jueves, 7 de abril de 2011

CAPITULO 11

Alberto tenía problemas con la conducción del coche de Ángel, pero se las apañaba. Ángel, mientras, trataba con su amigo, en el asiento trasero.

- Pero, Ángel,- decía insistentemente Dani -. De verdad, estoy bien. No hace falta que me llevéis a casa.

- No, no estás bien,- le responde su amigo.

- Al final no ha pasado nada, ¿no? Pues ya está. Volvamos.

- No. Te llevamos a casa para que la duermas.

- Si no tengo sueño. ¡Lo que tengo son ganas de marcha!,- y comienza a bailar sentado.

- Dani, por favor,- responde Ángel -. Estate quieto ya, que pareces un niño pequeño.

- Déjale Ángel,- contesta Alberto -. Déjale hacer. Cuanto más haga, más cansado estará, y antes se dormirá.

- Cómo se nota que no le conoces...

Gracias a las indicaciones de Ángel, pudieron llegar hasta la casa de Dani. Pero Dani ya se había quedado dormido. Ángel trató de despertarle, pero fue imposible. Ángel le quita el cinturón de seguridad y pidió a Alberto que abriera la puerta y le ayudara a sacarlo y llevarlo hasta la casa. Fue bastante dificil, pero al final lo consiguieron. Y ahí estaban los dos, uno a cada lado de Dani, llevándolo casi a rastras hasta la casa. Al llegar al portal, Ángel mete la mano en los bolsillos de la chaqueta de su amigo hasta encontrar las llaves y poder abrir la puerta. Durante el trayecto hasta el dormitorio casi se les cae un par de veces, pero consiguieron evitarlo, hasta que llegan a la cama y ahí le dejan.

- Seguro que Dani, si estuviera despierto, habría sacado algún chiste sobre esto,- comenta Ángel, jadeante, mirando a su amigo tirado en la cama. Y entonces se acerca a él y le quita los zapatos.

- ¿Qué haces?,- le pregunta Alberto.

- Ayúdame a meterlo en la cama, aunque después de lo que ha hecho... No se merece ni que le hubiésemos traido a casa. Teníamos que haberle dejado que durmiera en un cajero,- Alberto notaba a Ángel enfadado.

- No te pases,- sonríe Alberto.

- Bueno, al menos mañana tendrá su castigo: una jaqueca de tres pares,- ríe Ángel. Alberto niega sonriendo.

Con trabajo lograron al final entre los dos desnudarlo y meterlo en la cama. Tras susurrarle algo a Dani en catalán, Ángel le indica a Alberto que salgan de la casa.

- Muchas gracias por todo,- le dice Ángel, ya en el coche en marcha.

- No es nada, Ángel.

- No, de verdad. Muchísimas gracias. Sin tu ayuda no sé cómo habría traído a Dani hasta su casa.

- De verdad que no ha sido nada, Ángel. Seguro que cualquier otro compañero habría hecho lo mismo que yo... si no hubiesen bebido, claro.

Ángel deja ver su sonrisa a modo de agradecimiento.

- Bueno, Alberto. Espero que lo que ha pasado esta noche no te haya hecho tener una impresión errónea de nosotros.

- ¿Cuál? ¿La de que algunos podéis llegar a beberos hasta el agua de los floreros? ¡No, tranquilo! ¡Ni me he dado cuenta!,- sin darse cuenta, Alberto acaba de hacer su primer sarcasmo sin prejuicios.

- Aún somos jóvenes... algunos... Y queremos terminar de gastar los pocos cartuchos que nos quedan en fiestas. Pero también somos lo bastante maduros como para saber que con el alcohol hay siempre un límite. Límite que creo Dani ha sobrepasado hoy...

- No te avergüences de él, Ángel. Es tu amigo, ¿no? ¿Y qué si se ha pasado al beber? Por una vez... Además, tú mismo lo has dicho: Mañana tendrá su castigo,- otra sonrisa arrebatadora de Ángel.

- En serio, Alber,- Ángel le toma de la rodilla y le mira a los ojos -. Eres un gran tipo, de verdad. Y no sé cómo pagarte esto.

- No tienes por qué, Ángel... O sí. ¿Qué tal si me subes el sueldo?

- ¿Apenas llevas un día y ya vas pidiendo aumento de sueldo?,- se queda pensativo sin dejar de mirarle -. Llegarás muy lejos, amigo mío,- y los dos ríen.

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