lunes, 3 de octubre de 2011

CAPITULO 77

Gloria no paraba de admirar su reflejo en el espejo. Irradiaba felicidad por todo su cuerpo, felicidad que se ve interrumpida por unos leves golpes en la puerta cerrada.

- Adelante.

Apenas la puerta se entreabre un poco, Gloria grita de alegría y corre a abalanzarse por quien en ese momento entraba en el cuarto.

- ¡Tamara!

- ¡Cuidado, cuidado!,- exclama Tamara. Gloria se aparta asustada al tiempo que ve a su amiga llevarse las manos al vientre.

- Perdona…,- se excusa Gloria, sonrojada -. ¿Qué tal lo llevas?

- Bastante mejor que al principio. Ya sólo me quedan tres semanas.

Gloria se arrodilla y besa el abultado vientre de su amiga.

- ¿Y tú?,- pregunta Tamara -. ¿Qué tal estás?

- ¡Con los nervios a flor de piel!,- exclama histérica Gloria.

Tamara la mira detenidamente.

- Me recuerdas tanto a mí…,- responde soñadora -. Mi vestido no era tan pomposo, pero era igual de precioso.

- Me acuerdo, me acuerdo. Pensaba pedírtelo para mí, pero mi madre se puso tan pesada con que vistiera el suyo que…

- No pasa nada. Por eso te traigo esto,- y la coloca sobre su cabeza un translúcido velo que la ocultaba el rostro.

- Oh, Tamara… Gracias,- el tono de voz de Gloria temblaba.

- Me estoy acordando de la mía… Me pasé todo el día con los nervios aferrados a mis huesos. No paré de temblar en todo el día. Recuerdo cuando mi padré me llevó del brazo por la iglesia. Todo el mundo mirando… Me hicieron sentir como la chica más guapa del mundo…

- En verdad lo eras.

- Y David allá, al final, con su traje. Entre el chaqué, el chaleco, la corbata… No me digas que no estaba como para violarlo contra el altar mayor.

- ¡Tamara!,- exclama Gloria. Tamara ríe.

- La verdad es que el pobre estaba muy nervioso, y eso me hacía sentirme más nerviosa aún,- ríe Tamara -. ¿No me digas que no lo notaste? ¡Si el pobre no sabía qué hacer con sus manos!,- ríe de nuevo -. De todo lo demás no recuerdo nada, tan sólo la cara de David, tan serio… E incluso me atrevería a decir que estaba aterrado, fíjate. Sólo recuerdo que su pendiente y sus dientes al sonreír luchaban por ver cuál brillaba más,- sonríe Tamara tontamente -. Y luego, en mitad de la ceremonia, cuando era su turno de hacer los votos, se puso a cantar,- las mejillas de Tamara arden de pasión y vergüenza -. Pero me alegro, nos alegramos de haber dado ese paso. Y me alegro ahora de que lo des tú.

- Ya sólo queda Fátima.

- Si Fátima o Ángel no se atreven a dar este paso, me presento y les doy un empujón… o dos. ¡O los que hagan falta!,- Gloria ríe -. Es que no se pueden ser más sosos,- ríen las dos.

- Hablando de ellos,- Gloria retoma la conversación -. ¿Has visto a Ángel?

- Pues… no. No le he visto.

- Pues es raro. Porque Fátima sí que ha venido.

- Mujer… ¿Cómo iba a faltar ella?,- sonríe Tamara -. Pero le pregunté a Tamara y me dijo que Ángel no podía venir por cosas del trabajo y eso, pero que lo intentaría.

- ¿No la ha llamado aún?

- No. Y Fátima se está poniendo muy nerviosa. Le dijo que cualquier cosa la llamaría, pero ni un mensaje siquiera de si va o no a venir. Pero bueno, ésta es tu boda, así que esto que no te entristezca, ¿vale?

- A mí no, pero a Alberto le va a fastidiar bastante… Deseaba tanto que Ángel estuviera presente…

- Es verdad… Si no recuerdo mal, fue gracias a él por lo que os conocisteis.

- Sí. Gracias a Ángel, todas nosotras tenemos novios,- Tamara se mira el vientre de reojo -. Bueno, ahora maridos,- ríen las dos al tiempo que se abrazan. Pero otros pequeños golpes en la puerta las interrumpen.

- ¿Gloria?,- oyen preguntar desde el otro lado.

- ¡No entres! ¡No entres!,- exclaman las dos nerviosas. Gloria se tapa con las cortinas de la ventana al tiempo que Tamara intenta empujar la puerta para que no se abra.

- ¿Gloria? ¿Estás bien?

- Sí, Alberto. Está estupenda.

- Pues date prisa, que ya son y cuarto.

Tamara abre la puerta lo justo para asomar el rostro.

- Alberto, tú tranquilo. En un momento bajamos las dos.

Alberto estaba imponente con su traje de chaqué. Los puños de la camisa le ocultaban casi del todo las manos, lo que le daba un cierto aire cómico. Alberto trataba de ver algo a través de la rendija dejada por Tamara, pero la ventana donde se ocultaba Gloria estaba fuera de plano.

- ¿Seguro que estás bien, Glo? ¿No quieres que te ayude?

- Que no, que está estupendamente,- Tamara trataba por todos los medios de que se fuera -. Y vete ya, que da muy mala suerte ver a la novia antes de la boda.

- Bueno, vale… Pero dala esto,- le entrega algo a puño cerrado -. Dila simplemente que es de parte de mi madre,- y se va.

Tamara cierra la puerta y avanza hasta su amiga, que sale de detrás de las cortinas.

- ¿Se ha ido?

- Sí. Y me ha dicho que te dé esto de parte de su madre.- Gloria observa lo que su amiga la entrega. Al verlo, los ojos de Gloria chispean -. ¿Qué es?

- Es un pequeño colgante de su abuela,- murmura.

- ¿De su abuela?,- Tamara pregunta sin comprender -. ¡Ah! Su abuela… La que se murió la semana pasada.

- Sí.

Tamara toma el colgante y se lo pone a Gloria en el cuello.

- ¿Te has fijado que lleva un brillante azul?

- No, no me había fijado,- responde Gloria, mirando el colgante.

- Pues ya lo tienes todo: algo nuevo,- señala el traje -, algo viejo,- señala los pendientes que tenía Gloria en las orejas -, algo prestado,- señala el velo que la acababa de poner -, y algo azul,- señala el colgante -. Y ahora, vamos a ir las dos como dos campeonas a celebrar ya tu boda. Ya disfrutarás de la suite del hotel por la noche,- y remarca las últimas palabras arqueando las cejas mientras sonríe lascivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario