viernes, 30 de septiembre de 2011

CAPITULO 75

- ¿Por qué me has traído aquí?,- Ángel se resistía a entrar.



- Venga Ángel, no seas un niño pequeño,- Fátima tiraba de él, en vano.



- No…,- Ángel retoma el camino hacia su casa -. No quiero entrar. No hasta dentro de un tiempo.



- Ángel, por fa…,- Fátima le retiene en un amoroso abrazo mientras trata de convencerle con su melosa mirada. Ángel evitaba mirarla. Conocía esa técnica y siempre se rendía ante ella, pero aquella batalla la tenía que ganar él -. Ángel… Sólo él te puede ayudar. No quiero pasarme el resto de mi vida viéndote tan mustio.



Ángel se da la vuelta.



- Fátima, no vayas tan lejos. ¿Cómo que “el resto de tu vida”?



- Bueno, ya hablaremos de eso otro día, pero esto tienes que hacerlo ya.



Ángel la mira en silencio. Mira el edificio. Mira al suelo mientras exhala un estoico suspiro.



- No sé qué voy a hacer contigo,- murmura.



Fátima, entusiasmada, arrastra al joven catalán al interior del edificio. Tras subir un par de plantas llegan a una familiar puerta. Fátima llama. Al rato, la puerta se abre, sin nadie detrás. Fátima y Ángel se miran, incrédulos. Fátima entra, tímida. Todo está oscuro. Llegan al salón. Fátima encuentra el interruptor de la luz…



- ¡SORPRESA!



Ángel se quedó de piedra. Por unos segundos no supo reaccionar. ¿De verdad estaban todos ahí? Los abrazos, besos y demás carantoñas le prueban que todo es real. Todos sus compañeros y amigos estaban reunidos. De repente, se hizo el silencio. Todos estaban expectantes para que Ángel dijera algo, pero estaba mudo. Ángel les veía y mil sentimientos comenzaban a emerger de sus entrañas hasta que no puede más y estalla. No consigue formar una sola palabra, una sola sílaba. Tan sólo llora. Llora de alegría por verles de nuevo una noche más después del programa, pero llora también de tristeza porque ya no será igual que antes.



Fátima se acerca a él y le abraza.



- Esto ha sido idea de todos ellos,- le dice -. Querían prepararte una fiesta sorpresa de despedida.



- Chicos,- responde al fin Ángel, dirigiéndose a ellos -. He intentado por todos los medios de no llorar en el programa, pero es que sois la hostia. Lo que no consigáis vosotros…,- sonríe tratando de ocultar una nueva oleada de lágrimas que comenzaba a surcar su rostro mientras se abraza a todos ellos.



- ¿Puedo hablar contigo… en privado?,- oye Ángel en un susurro.

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