miércoles, 10 de agosto de 2011

CAPITULO 58


- Alber… Alberto…,- Ángel chasqueaba los dedos ante el rostro de su subordinado, dando finalmente una sonora palmada -. ¡Alberto!



Alberto, que había estado durante unos instantes como petrificado, reacciona.



- ¿Se puede saber qué te ha pasado? ¡Ni que hubieras visto un fantasma!



- ¿Eh? ¿Qué?,- Alberto trataba todavía de volver en sí -. Perdona Ángel, es que me pareció ver…,- vuelve a mirar por encima del hombro de Ángel.



- ¿Ver el qué?,- Ángel se vuelve y otea el lugar. Aún había mucha gente -. ¿Has podido ver algo entre tanta marea humana?,- ríe Ángel, volviendo a Alberto -. ¡Tienes una vista de lince, tío!,- le da una palmada en el hombro -. Bueno, lo dicho. Antes de empezar el programa hablaré con el director para decirle lo de librar yo el viernes y sustituirme tú y ya te diré si aceptan o no.



- Lo tendrás difícil…



- ¿Por?



- Hombre… Eres una de las estrellas del programa, y cualquier cosa que les pidas te la dan, pero esto…



- No te preocupes. Yo, aunque sea el Brad Pitt español, tengo superiores a los que obedecer, aunque no quiera… Como tú,- Alberto le mira. Ángel sonreía con cierta sorna -. Es una broma,- ríe -. Anda, sigue con lo que estabas haciendo



Alberto se acomoda en su silla y ojea los papeles que tiene encima de la mesa, mientras Ángel vuelve a su despacho, pero se detiene en el umbral y vuelve a salir.





- Ya está,- pensaba para sí -. Alberto me ha visto y seguro que se lo ha dicho a Ángel,- comenzaba a llorar -. Soy idiota. ¿Por qué habré venido? No tenía que estar aquí. Tendría que estar en casa haciendo mis cosas, pero no, tenía que venir aquí, ¡y a escondidas! Pensará que soy psicópata o algo peor…



Se había escondido en aquella esquina desde donde podía verlo todo, pero, con los nervios, salió corriendo. Corrió por todo el edificio. Ya no le importaba que le vieran. Sólo quería salir de allí, pero no pudo. Cuando se calmó, se sentó en un pequeño banco y se dejó llevar por los efectos de la adrenalina. Tras desahogarse unos instantes, se levanta y decide finalmente irse, pero tras otra esquina ve a aquellos dos hombres hablando junto a una máquina de café. Aquella planta que tenía delante le ayudaba a espiar.



- Tengo que contarte una cosa…,- Ángel miraba a Dani a los ojos -. No sé cómo te lo vas a tomar, pero tengo que decírtelo. Llevo mucho tiempo aguantándomelo, pero no lo soporto más. Si sigo así un día más… ¡estallaré! ¡Me volveré loco! Aunque ya lo estoy…,- le toma de los hombros -. Te amo. ¿Me oyes? ¡Te amo!,- Ángel recalcó la última frase -. Desde el primer día que te vi, supe que mi destino sería pasar el resto de mi vida a tu lado. Y ahora me da igual que me digas que sí o que no, porque por fin he podido decírtelo después de tanto tiempo y ahora mi corazón ya se siente mejor. Y ahora te toca a ti: tienes mi corazón en tus manos. Puedes guardarlo en una cajita y ponerlo a salvo, o puedes apretarlo con todas tus fuerzas y rompérmelo. Tú decides.



No soportaba viendo aquella escena más, las lágrimas comenzaban a invadir sus ojos y sentía cómo su corazón iba siendo apretado por una invisible y sádica mano para que dejara de latir. Así que salió corriendo de allí y se escondió a llorar en silencio.



- Era verdad,- lloraba -. Ángel está enamorado de Dani.



Pero una sombra se le acerca, interrumpiendo.



- ¿Fátima?

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