martes, 27 de septiembre de 2011

CAPITULO 73

- Si de verdad estabas tan colado por mí, volverás antes de diez segundos…



Y ahí seguía Alberto, esperando. Se imaginaba que en cualquier momento se abriría la puerta, entraría Ángel e iría a por él como un vendaval para consumir hasta el último gramo de su humanidad a base de besos. Pero no, esa puerta no se abría. Y Alberto sonreía tristemente para sí, se alegraba de que esa puerta no se llegara a abrir, porque eso significaba que Ángel ya había superado su obsesión por él. Pero, ¿lo habría superado por la conversación que acababan de tener o porque Ángel ya había tomado la difícil decisión de dejar el programa? Alberto comenzó a pensar en el programa sin Ángel, en la redacción sin sus ideas, en el comedor sin sus comentarios. Era muy triste, pero era su decisión. Alberto sabía la verdadera intención por la que Ángel dejaba el programa y él también necesitaba estar una temporada sin verle y sin saber de él. Él también ha terminado por obsesionarse con su amigo. Y todo por aquel sueño que tuvo la otra noche y que casi se hace realidad hace unos minutos.



Alberto acabó por volver a pensar en aquel sueño. ¿Él también se estaba volviendo…? No, no era posible. Él seguía enamorado de Gloria. Y cada vez que pensaba en ella, cada vez que la miraba, que ella le susurraba, que ella le tocaba, él se volvía loco, su corazón se aceleraba y su virilidad acababa tomando el mando de todo su ser. Excepto… excepto aquella misma noche. Para probarse  a sí mismo que no había cambiado nada, que aquel sueño no significaba nada, decidió demostrar a Gloria y demostrarse a sí mismo que seguía siendo un auténtico hombre. Pero… No sabe por qué, pero algo falló, algo salió mal. Quiso remontar, pero abandonó esa idea de un segundo intento, no sea que volviera a pasar y acabara con esa paranoia en su cabeza para siempre. Tal vez esta noche podría volver a intentarlo, ya que tras hablar con Ángel y dejarlo todo claro, ya volvería a ser el mismo… o no. Tal vez pensaría en Ángel, que ya no está en el programa, y acabaría siendo él mismo el obsesionado. No. Imposible. Alberto menea la cabeza, tratando de sacar esas absurdas ideas de su mente  mientras sonríe con cierto nerviosismo. No. Esa noche iba a ser como las demás. Tenía que ser como las demás. Gloria y él solos, abrazados, ocultos tras las sábanas, jugando a escondidas de la pícara luna, que siempre trata de ver algo incluso entre los resquicios de la persiana. Esa noche sería como las demás.



Y la puerta seguía sin abrirse.



Sabiendo que esa puerta no se iba a abrir, toma su camisa del suelo y se la pone mientras, con una triste sonrisa, se encamina a la puerta. Cuando sale, ve a lo lejos a Ángel abrazado y besando a Fátima.



- Has hecho muy bien, Ángel.- piensa Alberto -. Esa era la reacción que esperaba de ti,- y se va por el lado contrario.

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