sábado, 8 de octubre de 2011

CAPITULO 79

Ángel llevaba horas dando vueltas entre las cadenas de la televisión. A pesar de haber pasado varias veces por la cadena que emitía su serie favorita, no se paró a verla. Hastiado por ello, apaga la televisión y echa mano de su móvil. Lo observa durante unos instantes antes de conectarse a internet y entrar en su cuenta de twitter. Revisa los mensajes más recientes de sus amigos. Mira las menciones de sus seguidores. Sale de la cuenta. No le apetecía hacer nada. Ángel mira su reloj de muñeca. Ya pasaba la medianoche.

- A estas horas ya estarán casados,- murmura.

Deja el móvil en la mesa, se levanta del sofá y se dirige al baño. Pone el tapón de la bañera y abre el grifo. Se queda inmóvil, mirando fijamente el grifo. Tenía una mirada entre apática y triste. Al momento reacciona. Se desnuda y se mete en la bañera.

- A ver si con un relajante baño caliente dejo de pensar en ello,- piensa Ángel mientras cierra los ojos y deja que el agua le comience a cubrir su cuerpo.

Cuando cierra los ojos, Ángel no puede evitar pensar en Alberto. En todo ese tiempo que ha trabajado con él, en aquellas noches que solían ir de bar en bar. En el beso. En la boda. Ángel frunce el entrecejo, como si con ese gesto pudiera vaciar su mente de esas incómodas imágenes. Al cabo de un rato, ya sólo se oía el rumor del grifo abierto acallando la relajada respiración del cómico, respiración que a ratos quedaba ahogada por el vaho. Todo ese cúmulo de sonidos le llevó a un momento de duermevela. Llevaba tanto tiempo en aquel otro plano que no se dio cuenta de que la bañera estaba a punto de rebosar. Suena su móvil. Abre un ojo. Ve el nivel del agua a punto de tocar sus labios. Durante unos segundos no se movió, no hizo nada. Estaba tan bien en ese momento… A duras penas logra mover una pierna y cerrar el grifo.

- Me alegro de haber instalado grifos de palanca,- piensa -. Si llego a tenerlos de rueda…

Ángel vuelve el rostro. El espejo se había empañando pronto con el vaho. El móvil estaba al lado del espejo. Quería cogerlo, a pesar de que era un mensaje, pero se encontraba tan a gusto… Vuelve a cerrar los ojos. El sopor vuelve a conquistarle, esta vez de una forma más enérgica. Al cabo de un rato, otra vez esa musiquilla tan característica. Esta vez Ángel ni siquiera abre los ojos. Sabía perfectamente quién le estaba escribiendo, pero no querían contestarle. No le apetecía. Cualquier excusa que le pusiera sonaría falsa.

Casi sin darse cuenta, notó el agua tibia, pero el vaho seguía en el ambiente. Era una sensación extraña. Notaba el rostro cálido, pero el frío comenzaba a hacer mella en el resto de su cuerpo. De nuevo otro mensaje del móvil. Esta vez Ángel, a regañadientes, se levanta de la bañera y toma el teléfono. Tres mensajes de Alberto, todos con el mismo mensaje. “¡Ángel! ¿Dónde andas, tío? ¿Vienes al banquete o qué? Díme algo, no me tengas así!. Alber”.

- ¿No entiendes que no quiero saber nada de ti, al menos hoy?,- exclama Ángel, voz en alto, entre suplicante y enfadado. Entonces apaga el teléfono -. Tendría que haber hecho esto desde el principio. Si no quiero saber de nadie, ¿por qué tengo el móvil encendido?

Ángel siente un escalofrío. Ha pasado demasiado tiempo en la bañera. Mira el reloj. Ya eran más de las tres de la madrugada. Lleva varias horas metido. Ángel se sorprende.

- ¡Si sólo he estado unos minutos!

Lo que no sabe es que esos minutos para él han sido realmente horas. Llegó a dormirse en verdad en la bañera, pero el aviso del mensaje le hacía volver en sí.

Ángel no puedo evitar volver a pensar en él. Cuando fue a dejar el móvil en su lugar, se quedó inmóvil, mirando el objeto que había al lado. Lo miraba fijamente. Una orgía de imágenes llenó su mente con ese objeto. Con pulso trémolo, lo toma para sí. Sigue sin apartar la mirada de él. Lentamente, se acerca de nuevo a la bañera. Por un instante, la observa. Descubre su propio reflejo, ondenate en la superficie líquida. Su pie entrando de nuevo en el agua la deshace abruptamente. Se sienta, observando detenidamente aquel objeto. Sus ojos comienzan a tornarse vidriosos. Acerca ese objeto a su muñeca. Se detiene unos segundos, los justos para cerrar los ojos y ayudar a salir de ellos una lágrima. Se recuesta. El agua se tinta poco a poco de un malva oscuro.

- Ya está hecho,- murmura -. Por fín dejaré de sufrir.

Pero la puerta del baño se abre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario