domingo, 8 de mayo de 2011

CAPITULO 19

- ¿Qué hacemos aquí?
Tamara tenía razón. ¿Qué hacían ellos ahí? Alberto aún no se creía que lo hubiera hecho. Efectivamente, sacó fuerzas y las invitó a sus vecinas a esa medio cita que Ángel había planeado. Pero Ángel seguía sin aparecer. Estaban en la calle. Ya eran las ocho de la tarde. Estaban delante de la puerta de un local. “LA CHOCITA DEL LORO” rezaba el cartel que había encima. Alberto no sabía cómo había llegado a esa situación. Tan sólo recuerda que llamó al timbre de sus vecinas, y ahora, estaba ahí con ellas tres. 
- ¡Alberto!,- respondió Gloria, al abrir la puerta -. ¿Pasa algo?

Gloria había advertido el rostro de Alberto, lleno de vergüenza y dudas. 
- No pasa nada... Tan sólo...,- la voz de Alberto tartamudeaba graciosamente -. Bueno... Me preguntaba si... Tú... Vamos, si vosotras...

- Alberto...,- Gloria le interrumpió -. ¿Nos estás invitando a salir? ¿Así, sin más? ¿Sin tomarnos unas copas antes?,- la sonrisa de Gloria le calmó por dentro. ¿Cómo era posible que una sonrisa le proporcionara tal remanso de paz? Pero era lo que necesitaba.

- Verás... Ángel ha tenido una muy buena impresión de vosotras y os invita... Bueno, nos invita a tomar algo por ahí... Si os apetece...

- ¡Por supuesto!,- grita eufórica Gloria -. Espera a que se lo diga a las chicas.

Pero Ángel seguía sin aparecer por la calle. Ya era la hora de entrar y ni una llamada, ni un mensaje de Ángel. Nada. 

- Disculpen...,- una joven se adelanta a ellos -. ¿Van a entrar?

Era la chica que estaba en la entrada del teatro, la encargada de aceptar las entradas de los visitantes.

- Eh... Es que estamos esperando a un amigo, que no llega...,- responde Alberto.
- Bueno, al menos él nos invitó, ¿no? ¡Pues entremos!,- exclama contenta Fátima. 
Al fin, los cuatro entran en el teatro. Les indican que sus puestos son a pie de escenario. La música ambiente se para al poco para oír una voz presentando. Un foco ilumina el escenario, aderezado únicamente por un micrófono de pie, una baqueta y una pequeña mesa con un botellín de agua. Y sale él. Aplausos y griterío. Era Ángel. Se acerca a la banqueta, y comienza a hablar. Era un monólogo. Durante dos horas, Alberto consiguió dejar de pensar en la cita que Ángel le había preparado, aunque Gloria no. O esa fue la sensación de Alberto, ya que cada vez que miraba tenía la sensación de que Gloria estaba más cerca de él.

- Y para terminar,- respondió Ángel al finalizar su actuación -, quisiera que conozcáis a un muchacho al que auguro un gran futuro. ¡Por favor, un gran aplauso para David Guapo!

Y sale un joven, guitarra en mano, saludando al respetable mientras Ángel sale de escena para reencontrarse con sus amigos.

- ¿Qué os ha parecido?,- les pregunta al llegar.

- ¡Ha sido divertidísimo!,- ríe Fátima.

- Sí, ha estado muy bien,- responde Gloria -. ¿Tú qué opinas, Tamara?,- pero Tamara no respondía. Estaba absorta en la actuación de aquel divertido cantante.

- A alguien le gusta alguien,- tararea Gloria. Támara reacciona dándola un codazo. Todos ríen.

- Oye, si quieres, te lo presento,- sonríe Ángel.
Támara responde sonrojándose.

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