerta tras de sí, se apoya en ella con la espalda al tiempo que cierra los ojos y deja escapar un relajante suspiro. Gloria se sienta, más tranquila, agacha el rostro, y sigue jugueteando con aquellos pedazos de papel.

- Z, y, x, w, v, u…

- ¿Qué haces?,- pregunta Alberto, mirándola divertido.

- Digo el abecedario al revés. Me ayuda a tranquilizarme.

- En la boda no recuerdo que lo hicieras…

- Sólo lo hago cuando estoy muy, pero que muy nerviosa. Vamos, es como un antídoto ante el infarto. Eso no quiere decir que no estuviera nerviosa en la boda, que lo estaba, pero ese nerviosismo era bueno.- Silencio. Gloria le mira a los ojos -. ¿Qué tal está hoy?

- Despierto.

Gloria se quedó de piedra. Una sonrisa comenzó a desdibujar su pálido rostro. Una lágrima bañó su mejilla.

- ¿En serio?,- la sonrisa de Alberto le contestó. Gloria se lanza a Alberto, atrapándolo en un gran abrazo donde se desahogó por completo -. ¿Habéis podido hablarlo?,- le pregunta tras calmarse y mirarle a los ojos.

- No lo sé… Fátima entró de repente.

- ¿Crees que se lo dirá a ella?

- Debe hacerlo. Por eso ha acabado así.

- ¿Cómo crees que se lo tomará?

- Espero que mejor que tú,- Gloria sonríe nerviosa -. Bueno, a lo mejor se lo toma peor, pero al menos ahí dentro no hay ceniceros que arrojar,- Gloria ríe levemente.

- Alberto, es que esas cosas no se cuentan al día siguiente de la boda…

- Ya, ya, ya…,- ríen los dos -. ¿Me perdonas?

- Es que se te puede perdonar todo,- se besan en los labios.

- ¿Cómo crees que acabará todo esto?

- Fátima está muy enamorada de Ángel. Y a Ángel… Bueno, tú ya le conoces…

- Sí… También quiere mucho a Fátima y no creo que soporte hacerla sufrir más. Su destino es estar juntos, aunque no se quieran ya como antes.

viernes, 28 de octubre de 2011

CAPITULO 83

- ¿Alberto?

Aquella tímida voz les hace separarse repentinamente.

- Fátima…,- murmura Ángel al tiempo que se incorpora en la cama.

Fátima se acerca lenta y tímida hasta la cama, cabizbaja.

- Creo que será mejor que os deje solos…,- masculla Alberto al tiempo que se va del cuarto, sin poder mirar a Fátima a la cara. Antes de salir por la puerta, se vuelve a Ángel. Va a decirle algo, pero torna la mirada a Fátima y se va. Fátima y Ángel quedan solos. El frío casi glacial del silencio comenzó a reinar en esa habitación de hospital.

- ¿Has llorado?,- pregunta Ángel. Fátima le mira, sorprendida -. Tus ojos están rojos. ¿Has llorado por mí?,- Fátima baja el rostro -. No deberías. No tienes que llorar por mí. No te merezco.

- ¿Cómo que no?

- Desde que nos conocimos no he hecho más que herirte, dañarte. Es imposible que seamos felices los dos si nos hacemos esto. Si yo te hago esto. Siempre que intento hacer algo, pensando en ti, en hacerte feliz, consigo lo contrario, y eso me desespera…

- Ángel,- logra interrumpirle Fátima -, sé que estás con alguien, sé que lo nuestro ya no volverá, pero me he jurado a mí misma reconquistarte. Sé que va a ser difícil, pero volverás conmigo. Ya sé que tú ya no sientes nada por mí, pero dame tiempo…

- Fátima. Sí, lo nuestro ya no puede ser porque me he enamorado hasta la médula de alguien que… Bueno, es mejor que no lo sepas…

- Ya lo sé… Es Dani. Si es que… lo veía venir. Tantos años juntos, de amistad… Y esa temporada en que compartisteis piso y…

- Es Alberto,- responde Ángel, con la voz quebrada por las lágrimas a punto de salir de sus ojos.

- ¿Cómo?,- pregunta Fátima, sin comprender, tras unos momentos en silencio, mirándole fijamente.

- No estaba planeado. Para nada. Antes de nada quiero decirte que yo no soy gay. En serio. Pero surgió así, sin más. No pude hacer nada para evitarlo.- Fátima mueve los labios, tratando de hablar, pero no puede -. Todo empezó la noche una noche que salí con los chicos, después de que conocierais a David. Salí con él y con Alberto, y el alcohol hizo que yo… Bueno, que… nos besáramos... Y desde entonces me he sentido mal, muy mal. Por mí. Por él. Por ti. Porque te he querido desde el primero momento en que te vi. Me enamoré de ti, pero aquella noche el alcohol me hizo ver de otra forma a Alberto. Y no llores más por mí, no me lo merezco, ya es suficiente penitencia el vivir con este choque de sentimientos dentro de mí. Vete, déjame, olvídate de mí. Hay millones de hombres ahí fuera mejores que yo.

