domingo, 14 de agosto de 2011

CAPITULO 59


Fátima se sobresalta. Y ahí estaba él, asombrado.



- Así que no eran imaginaciones mías… Ciertamente estás aquí. Pero, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?



- Alberto…,- musita Fátima antes de volver a romper a llorar. Alberto se acerca a ella y la abraza.



Alberto se queda de piedra, sin poder reaccionar, pero termina abrazando a su amiga. Necesitaba desahogarse, y su hombro era el que más a mano tenía. No le importaba que le empapara su camisa con sus agrias lágrimas.



- Fátima… ¿qué te pasa?,- le susurra Alberto -. ¿Por qué estás aquí? Es por Ángel, ¿verdad?,- Fátima se separa y asiente entristecida -. ¿Por qué no lo olvidas ya? ¿No ves que cada vez te haces más daño a ti misma?



- Es que no puedo olvidarlo… Ángel se me ha clavado tan a fondo en mi alma…



- Sé que no soy quién para decirte esto, pero hay cientos… miles… ¡millones de tíos en el mundo! Parece difícil, pero seguro que hay, por lo menos, uno que sea mejor que Ángel. Sólo hay que buscar…



- Pero no puedo…



- Fátima. Creo que es mejor que vuelvas a casa. No es bueno que estés aquí. No sé cómo reaccionará Ángel si te viera…



- No te preocupes… Sólo he venido para cerciorarme…



- ¿Cerciorarte? ¿De qué?



- De que Ángel y Dani…



Alberto al principio no entiende lo que su amiga le acaba de decir, pero al momento recuerda la conversación que tuvo con Gloria. Él nunca lo dijo, sino que Gloria lo dijo. Ángel y Dani. Alberto se sentía entonces en la obligación de sacar a Fátima de su error, pero no podía. No sabía cómo iba a reaccionar Fátima. Seguro que si le dijera la verdad, le abofetearía y le diría mil barbaridades, o se quedaría de piedra, mirándole ojiplática, o, lo más probable, se lo diría a Gloria, y eso la destrozaría. No, Alberto sí que amaba profundamente a Gloria, y no quería dañarla con eso.



Fátima le toma del brazo y lo lleva a la esquina de la planta. Ángel y Dani ya no estaban.



- ¿Dónde me llevas?,- pregunta Alberto, saliendo de sus pensamientos.



- Hace un momento estaban aquí…,- murmura Fátima -. Hace un momento vi a Ángel y a Dani aquí mismo… ¡Y Ángel se le estaba declarando! ¡Es cierto, Alber! ¡Que lo oí bien nítido!



- Fátima… Creo que te estás dejando llevar demasiado por tu imaginación…



- ¡Pero es verdad! Ángel le estaba diciendo: “Te amo. ¿Me oyes? ¡Te amo! Desde el primer día que te vi, supe que mi destino sería pasar el resto de mi vida a tu lado. Y ahora me da igual que me digas que sí o que no, porque por fin he podido decírtelo después de tanto tiempo y ahora mi corazón ya se siente mejor. Y ahora te toca a ti: tienes mi corazón en tus manos. Puedes guardarlo en una cajita y ponerlo a salvo, o puedes apretarlo con todas tus fuerzas y rompérmelo. Tú decides”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario