sábado, 2 de abril de 2011

CAPITULO 6

- Idiota,- pensaba Alberto para sus adentros. Ya estaba en su casa, sentado en el sofá, meditando sobre su respuesta ante Ángel a la salida de Globomedia -. Eres un idiota. Ángel y Dani se han portado genial contigo hoy. No son los típicos jefes cabrones, no. Ellos son divertidos y enrollados. Te han ayudado a pulir el sketch. Y encima te invitan a salir con todos por la noche. ¿Y tú qué respondes? ¿Que te duele la cabeza? Idiota...

Comenzaba a sentirse mal. Se imaginaba al día siguiente a Ángel y a Dani más serios, secos y distantes. Aunque no tenía por que ser así. Posiblemente sigan igual que esa mañana. Se arrepentía de haberle dicho que no a Ángel. Quería llamarle y decirle que ya estaba mejor y que sí que saldría con ellos, pero había un fallo... no tenía su teléfono. No tenía el teléfono de nadie del programa. Ya sólo le quedaba esperar al día siguiente y pensar otra mentira para quedar bien. Pero una música característica le hace evadirse de sus pensamientos. Su móvil sonaba. El teléfono que aparecía en la pantalla no lo conocía, pero, aun así, contestó.

- ¿Por qué me haces esto?

- ¿Perdón?,- Alberto se quedó de piedra. ¿Quién podía tener su teléfono y hablarle así? No entendía nada.

- ¿Por qué me haces esto, Alberto?,- repetía aquella grave voz.

- ¿Quién eres?,- Alberto comenzaba a tener miedo.

- Yo, que estaba tan contento por lo de esta noche, y ahora me entero por Ángel de no vienes.

Un flash le llegó a su mente.

- ¿Dani?

- ¿Quién iba a ser si no?

Alberto respira tranquilo.

- Me habías asustado,- le responde -. Pero, ¿cómo has conseguido mi número?

- Viene en un currículum de prácticas.- Cierto -. Y ahora dime, ¿por qué me dices que te vendrías con nosotros esta noche y a Ángel le dices que no?

Alberto sabía que tarde o temprano le iban a descubrir, porque jamás se le dio bien mentir.

- Verás... Es que me empezó a doler la cabeza y...

- Curioso. Eso siempre me decía mi novia. Mira, Alberto. No me quiero enfadar contigo, sobre todo porque no sé enfadarme, y tú me caíste bien desde el primer momento, pero esto no se hace. Si no querías venir, haber dicho que no y ya está. Nadie te va a morder ni a mirar mal ni nada. Así que dime la verdad. ¿Te vienes o no? Sólo díme la verdad.

Alberto iba a decirle que no, pero se acordó de repente la cara que puso Ángel aquella tarde cuando le contestó, y, sin saber por qué, respondió a Dani.

- De acuerdo,- responde casi a regañadientes -. Voy.

- ¿De verdad?,- le pregunta Dani. Se notaba el tono serio (y casi recriminante) de su voz -. Luego no me cambies otra vez. Y si te vienes, que sea para que te diviertas y no para que te aburras, que no me entere yo de que me dices que sí para no hacerme ningún feo.

- No, en serio. Que sí que voy.

- ¡De acuerdo!,- Alberto no lo podía ver y no podía estar seguro al cien por cien, pero ya se imaginaba a Dani al otro lado del auricular saltando como un niño -. En un rato me paso a buscarte a tu casa.

- ¡Dani! ¡No!,- exclama nervioso Alberto -. ¡No hace falta que vengas! ¡En serio!,- pero sólo le responde el tono del teléfono colgado.

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