lunes, 13 de junio de 2011

CAPITULO 42

La noche seguía su curso. Y los tres amigos seguían el suyo. Yendo de bar en bar y de discoteca en discoteca, viviendo esa noche como si fuese la última, no pensando en otra cosa que no fuera divertirse. Alguna gente les reconocía, y ellos, halagados, se dejaban sacar fotos. Hasta algunas muchachas intentaron cortejarles, pero los tres respetaban sus propios compromisos, aunque a alguno de ellos se le olvidase por un instante.



Ya pasaban de las cuatro de la madrugada y Alberto volvía de la barra.



- ¿Y Ángel?,- pregunta sorprendido a David, sentado en la mesa -. No me digas que ya se ha ido.



- Pues no sé. Me dijo que se iba un momento fuera, que necesitaba tomar el aire. Lo mismo se ha ido ya a casa.



Alberto deja las cervezas en la mesa y sale fuera de aquel bar. Al salir a la calle, se fijó en una figura sentada en un banco, a la luz de una farola. Alberto se acerca hasta ella, sentándose a su lado.



- ¿Seguro que estás bien?,- le pregunta, sin mirarle. Ángel asiente con la cabeza -. Si estás cansado, puedes irte a casa. No tienes por qué quedarte toda la noche con nosotros. Es comprensible. A tu edad el cuerpo ya no aguanta tanto y…



- Oye chaval, que sólo soy seis años mayor que tú,- responde Ángel, ofendido. Con la mirada parece matar a su compañero.



- Era una broma,- Alberto ríe. Pero despúes le pregunta, más serio -. ¿Qué te pasa? ¿Sigues pensando en si hiciste bien en dejar a Fátima?



- Déjalo,- responde secamente Ángel, dándole la espalda.



- Sé que es un momento difícil para vosotros dos, y que estás destrozado por ello, ya que hacíais muy buena pareja. Pero es mejor que lo hables con alguien. Parece que no, pero te aseguro que te sentirás mejor.- Silencio -. ¿Quién es esa otra persona? Porque nos dijiste que fue por una tercera persona. ¿Conociste a alguien en vacaciones?



- Alberto, no quiero hablar de ello, ¿vale?,- Ángel se levanta, enfadado.



- Ahora no, lo sé, pero mañana piénsatelo. Hazme caso. Si no lo haces, ¿cómo podrás divertirse las próximas veces?,- se adelanta hasta su amigo, poniénole la mano sobre el hombro -. Dime al menos que esta noche lo consultarás con la almohada.- Ángel avanza hasta la entrada del bar, sin decir nada. Alberto le detiene -. Ángel…



Alberto le hace darse la vuelta. Ve a su amigo llorar. De repente, siente cómo la sangre se le congela, cómo el corazón le da un vuelco. Jamás le había visto llorar. Alberto le mira a los ojos, tratando de saber el por qué de esas lágrimas, aunque ya lo sabía. Esa tercera persona… El dejar a Fátima, a quien tanto amaba… Era un dolor insoportable. Seguía inmerso en su mirada. Quería responderle, quería calmarle con la mirada. De repente, en un segundo, Ángel se abraza fuertemente a Alberto, desahogándose en su camisa. Alberto, al principio descolocado, termina por abrazarlo igualmente, pero más tímido. Así quedan durante unos instantes hasta que Ángel se separa.



- ¿Mejor?,- le pregunta Alberto, buscando su mirada.



Ángel se separa de su amigo, avergonzado.

- Perdona...,- tartamudea -. Yo no soy así... El alcohol...

Avanza hasta la puerta del bar. Justo al llegar al vado, se para, se da la vuelta y corre hasta su amigo, a quien besa profundamente en los labios.

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