martes, 13 de septiembre de 2011

CAPITULO 66

Alberto se levantó de la cama. Tenía el cuerpo envuelto en sudor. Su jadeante y entrecortada respiración y el haberse incorporado tan repentinamente le hizo ver aquella habitación moverse. Alberto ocultó su rostro entre sus rodillas.



- No ha sido más que una pesadilla…,- trataba de calmarse a sí mismo.



Mira a su lado. Allí dormía plácidamente, sin ser consciente de lo que ocurría. Tenía un rostro tan angelical… Alberto le ve. Sonríe amargamente. Una lágrima se camufla entre las perlas de sudor que salpicaba toda su piel.



- Gloria…,- murmura mientras le retira el flequillo.



Alberto se levanta, sigilosamente, y se retira al baño. Abre el grifo y se refresca el rostro. Tras ello, se apoya en el lavabo, se mira en el espejo y se seca con la toalla.



- Ha sido sólo un sueño, una pesadilla,- se decía a sí mismo -. No ha sido real… Pero lo parecía…,-  vuelve a mirarse fijamente en el reflejo -. Alberto, olvídate de ello. Que no te altere. Sólo puedes librarte de este cargo de conciencia si hablas con Ángel… pero tengo miedo… ¿Miedo de qué? Ángel, desde el primer día, ha demostrado ser un tío de puta madre, alguien en quien confiar… Pero, ¿y si se enfada? ¿Y si no quiere hablar de ello? ¿Y si no se acuerda?... ¿Y si sí se acuerda? ¡Tienes que hablar con él sí o sí! ¡Fuera miedos! ¡Fuera preocupaciones! El lunes, a primera hora, hablas con él y ya. Después… que sea lo que Dios quiera.



Tras mirarse un breve momento en el espejo, como si su propia mirada le diera la fuerza y coraje necesarios, se vuelve al cuarto.



- ¿Estás bien?



Aquella somnolienta voz le dio un vuelco al corazón. Alberto se había metido en la cama con el mayor cuidado del mundo, pero fue en vano.



- ¿Estás bien?



- Sí, sí… Estoy bien…,- tartamudea Alberto, sin darse la vuelta. Entonces nota cómo Gloria le abraza por la cintura. Le besa en la mejilla.



- Estarás bien, pero no puedes dormir, ¿verdad?,- le susurra mientras juguetea con su dedo en la oreja de Alberto -. Yo ahora tampoco -. Alberto se vuelve. La ve sonreír. Alberto también sonríe al descubrir las intenciones de su amante. Y terminan envolviéndose en un impetuoso huracán de pasión.

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