martes, 21 de junio de 2011

CAPITULO 45

Alberto había estado pensando en aquello todo el fin de semana. Sobre todo, el beso. Trató de que no le afectara en su relación con Gloria, pero cada vez que la veía, no podía evitar recordar el beso de Ángel. Pero ya había pasado el fin de semana y llegó el lunes. Y no sabía qué le ponía más nervioso, porque ese mismo día se iba a encontrar con Ángel cara a cara, y no sabría cómo reaccionar. Es verdad que Ángel estaba borracho cuando le besó, y seguro que no recordaría gran parte de la noche, incluido… Pero cuando aparcó el coche no se atrevió a salir. Recordó el mensaje que le dejó Ángel en el móvil. Que no fuera el lunes a trabajar. ¿Lo dijo de verdad o seguía siendo el alcohol el que lo dijo? Alberto se convenció a sí mismo de que Ángel no sabía lo que decía, entre el alcohol y los remordimientos… Pudo haberle llamado durante el fin de semana, pero no se atrevió. Era mejor hablarlo en persona. Así que bajó del coche, llegó hasta la puerta, se paró, tomó aire y abre la puerta.

- ¡Alberto!,- una voz le llama a su espalda. Alberto se vuelve -. ¿Qué haces aquí?

El rostro de Galindo expresaba una enorme sorpresa. Alberto deja sus bártulos en la mesa.

- Pues… trabajar.

- Pero, ¿tú no…?,- Alberto vio por detrás de su compañero pasar a Ángel. Alberto le sigue, sin despedirse de su amigo.

Quiso llamarle, pero sin saber por qué, su voz no salía, se quedaba atascada en su garganta. Era mejor llegar hasta él. Justo cuando estaba a su lado, que podía tocarle el hombro tan sólo estirando el brazo, algo le toca a él el hombro.

- ¡Alberto! ¿Cómo tú por aquí?

Alberto se da la vuelta un segundo para ver a su interlocutor, cuando vuelve a buscar a Ángel, pero ya ha desaparecido.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- ¿Por qué todos me decís lo mismo hoy?,- el tono de Alberto denotaba una palpable irascibilidad.

- ¡Bueno, chico! No tienes por qué ponerte así…

- Perdona Dani… Es que… No es nada.

- ¿Estás bien?

- ¿Yo?,- por un segundo se vuelve de nuevo a buscar a Ángel, como esperando que en ese momento apareciera, pero no fue así -. Sí. Estoy bien.

- Te decía que qué haces aquí. ¿No te habían dado vacaciones?

- ¿Vacaciones? ¿Yo? Si este año no me corresponden.

- Pues Ángel nos ha dicho que…

Alberto no le deja terminar. Más bien, deja de escucharle en ese momento. Recuerda el mensaje. Era verdad. Ángel le dio vacaciones. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Era la forma que tenía Ángel de enfrentarse a las cosas: huyendo? Siempre se ha dicho que los problemas se solucionan hablándolo con alguien, y es lo que necesitaba Alberto: hablarlo con Ángel. Era un tema delicado, pero no podían estar toda la vida rehuyéndolo. Pero, si Ángel recordaba el mensaje, ¿también se acordaría de…?

- Dani,- responde Alberto -. ¿Dónde está Ángel?

- Creo que en el despacho.

Alberto comienza a caminar, decidido y con paso firme, en dirección al despacho de Ángel. Tenían que hablarlo sea como sea. En su mente comenzaba a representarse la conversación, pero, a la hora de la verdad… Tenía el despacho a pocos metros delante suyo. Podía ver claramente a través de la cristalera a Ángel delante del ordenador. Llega hasta la puerta. Ya sólo quedaba llamar, pero no se podía mover. Le temblaba el pulso. Las palpitaciones le mareaban. El corazón le latía con tanta fuerza que pareciera salírsele del pecho. El sudor comenzaba a adherir la ropa a su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, buscando un pequeño ápice de acción. Entonces, la puerta se abre y se encuentra con Ángel cara a cara.

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