sábado, 18 de junio de 2011

CAPITULO 44

No sabía cómo, pero ya estaba en casa. Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que sus pasos le llevaron hasta el lugar donde no quería ir. Abrió la puerta con duda. Estaba todo oscuro. No encendió la luz, para que no notaran su presencia. Y por eso se tropezó un par de veces con el mobiliario. Llegó hasta el dormitorio. Ahí estaba ella, durmiendo. Alberto se acercó hasta ella. Se arrodilló a su lado y se quedó mirándola, como si de una visión angelical se tratase. A pesar de que estaba de espaldas a él, Alberto imaginó su rostro sereno, durmiendo. Lo vio tantas veces al despertar… Y no pudo evitarlo más.



- ¿Alberto?,- preguntó Gloria, adormilada, tras el beso que él le dio en la sien.



- Perdona si te he despertado…



- ¿Qué hora es?,- Gloria se vuelve para ver el reloj de la mesilla.



- Es muy tarde, lo sé. Y lo siento,- Alberto comienza a desnudarse.



- ¿Qué haces?



- Pues… cambiarme para meterme en la cama.



- Hoy no,- Gloria vuelve a acomodarse en la cama para volver a dormir.



- ¿Hoy no?,- Alberto sonríe, sonrojado -. Tranquila, que a mí hoy tampoco me apetece…



- No, no es eso. Es mejor que duermas hoy en el otro cuarto, o en el salón. Tenemos visita.



- ¿Visita?,- Alberto mira el otro lado de la cama -. ¿Qué hace aquí?



- No la despiertes. Fátima necesita que sepa que no está sola, así que esta noche duerme conmigo. Mañana ya veremos cómo se levanta. Por cierto, ¿qué tal con Ángel? ¿Has descubierto algo? ¿El por qué lo han dejado? Fátima no ha soltado prenda en toda la tarde.



- No… No ha dicho nada tampoco…



- Bueno, mañana hablamos. Buenas noches, cariño,- Gloria acabó siendo conquistada por el sueño.



Alberto la mira durante unos instantes en silencio. Si ella supiera… Si las dos supieran… Alberto toma su chaqueta y su camisa y sale del cuarto, en silencio. Al llegar al salón, deja la ropa sobre una silla y se sienta en el sofá. Tenía el móvil entre las manos. Había recibido un mensaje mientras volvía a casa, pero no se atrevió a abrirlo. Al ver el remitente le dio miedo descubrir cualquier cosa, aunque ya se imaginaba lo que era. Pero tenía que asegurarse.



- Alberto,- la voz de Ángel sonaba triste -. Esto… per… perdona por lo de antes… No era yo, ¿vale? Es el alcohol, que me… me… pues eso…,- era la primera vez que Ángel no sabía excusarse como sólo él sabía: con ironía -. Es que cuando el alcohol se me sube, pues… ya sabes… me vuelvo muy tonto… y…,- durante unos segundos, Alberto pudo oir a Ángel tomar aire y respirar jadeante, como si tratara de calmarse por algo -. Mira Alber, el lunes no vengas a trabajar, ¿vale?



La voz del contestador recordándole que no tenía más mensajes le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué no fuera el lunes a trabajar? ¿Por qué? ¿Ángel le ha despedido así, sin más? ¿Por que no le correspondió? ¿O es que Ángel se siente tan mal por el beso que si se ven se va a incomodar? Para salir de la duda lo mejor es hablar con Ángel y que se explique, pero entre que era ya muy tarde, y que estaba muy reciente aún el incidente, Alberto prefiere dejarlo para más tarde. ¿Mañana? Mañana sigue siendo muy pronto, pero el tiempo ya dirá.

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