Fátima se abalanza sobre Ángel, tomándole fuertemente del brazo mientras las lágrimas la dificultaban el habla.

- No, Ángel. Yo sólo te amo a ti. Y pongo a Dios por testigo de que lucharé hasta la muerte por conquistarte.

- Fátima…

- Hasta la muerte,- repite Fátima, entre dientes, con los ojos muy abiertos. Ángel la ve y tras unos segundos la abraza fraternalmente, respondiendo ella de igual manera.

- Ángel,- responde Fátima, ahogando su voz en el torso de él -. Elige: él o yo.

domingo, 23 de octubre de 2011

CAPITULO 82

- Ángel…

Ángel a duras penas logra abrir los ojos. La tenue luz del cuarto le cegaba. Una silueta resaltaba entre aquella deslumbradora luminosidad. Aquella voz…

- ¿Ángel? ¿Estás despierto?,- aquella voz denotaba un asombro incrédulo.

Aquella figura le toma del rostro con fuerza. Ángel sigue tratando de enfocar su vista, mientras continúa tomar conciencia de lo que está pasando.

- ¡Ángel! ¿Me oyes?

- Pues claro que te oigo. No hace falta que me grites al oído,- una pequeña risa seguida de un fuerte abrazo le hace despejarse -. ¿Qué ha pasado?

- No me digas que no lo recuerdas.

- Lo último que recuerdo es…,- el rostro de Ángel palidece. Se mira las muñecas, vendadas.

- ¿Por qué lo hiciste?,- aquella voz sonaba demasiado serena.

- Lo siento…,- masculla Ángel -. Siento haberte estropeado tu día, Alber. No sé por qué… Pero tú estabas allí, conmigo.

- No, yo estaba en el hotel.

- ¡Yo te vi! Pero luego… desapareciste… en un abrir y cerrar de ojos… literalmente,- durante el siguiente silencio, Ángel comprendió -. No, no estabas… Cierto… Fue mi mente, que me jugó una mala pasada… en mi último suspiro…

- Fátima fue a casa. Vio la luz encendida del baño. Llamó a la puerta pero no recibió respuesta. Entró y te vio… sumergido en un baño de tu propia sangre, saliendo de tus muñecas…

- Perdóname Alber. Perdonadme todos. Llevo un tiempo que no sé qué hago…

- Perdóname tú a mí.

- ¿Por qué?

- Por haberme conocido. Si yo no hubiera trabajado con vosotros, nada de esto habría pasado. Sí, Ángel, sé por qué lo has hecho. Por mí. Y no soporto verte sufrir de esta manera. Será mejor que me aleje de ti para siempre. Sé que será doloroso, para ti, pero es lo mejor. Si no estoy cerca de ti, me olvidarás y podrás seguir con tu vida.

- No, Alber. No te vayas. Te necesito cerca.

- Pero Ángel…

- No podré superar esto sin tu ayuda.

Sus ojos se encuentran. La vidriosidad de sus pupilas brilla tristemente. El silencio se apodera de aquel cuarto. Alberto se acerca poco a poco al rostro de su amigo, sus labios avanzan para encontrarse…

miércoles, 19 de octubre de 2011

CAPITULO 81

Silencio. Silencio y oscuridad. Cualquiera se habría deprimido al verse rodeado de todo aquello, pero él no. Él se sentía diferente, se sentía… bien. Estaba relajado. No había nada que alterara su mente. Estaba tranquilo. Extrañamente tranquilo. Durante unos instantes nada alteraba su ser, hasta que una cara apareció en sus recuerdos.

- Alberto…

Al momento se unió otro rostro.

- Fátima…

Comenzó a agobiarse, a desesperarse.

- ¡Oh, Dios! Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué he hecho?

Aquella calma que sintió al principio se desvaneció como si fuera humo y su ser comenzó a ser invadido por una angustia mortal.

- No soy más que un idiota. Un gilipollas. Todo lo que hago es una mierda. Intento hacerlo todo lo mejor que puedo, pero acabo jodiéndolo todo. Todo lo hago en favor de la gente, pero en realidad es en mi propio favor. Soy un egoísta, un puto egoísta. Y me merezco vivir el resto de la eternidad devorado por este remordimiento.

De repente, nota una leve presión en su mano.

- Ya está. Ya está hecho. Me llevan al Infierno, aunque ni el más terrorífico Averno podrá jamás igualarse a este sentimiento que tengo.

- Ángel…,- resuena una voz en el eco del vacío.

- No me merezco llamarme así. No soy más que un ángel destructor…

- Ángel…

Una caricia en su rostro. Un pequeño destello de luz haciéndose paso entre la penumbra, acercándose poco a poco a él…