viernes, 5 de agosto de 2011

CAPITULO 56

Al día siguiente, Alberto llega a los estudios. Después de hablarlo con Gloria, y buscando una segunda opinión por la noche con su almohada, ya había decidido cuál iba a ser su respuesta. Sus compañeros le saludaban, pero él apenas les prestaba atención. Iba con la idea fija que hablar con Ángel cuanto antes para darle su respuesta definitiva. Llega hasta la puerta del despacho de Ángel. Duda en llamar, pero tras pensarlo unos segundos, levanta el puño y golpea la puerta.



- ¡Adelante!,- oye responder de dentro.



Alberto abre la puerta, tímidamente, y asoma la cabeza.



- ¿Ángel…?



- ¡Hola, Alber!,- exclama Ángel, levantándose rápidamente de su silla al verle. Se acerca a él y le abre la puerta -. Pasa, pasa,- Alberto obedece -. ¿Qué quieres?



Alberto no se mueve de la puerta.



- Verás…,- le susurra -. He estado pensando en lo que me dijiste ayer y…



- ¿Ayer?,- Ángel, al principio, no comprende, pero al momento recuerda -. ¡Ah, lo de ayer!,- e indica a Alberto silencio -. Dani, ¿puedes dejarnos solos un momento?



- ¿Ahora?,- pregunta su amigo, que estaba en el despacho tecleando en el ordenador -. Es que estoy a mitad de un guión…



- Es sólo un momento.



- De acuerdo,- responde Dani, tras un sentido suspiro -. Así aprovecho para tomarme un café.- Se levanta de la silla y sale por la puerta -. Pero como el guión termine siendo una mierda, será todo culpa tuya,- y, volviéndose a Alberto -. Y tú, cuidadito con ponerle un dedo encima a mi Ángel, que yo no lo comparto con nadie -. Dani sale mientras Ángel cierra la puerta, sonriendo por el comentario de su amigo.



- Dime Alberto,- le invita a sentarse -. ¿Qué has pensado al final?



- Pues…,- Alberto había decidido decírselo sin más, en cuanto le viera, pero ahora le resultaba difícil. Al notar la vacilación del joven, Ángel cambia su sonrisa nerviosa por una mueca más sombría.



- No me digas más… No,- se da la vuelta, entre apesadumbrado y enojado.



- No, Ángel. Mi respuesta es sí. Acepto sustituirte los viernes,- Ángel se vuelve, rezumando alegría.



- ¡Gracias!,- le responde abrazándole -. ¡Muchísimas gracias!



- Comprendo el exceso de trabajo que tienes en estos momentos,- Alberto continúa explicándose, sin atender a las efusivas muestras de agradecimiento de su jefe -, y sé que esto te relajará algo, aunque sea yo ahora el que se estrese.



- Alberto, te lo agradezco enormemente. Cualquier cosa que necesites, puedes contar conmigo. En serio. Te debo la vida.



- Hombre… No creo que sea para tanto…



- Te lo digo en serio, Alber,- responde Ángel al tiempo que le abre la puerta del despacho.



- Bueno… Si me trajeras algo de Barcelona…,- Alberto dibuja una sonrisa en su rostro.



- ¡Eso está hecho, tío!,- ríe Ángel.



Alberto no oye la respuesta de Ángel. Algo le llama la atención al otro lado de la sala. Juraría que era…

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