miércoles, 19 de octubre de 2011

CAPITULO 81

Silencio. Silencio y oscuridad. Cualquiera se habría deprimido al verse rodeado de todo aquello, pero él no. Él se sentía diferente, se sentía… bien. Estaba relajado. No había nada que alterara su mente. Estaba tranquilo. Extrañamente tranquilo. Durante unos instantes nada alteraba su ser, hasta que una cara apareció en sus recuerdos.

- Alberto…

Al momento se unió otro rostro.

- Fátima…

Comenzó a agobiarse, a desesperarse.

- ¡Oh, Dios! Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué he hecho?

Aquella calma que sintió al principio se desvaneció como si fuera humo y su ser comenzó a ser invadido por una angustia mortal.

- No soy más que un idiota. Un gilipollas. Todo lo que hago es una mierda. Intento hacerlo todo lo mejor que puedo, pero acabo jodiéndolo todo. Todo lo hago en favor de la gente, pero en realidad es en mi propio favor. Soy un egoísta, un puto egoísta. Y me merezco vivir el resto de la eternidad devorado por este remordimiento.

De repente, nota una leve presión en su mano.

- Ya está. Ya está hecho. Me llevan al Infierno, aunque ni el más terrorífico Averno podrá jamás igualarse a este sentimiento que tengo.

- Ángel…,- resuena una voz en el eco del vacío.

- No me merezco llamarme así. No soy más que un ángel destructor…

- Ángel…

Una caricia en su rostro. Un pequeño destello de luz haciéndose paso entre la penumbra, acercándose poco a poco a él…

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