martes, 28 de junio de 2011

CAPITULO 47

Alberto estaba en la cama. Estaba mirando el techo. Llevaba horas así. No podía dormir. Seguía dándole vueltas al asunto.



- ¿Debería…?,- se preguntaba a sí mismo -. Ángel no se acuerda de nada, y Gloria no lo sabe. ¿Debería entonces…? La amo de veras, pero no quiero que acabemos con Ángel y Fátima. No. Debería decírselo, pero… ¡Ay, qué dilema!,- mira a su lado. Gloria dormía plácidamente. Su angelical rostro mostraba una serenidad total en su sueño. Hasta casi se diría que estaba sonriendo. Y así lo veía Alberto -. Qué tranquila duerme. Y, sin embargo, si ella supiera…,- la aparta un mechón de su rostro. Gloria se revuelve imperceptiblemente -. Gloria. Me gustaría saber qué estas soñando en este momento. Y cómo consigues dormir,- Alberto suspira y vuelve a mirar el techo, intentando encontrar la respuesta a su pregunta.



- Un euro por tus pensamientos.



Aquel murmullo le hace volverse.



- ¡Gloria! ¿Estabas despierta?



- No. Dime, Alber, ¿en qué piensas? ¿No me digas que llevas toda la noche despierto?



- Pues sí.



- ¿Por…?



- Por nada, cariño. Por nada,- vuelve a mirar el techo.



Gloria le acaricia el rostro.



- ¿Qué tal está Fátima?,- pregunta Alberto, sin apartar la mirada del techo.



- Mejor. Aún la duele, pero ya se va reponiendo poco a poco.



- Gloria…,- Vamos, Alberto. Tienes que decírselo -. Tengo que decirte una cosa…



- Dime.



- Sé por qué Ángel dejó a Fátima.



- ¿Sí?,- Gloria se incorpora y mira fijamente a Alberto, con los ojos abiertos de par en par.



- Sí…,- Alberto tartamudeaba -. Hay otra persona…



- ¿Otra persona? Pero, ¿con Ángel o con Fátima?



- Con Ángel… Con Ángel…,- Alberto ya no se atrevía a mirarla a los ojos.



- ¿Quién?,- Gloria le miraba excitada.



- No puedo decírtelo…



- ¿Por qué? ¿Le conozco?,- Alberto no la miraba -. ¿Es del programa? ¡Espera! ¡No me lo digas! ¿Es Patricia? ¡Es Patricia!,- el rostro de Gloria dudaba entre mostrar pena o alegría. Alberto seguía sin poder mirarla. A pesar de que Alberto no tenía voluntad para responderla, su rostro lo decía todo -. ¿No es Patricia? ¿Entonces…?,- Gloria se lleva la mano a la boca, como tratando de retener un grito. Sus ojos abiertos como platos parecían a punto de salirse de sus cuencas -. ¡No! ¡No me digas que…!

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