- Ángel,- Alberto entró en el aseo, con cierto temor malamente disimulado con una fina capa de valentía -. ¿Eras tú o no eras tú?
- ¡De acuerdo Alberto!,- exclama Ángel, exasperado -. ¡Sí, era yo! ¿Contento?
- No,- avanza hasta su lloroso amigo -. No estoy nada contento. ¿Cómo puedo estarlo si uno de mis amigos va al psicólogo?
Ángel responde con sus lágrimas durante unos momentos hasta que Alberto le abraza por los hombros.
- ¿Me lo cuentas todo?,- le susurra. Ángel le mira. Aquel instante fue suficiente para calmar al catalán.
- ¿No lo ves, Alberto? ¿No sabes por qué voy? Por ti, Alberto. Voy por ti. Por mí. Por las chicas,- Alberto se sorprende. Acaba de recordar el sueño que tuvo la otra noche -. Sí, Alberto. Recuerdo perfectamente nuestro beso en la discoteca. Y lo siento mucho. Siento haberte metido en esto. No… no fue mi intención… Surgió así, sin más… Y…
- Entonces, lo de librar los viernes…
- Sí, todo era mentira. Era para poder ir al psicólogo y que me ayudara con esto.
- ¿Sabes una cosa, Ángel? Yo también he estado pensando en aquel beso…,- Ángel le mira -. Pero no de la manera que piensas. Yo me refiero a que no sabía si lo recordabas o no, y, sobre todo poder hablarlo contigo, porque desde entonces no te podía mirar a los ojos. Ni a ti ni a Gloria. Y todo esto me está afectando más de lo que creía…,- Alberto se vuelve cabizbajo. Ángel le toma del mentón y le gira el rostro. Los ojos del madrileño comienzan a ponerse vidriosos.
- Cuéntame…,- le susurra Ángel.
- La otra noche… después de verte salir de allí… tuve un sueño… Traté de convencerme, al despertar, de que no era más que un sueño, y que todo aquello, todo lo que ha pasado…
- ¿A qué te refieres, Alberto?
- Tuve un… “accidente” con Gloria.
- ¿Accidente?
- Me afectó bastante todo esto y en el peor momento…,- Alberto agacha de nuevo la cabeza y se deja llevar por el desconsuelo.
- Comprendo…,- murmura su amigo, a quien termina por abrazar. Alberto le responde con otro abrazo y posa su cabeza en su hombro.
- Una cosa más, Ángel…,- responde Alberto tras calmarse -. ¿Sigues enamorado de mí?
- Alberto, no creo que sea el momento…,- Ángel dejaba ver su incomodidad sobre aquella pregunta.
- Dime. ¿Sigues enamorado de mí, sí o no?
- Alberto, para eso voy al psicólogo, para quitarte de mi cabeza de una vez para siempre. Esto que siento por ti no nos hace ningún bien a los dos.
Pero Alberto le toma el rostro entre sus manos y le besa profundamente.
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