miércoles, 12 de octubre de 2011

CAPITULO 80

- ¿Qué haces aquí?,- murmura Ángel.

- Vengo porque estaba preocupado por ti.

- Vete,- responde, volviendo el rostro -. No deberías ver esto. No deberías verme así.

Pero no se iba. Es más, se acercaba a él. Se arrodilla a su lado, toma su brazo y lo saca del agua. Al momento lo vuelve a sumergir.

- ¿Por qué lo has hecho?,- le pregunta, apático.

- Alberto, lo he hecho por ti. Por ti y por mí. Por los dos. Porque no consigo sacarte de mi cabeza, de mis pensamiento ni de mi vida. Desde que entraste en mi vida, mi mundo cambió por completo. Me hiciste ver más allá, me hiciste sentir en un plano superior. Alberto, en mi vida hay un antes y un después desde que te conocí.

- ¿Y por qué te haces esto, Ángel?

- Porque no puedo vivir con este choque de emociones. Esto rompe por completo todos mis principios. Entiéndeme Alber, yo no soy gay. No lo soy. Pero ha sido conocerte y nacer en mí este sentimiento que… que… No puedo describirlo. Tan sólo que es algo que nunca antes había sentido con nadie.

- ¿Y Fátima?

Al oír su nombre, Ángel se derrumba.

- Fátima…,- murmura sollozante -. Pobre Fátima…,- mira el agua, cada vez más oscurecido -. No se merece esto que la estoy haciendo. No me merece. Desde que me conoció todo en su vida ha sido dolor y más dolor. Es verdad que al principio me gustaba. Es una chica muy guapa, inteligente, un encanto de mujer. Pero yo… yo soy un maldito idiota que no hace más que lastimarla con todo lo que hago.- Ángel se calla durante unos segundos, segundos en los cuales levanta, pesadamente, uno de sus brazos y se mira la muñeca. Al momento, abre los ojos de par en par. Se vuelve a Alberto, asustado -. ¡Alberto! ¡Joder, tío! ¡Ayúdame!

- Tranquilo,- le responde Alberto mientras le pone las manos en los hombros.

- Joder, ¿qué he hecho? ¡Llama a una ambulancia!

- No te alteres,- le responde pacíficamente mientras pasa su mano por sus párpados.

- ¿Que no me altere? ¡Me estoy desangrando! ¡Llama a alguien!

- No puedo.

- ¿Cómo… cómo que no… puedes?,- el desvanecimiento le vence.

- Porque realmente yo no estoy aquí.

- ¿Cómo… dices…?,- Ángel cierra los párpados pesadamente. Apenas tiene fuerzas para abrirlos, para hablar -. ¿Qué… di…ces?,- las palabras cada vez son menos audibles. Alberto le chista mientras se inclina lentamente hacia su rostro. Ángel a duras penas mantiene los ojos abiertos. Sus labios están a punto de rozarse. Ángel por fin logra entreabrir uno de sus ojos. No hay nadie -. Alber…,- murmura antes de dejarse llevar por el cansancio.

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